Los amish salen de su silencio y denuncian ataques en EE UU
Varias familias sufren la verg¨¹enza de ver sus barbas y cabellos cortados por hombres de su misma fe que quieren dar "ejemplo"
Su alejamiento del mundo y de las leyes de los ingleses -como denominan a los que no pertenecen a su grupo- ha sido roto tras una serie de asaltos y ataques que han puesto en peligro su integridad f¨ªsica y moral. Tras revisar sus creencias y cuestionarse si deber¨ªan de colaborar con las autoridades o seguir al pie de la letra sus creencias de perdonar y poner la otra mejilla los amish optaron por hablar alto y claro y denunciar.
Denunciar que en los ¨²ltimos meses un grupo de hombres de su propia fe, que se han erigido en defensores de la ortodoxia y la virtud, han irrumpido en sus hogares a altas horas de la noche, les ha golpeado y les ha humillado con una de las peores ofensas que pueden sufrir los amish: a los hombres les han cortado la barba -que se dejan de por vida una vez que contraen nupcias-; a las mujeres el pelo.
¡°Sintieron que la ¨²nica manera de poner final a la violencia era denunciando¡±, asegura a la agencia Associated Press el sheriff Timothy Zimmerly, del Condado de Holmes (Ohio). Hasta el momento, cinco hombres han sido detenidos, todos ellos se encuentran ahora en libertad bajo fianza y enfrentan ma?ana mi¨¦rcoles su primera audiencia ante una corte de justicia .
Puede que a los ojos de los ingleses que te trasquilen la barba o te reduzcan la melena suene insignificante, pero la banda que lidera Sam Mullet, de 66 a?os, es consciente del da?o moral que infringe en sus v¨ªctimas. Seg¨²n los pocos relatos que han trascendido de los asaltados -cerrados a cal y canto hacia la prensa-, los verdugos aseguraron que estaban ¡°en una misi¨®n religiosa¡± cuando, por ejemplo, entraron por la fuerza en casa de Myron Miller y su esposa, Arlene, y armados de tijeras y maquinillas de afeitar dieron buena cuenta de barbas y pelos.
Esa es su versi¨®n, su justificaci¨®n para llevar a cabo ataques concretos contra familias concretas. Que se mantenga la pureza de su fe y que se castigue cualquier desviaci¨®n. Para Arlene, la esposa humillada de Myron Miller, se trata de ¡°pura y simple venganza¡±. Sam Mullet lleg¨® a la peque?a comunidad de Bergholz, cercana a Carrol y al r¨ªo Ohio, en 1995. Entonces ya le preced¨ªa su fama de solitario y mis¨¢ntropo. Tambi¨¦n la de pendenciero y provocador.
Sus conflictos con la gente ajena a la cerrada comunidad amish de Bergholz -120 habitantes- no han parado de crecer en los ¨²ltimos a?os: Mullet amenaz¨® con matar al sheriff tras perder la batalla por una custodia y de que uno de sus hijos acabase en la c¨¢rcel acusado de haber abusado sexualmente de una ni?a de 12 a?os.
Pero el punto de inflexi¨®n en la ira de Mullet lleg¨®, seg¨²n relata The New York Times, cuando l¨ªderes amish le prohibieron excomulgar a una serie de familias que hab¨ªan renunciado a ese modo de vida, anclado en un siglo en el que no exist¨ªa ni luz el¨¦ctrica ni coches ni tel¨¦fono.
Desde entonces, el resentimiento creci¨® en su interior y ha culminado en los ataques de los ¨²ltimos meses, que siempre han sido protagonizados por sus hijos y un yerno mientras ¨¦l espera su regreso a casa con los trofeos de pelos de barbas y matas de cabello femenino como si fueran las cabelleras que arrancaban los indios a sus enemigos.
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