La paz y sus facturas
ETA va a desaparecer. No parece haber discusi¨®n alguna sobre esto. Y la raz¨®n fundamental es porque ha sido derrotada. El ritmo de reproducci¨®n de sus comandos, es decir, el ciclo de adoctrinamiento, reclutamiento y entrenamiento, hace ya tiempo que era mucho m¨¢s lento que el ritmo de desarticulaci¨®n policial. M¨¦rito de las distintas polic¨ªas ocupadas del asunto y de los ministros del Interior. Pero no es la ¨²nica raz¨®n para la extinci¨®n de ETA: las hay y muy poderosas de orden internacional.
Tres derrotas en una entonces: una derrota militar de su estructura armada, una derrota pol¨ªtica de una organizaci¨®n que ha usado la violencia para financiarse, hacer propaganda u obtener ventajas incluso electorales y una derrota moral de quienes, militantes, seguidores o votantes, menosprecian la vida humana y sit¨²an sus ideas o quimeras pol¨ªticas por encima de la convivencia y del respeto a sus vecinos. Sin contar con las sucesivas derrotas jur¨ªdicas de sus brazos pol¨ªticos, que llegan hasta el tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo.
Los nacionalistas quieren evitar que la derrota de ETA se convierta tambi¨¦n en una derrota del nacionalismo y llevan raz¨®n, aunque el riesgo es evidente. V¨¦ase el caso del nacionalismo alem¨¢n, descalificado hasta nuestros d¨ªas gracias a su total sumisi¨®n a un proyecto genocida. Est¨¢ claro que el sector m¨¢s afectado e infectado por ETA es el nacionalismo radical, que lo es en sus ideas independentistas pero sobre todo en su inhibici¨®n moral a la hora de escoger esos m¨¦todos execrables o de sacar provecho de los atentados como si nada tuvieran que ver con ellos. Pero ni siquiera el radicalismo independentista merece ser contagiado por la derrota de ETA. Al contrario: la derrota de la violencia pol¨ªtica debiera servir para legitimar el combate independentista democr¨¢tico y pac¨ªfico.
Las dos horas de conferencia de paz organizada ayer en San Sebasti¨¢n merecen un an¨¢lisis detallado. Y la correspondiente cr¨ªtica, claro que s¨ª. Lo que no merecen es esa artiller¨ªa de ep¨ªtetos e insultos utilizados por la derecha espa?ola, tan c¨®moda en su radicalismo verbal, que termina metiendo en el mismo saco a ETA, a los nacionalistas, a los socialistas vascos por asistir, al gobierno de Zapatero por callar y a Kofi Annan, Gro Harlem Brutland, Jerry Adams, Berti Ahern y Pierre Joxe por ofrecerse a encabezarla.
Es muy plausible que la conferencia sea un ejercicio vac¨ªo. ?til solo para adornar la rendici¨®n de ETA como si fuera el resultado de una paz acordada. Todos sabemos que no es as¨ª. Los abertzales quieren vestir la derrota y convertir la humillaci¨®n del final en la victoria de un nuevo comienzo, que adem¨¢s les d¨¦ r¨¦ditos electorales. Han pasado de buscar paz por presos, o paz por paz a falta de otra cosa, a contentarse con paz por elecciones. Si les siguen poniendo las cosas a huevo, es posible incluso que consigan sacar rendimientos extra entre unos electores m¨¢s que hartos de ETA y sometidos en alguna medida al s¨ªndrome de Estocolmo.
Hay algo muy positivo en la declaraci¨®n de la conferencia, que no es posible tergiversar: ¡°Llamamos a ETA a hacer una declaraci¨®n p¨²blica de cese definitivo de la actividad armada¡±. Todo lo que sigue a esta frase contundente y clara pertenece al reino de los matices y las ambig¨¹edades m¨¢s o menos calculadas. No pide un di¨¢logo entre ETA y los gobiernos de Espa?a y Francia, sino que ETA lo solicite. Dejen las armas y pidan dialogar a los dos gobiernos es lo que dice el primer punto, y una vez hecho esto, estas personalidades internacionales ¡®instan¡¯ a los gobiernos a dar la bienvenida a la declaraci¨®n e iniciar las conversaciones. Nada dicen de c¨®mo debe hacerse esto, ni de qu¨¦ tipo de conversaciones deben organizarse.
No hay distinci¨®n entre v¨ªctimas y victimarios en el tercer punto de la declaraci¨®n, es cierto. Se habla de ¡°todas las v¨ªctimas¡±, pero se hace en t¨¦rminos tan generales y respetuosos que se hace dif¨ªcil convertir este punto en una vejaci¨®n como algunos pretenden. Han hecho muy bien los familiares de v¨ªctimas agrupados en una de las asociaciones en entregar una detallada y excelente documentaci¨®n sobre las m¨¢s de 800 personas asesinadas. No hay simetr¨ªa posible entre v¨ªctimas y verdugos, pero no estamos ante una rendici¨®n de ETA sino ante un intento de reintegraci¨®n en la sociedad vasca de un amplio sector abertzale que no sab¨ªa hacer pol¨ªtica sin utilizar la violencia.
Los dos puntos siguientes han suscitado todav¨ªa m¨¢s reticencias. Los intermediarios aluden a su experiencia en la resoluci¨®n de conflictos, y a partir de eso sugieren y apuntan iniciativas que puedan ser ¨²tiles para avanzar, es decir, para que ETA deje definitivamente las armas. Sugieren, por ejemplo, ¡°que los actores no violentos y representantes pol¨ªticos se re¨²nan y discutan cuestiones pol¨ªticas¡±. Lo mismo dicen de las ayuda que puede proporcionar una eventual ¡°consulta ciudadana¡±. Tambi¨¦n insin¨²an que unos intermediarios, ellos mismos, pueden echar una mano en la ayuda al di¨¢logo y en el seguimiento del proceso.
Todo esto, obviamente, es discutible. ?Por qu¨¦ no esperamos a discutirlo despu¨¦s de que ETA haya hecho caso al primer punto? ?Qu¨¦ nos lleva a pelearnos por las sugerencias e insinuaciones si todos sabemos que tienen como objetivo convencer a ETA de que deje de una vez las armas? Ser¨ªa un mal negocio que nuestras sutiles razones democr¨¢ticas impidieran o retrasaran el abandono definitivo de la violencia.
ETA quiere salvar la cara, al menos ante sus propios partidarios o sus hipot¨¦ticos electores. Si el precio que hay que pagar para que salve la cara es esta declaraci¨®n hay que decir que ETA pide calderilla, aunque algunos consideran cualquier precio, por peque?o que sea, como una fortuna inadmisible.
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