?El ¡®oto?o norteamericano¡¯?
Tras la ¡®primavera ¨¢rabe¡¯, emerge en Nueva York un movimiento como el que tom¨® las plazas espa?olas
El 15-M neoyorquino arranc¨® el pasado 17 de septiembre con una llamada lanzada desde la revista canadiense de cultura alternativa Adbusters a ocupar Wall Street. El objetivo era protestar contra el poder financiero estadounidense, s¨ªmbolo inequ¨ªvoco de una crisis econ¨®mica que afecta con particular dureza a la clase media y a los j¨®venes de un pa¨ªs que el mismo d¨ªa de aquella convocatoria recib¨ªa los datos del ¨²ltimo censo: 46 millones de personas (el 15% de la poblaci¨®n) viven por debajo del ¨ªndice de pobreza. ¡°Somos el 99% y estamos en contra de ese 1% que posee m¨¢s del 40% de la riqueza del planeta¡±, clamaron entonces apenas 2.000 personas.
La convocatoria esperaba reunir a mucha m¨¢s gente, pero tras la manifestaci¨®n, aquella primera noche s¨®lo durmieron 296 en el parque Zuccotti (la polic¨ªa acordon¨® la Bolsa neoyorquina y no les permiti¨® acercarse, as¨ª que escogieron esa zona verde cercana). Pese a ser pocos, no se desanimaron. Poco a poco se fueron organizando en asambleas diarias en las que todo se decide por consenso y donde se han empezado a cocinar sus reivindicaciones, como la recogida en la Declaraci¨®n de Ocupaci¨®n de Nueva York, desde la que llaman al mundo a ocupar los espacios p¨²blicos contra el poder y la corrupci¨®n.
Pero tuvo que arrancar el paseo de las estrellas por Wall Street para que los indignados neoyorquinos, que comenzaron a organizarse bajo el nombre Asamblea NYC en agosto con la ayuda de varios espa?oles con experiencia en el 15-M, adquirieran peso medi¨¢tico en su propio pa¨ªs. No es que el discurso de Noam Chomsky, Susan Sarandon, Michael Moore, Russell Simmons o Cornel West sea m¨¢s interesante, elaborado, o directo que el de las 300 personas que componen el n¨²cleo duro del movimiento Occupy (Ocupa) Wall Street, (aunque durante el d¨ªa se les unan al menos un millar de personas).
Pero en un pa¨ªs medi¨¢ticamente enganchado a las celebridades, solo su aparici¨®n p¨²blica ha conseguido romper la barrera informativa que les rodeaba y que solo la prensa internacional (entre otros medios, EL PA?S) se hab¨ªa saltado. Adem¨¢s, tras la espectacular detenci¨®n el s¨¢bado de otras 700 personas en el puente de Brooklyn, se ha vuelto imposible negar lo obvio: el descontento social que tom¨® las plazas espa?olas, las ciudades griegas y las calles israel¨ªes tambi¨¦n ha llegado a Estados Unidos, y desde Nueva York se extiende hacia otras ciudades del pa¨ªs. ¡°Tras la primavera ¨¢rabe y la revoluci¨®n espa?ola, puede que haya llegado la hora del oto?o estadounidense¡±, declaraba hace unos d¨ªas Gary Louisa, de 21 a?os y en paro, quien se quejaba de no tener acceso a la educaci¨®n ¡°porque se obliga a pedir pr¨¦stamos a intereses impagables¡± y de tener que elegir ¡°entre comer e ir al dentista¡±. Esas eran su razones para estar acampado en Wall Street.
Los indignados neoyorquinos est¨¢n mucho m¨¢s cerca del 15-M espa?ol que de los egipcios que ocuparon la plaza de Tahrir, aunque la escasa cobertura informativa que recibi¨® en Estados Unidos la revoluci¨®n espa?ola hace que a menudo la prensa y la gente solo les asocie con la primavera ¨¢rabe. El malestar ante una sociedad que exige precios astron¨®micos por viviendas, salud y educaci¨®n sin dar nada a cambio y que fue testigo del rescate de los bancos en 2008 mientras miles de personas protagonizaban despidos masivos o ve¨ªan congelados sus salarios es patente entre los menores de 26 a?os, el grueso de los habitantes del parque Zuccotti (rebautizado como plaza de la Libertad). Pero en este espacio, -muy similar en funcionamiento a la Puerta del Sol, con cocina, farmacia, librer¨ªa y puestos informativos-, tambi¨¦n hay profesores universitarios, ingenieros e incluso excorredores de la Bolsa.
En su mayor¨ªa blancos y de clase media, faltaban hispanos y negros. El problema es que su protesta era invisible para el pa¨ªs. Eso ha cambiado en los ¨²ltimos d¨ªas y tambi¨¦n esas comunidades buscan ahora integrarse en el movimiento, aunque el impulso m¨¢s fuerte les ha llegado desde los sindicatos. El de los empleados de correos, con m¨¢s de 100.000 afiliados nacionales, y el del transporte p¨²blico de Nueva York, con 38.000 miembros, les dieron su apoyo oficial la semana pasada. La mecha de los indignados de EE UU est¨¢ prendida. Ahora solo falta ver hasta d¨®nde les llevar¨¢.
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