El conflicto civil convierte a San¨¢ en un nuevo Beirut
Las trincheras separan en el centro de la capital de Yemen a los partidarios del presidente Saleh de sus oponentes que buscan su salida
El ambiente festivo que a¨²n mantiene la plaza del Cambio de San¨¢ desaparece poco a poco cuando se enfila la calle Al Dairi. Las tiendas donde solo dos semanas atr¨¢s acampaban decenas de j¨®venes revolucionarios se han vaciado, nadie barre las aceras y los civiles dejan paso a los uniformados. ¡°Aqu¨ª cayeron varios m¨¢rtires¡±, explica mi gu¨ªa ante los restos calcinados de algunas de las jaimas.
Apenas 50 metros m¨¢s adelante, una barricada de sacos terreros marca la l¨ªnea de frente que defienden los hombres del general desertor Ali Mohsen, junto al estrat¨¦gico cruce Kentucky.
Esa fue la glorieta que los opositores al presidente Ali Abdal¨¢ Saleh quisieron tomar el pasado 18 de septiembre, desatando una respuesta sin contemplaciones de las unidades de la Guardia Republicana y de la Seguridad Central, situadas justo enfrente.
Los 83 muertos que se contabilizaron entre ese d¨ªa y el siguiente se han elevado ya a 105, seg¨²n Tarik Noman, el m¨¦dico que dirige el hospital de campa?a instalado en la mezquita de la universidad. Un comerciante de la cercana calle Zubairi confirmar¨¢ m¨¢s tarde que los manifestantes iban desarmados. ¡°Si no llegan a intervenir los de Ali Mohsen, les hubieran matado a todos¡±, asegura.
¡°No se puede pasar¡±, espeta Fares, uno de los soldados de guardia ante la barricada que corta la calle. ¡°Mire si quiere, pero no se entretenga. Es peligroso¡±. No se trata de una pose. Esa ma?ana han disparado contra varios vecinos que intentaban acceder a sus casas despu¨¦s de haberlas abandonado a toda prisa durante el bombardeo de la noche anterior.
Dos horas despu¨¦s de la visita de esta corresponsal, un residente de un barrio cercano llamar¨¢ para anunciar que se han reanudado los combates.
¡°La gente de la inteligencia militar quiso infiltrarse. Les descubrimos y la Guardia Republicana dispar¨® para cubrir su huida¡±, explica Fares, orgulloso de exhibir sus rudimentos de ingl¨¦s.
No se puede pasar. Mire si quiere, pero no se entretenga. Es peligroso¡±. Fares, uno de los soldados revolucionarios
Este soldado, cuya descuidada barba y media melena tienen poco de castrense, viste como sus compa?eros el uniforme del Ej¨¦rcito de Yemen. E incluso cobra su salario del erario p¨²blico. O m¨¢s exactamente, de los dos millones de d¨®lares que, seg¨²n un alto cargo del r¨¦gimen, sigue recibiendo cada mes el general Ali Mohsen para financiar su unidad, la Primera Divisi¨®n Acorazada. Hasta su cambio de bando, era la mejor dotada despu¨¦s de la Guardia Republicana, el cuerpo de ¨¦lite al mando de Ahmed Ali, uno de los hijos de Saleh.
¡°Mi jefe decidi¨® apoyar la revoluci¨®n y yo le segu¨ª contento¡±, declara Fares. Pero no es solo obediencia debida. ¡°Queremos que Ahmed Ali se vaya¡±, subraya en sinton¨ªa con los acampados, mientras muestra los destrozos causados por los combates.
Edificios quemados o con impactos de artiller¨ªa, cristales rotos, comercios y bancos cerrados, bocacalles cortadas por improvisados muros de bloques¡ El paseo trae a la memoria el paisaje del Beirut dividido que esta corresponsal conoci¨® al final de la guerra civil libanesa. En San¨¢, a¨²n no se han consolidado las trincheras y es posible cruzar al otro lado dando un rodeo. Incluso hay quien cuenta que, tras el almuerzo, soldados de uno y otro bando comparten las sesiones de qat. Tal vez, pero tambi¨¦n es conocido que cuando acaba el efecto estimulante de esa droga, sus usuarios suelen volverse m¨¢s agresivos.
A trav¨¦s de altavoces, la Guardia Republicana lleva un par de d¨ªas pidiendo a los habitantes que abandonen el barrio. La mayor¨ªa se ha ido, pero algunos se muestran renuentes o han regresado para recoger sus cosas.
¡°Estaba intentando cargar la furgoneta y han empezado a dispararme¡±, cuenta a¨²n sobresaltado Raduan Tareq, un empleado de Haiel Said que hab¨ªa acudido a vaciar un almac¨¦n de esa compa?¨ªa.
El furg¨®n sigue aparcado en la calle Haiel, a unos veinte metros de la esquina con la Diecis¨¦is, y est¨¢ siendo revisado por unos soldados de la Guardia Republicana. Pero Raduan, ya no se atreve a ir a recogerlo. ¡°No voy a sacrificar mi vida por unas mercanc¨ªas¡±, se?ala.
Cuando acudo a visitar ¡°el otro lado¡±, el comerciante de la calle Zubeiri insiste en que los polic¨ªas s¨®lo dejan pasar a quienes les pagan. Imposible de comprobar. Cualquier intento de aproximaci¨®n es rechazado con firmeza por los soldados.
Fuego real contra civiles desarmados
¡°Est¨¢n usando fuego real contra civiles desarmados. Desde hace dos semanas, ya no usan ca?ones de agua o gases lacrim¨®genos, sino balas e incluso lanzagranadas¡±, denuncia indignado Tariq Noman, un destacado cirujano del coraz¨®n que ejerce como coordinador del hospital de campa?a de la revuelta.
Tres centenares de voluntarios, entre m¨¦dicos, anestesistas, enfermeras y farmac¨¦uticos atienden por turnos este improvisado sanatorio instalado en la mezquita de la Universidad.
¡°Desde el inicio de las protestas, los hospitales del Gobierno han rechazado a los manifestantes heridos y cuando por su gravedad les han atendido, han dejado que la polic¨ªa entrara a detenerlos¡±, cuenta Noman. El cirujano no oculta su malestar ante la gesti¨®n del presidente Ali Abdal¨¢ Saleh.
¡°No s¨®lo ha destruido el pa¨ªs sino lo que es m¨¢s grave ha destruido su futuro", afirma tras repasar de un tir¨®n la historia reciente de uno de los pa¨ªses m¨¢s pobres y menos desarrollados del mundo.
¡°Aqu¨ª s¨®lo practicamos los primeros auxilios y los casos graves los derivamos a cinco hospitales privados que nos han ofrecido su colaboraci¨®n gratuita¡±, explica. Sin embargo, tras los sucesos de los d¨ªas 18 y 19 de septiembre, esos centros les avisaron de que estaban al l¨ªmite de su capacidad y que no pod¨ªan recibir m¨¢s heridos. ¡°Entonces, habilitamos la planta baja de la Facultad de Comercio para alojar a los que ya han sido intervenidos y s¨®lo requieren seguimiento¡±.
Eso les ha permitido seguir atendiendo nuevos casos. S¨®lo entre el domingo y el lunes, asegura, ¡°se han producido siete muertos en los combates que han tenido lugar en el cruce de las calles Haiel y Diecis¨¦is¡±. No tiene cifras de heridos aunque desde hace dos semanas han tratado a 950.
?Por qu¨¦ no les han atendido en el Hospital Republicano que est¨¢ m¨¢s cerca? ¡°Porque se ha convertido en una base militar para las fuerzas de Saleh¡±, responde, una denuncia de la que se ha hecho eco el Comit¨¦ Internacional de la Cruz Roja. All¨ª, un funcionario informa de que s¨®lo ingresaron ¡°seis personas, cuatro civiles a los que se atendi¨® de forma ambulatoria y dos polic¨ªas a los que se dio el alta dos d¨ªas despu¨¦s¡±.
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