Sin Gadafi
Una Libia fragmentada tiene por delante la tit¨¢nica tarea de construir un Estado democr¨¢tico
La captura y muerte del coronel Gadafi en el asedio de Sirte, su ciudad natal y ¨²ltimo baluarte, cierra un cap¨ªtulo trascendental en la historia de Libia, m¨¢s all¨¢ de las dram¨¢ticas circunstancias que hayan concurrido en ella, incluida la participaci¨®n de la OTAN en los ataques que facilitaron la captura del dictador por las tropas rebeldes ¡ªla ONU ha exigido una investigaci¨®n¡ª. El r¨¦gimen de Gadafi se hab¨ªa desplomado meses atr¨¢s, pero la desaparici¨®n de quien lo encarnaba sella irremisiblemente una largu¨ªsima era de despotismo y represi¨®n de la que un pueblo todav¨ªa alzado intenta librarse ansiosamente. Para mantenerse en el poder 42 a?os, Gadafi, un manipulador nato, desarroll¨® un enfermizo culto a la personalidad y control¨® f¨¦rreamente un Estado policiaco, que extirp¨® cualquier libertad y recurri¨® sistem¨¢ticamente a la c¨¢rcel, el asesinato y la tortura. En el escenario internacional dej¨® una terrible huella en forma de patrocinio de casi cualquier intriga terrorista.
?Pero la muerte de Gadafi en una Libia en armas no representa presumiblemente m¨¢s que el final del principio. Los insurgentes libios y su poder interino, en el que existen divergencias de calado, hacen frente a la tarea tit¨¢nica de insuflar alg¨²n orden en lo que b¨¢sicamente es un rompecabezas dispar de milicias, civiles armados, grupos religiosos y pol¨ªticos y representaciones regionales y tribales, compitiendo por separado por un lugar al sol en el nuevo horizonte. Lo que ha aglutinado a los sublevados, en la estela de la llama prendida primero en T¨²nez y Egipto, ha sido la liquidaci¨®n de la tiran¨ªa. Cumplido este objetivo, lo dem¨¢s est¨¢ por hacer en el pa¨ªs norteafricano que mana petr¨®leo, unos 32.000 millones de d¨®lares en 2010.
Misi¨®n inmediata del Consejo Nacional interino es manejar las enormes expectativas de seis millones de libios, entre las cuales no es la menor obtener alg¨²n bienestar despu¨¦s de ocho meses de guerra civil. Y en otro plano, tambi¨¦n decisivo, la de intentar poner en pie el embri¨®n de un Estado democr¨¢tico. La agenda anunciada el mes pasado por el primer ministro de hecho, Mahmud Jibril ¡ªun laico formado en Estados Unidos y en quien se concitan muchas enemistades¡ª, estipula que a la ca¨ªda de Sirte se formar¨¢ en un mes un Gobierno provisional, lo que implicar¨ªa tanto la dimisi¨®n de Jibril como la del l¨ªder islamista Abdel Hakim Belhaj, su adversario, cuyas fuerzas controlan Tr¨ªpoli, y la del propio presidente del Consejo provisional, Mustaf¨¢ Abdel Jalil. En ocho meses, un Congreso Nacional de 200 miembros dar¨ªa v¨ªa libre a elecciones multipartidistas y una nueva Constituci¨®n, en 2013.
Cumplir ese ambicioso programa resulta muy dif¨ªcil. Implica ser capaz de controlar y desarmar a una pl¨¦tora de milicias, encauzar rivalidades ideol¨®gicas entre islamistas y laicos o desactivar aspiraciones de poder regionales e incluso locales, alimentadas en los agravios infligidos durante a?os por el d¨¦spota desaparecido. La manera en que se ha desarrollado la revuelta libia, su dispersi¨®n geogr¨¢fica y su car¨¢cter localista alimentan un serio potencial de conflicto, al que no ayudar¨¢ el hecho de que la intervenci¨®n armada occidental haya sido decisiva en la ca¨ªda y muerte de Gadafi.
Libia debe aplicarse desde este momento a dirigir por s¨ª misma una transici¨®n pre?ada de obst¨¢culos, en la que hay que evitar tanto un vac¨ªo pol¨ªtico como la pugna abierta entre quienes hasta ayer ten¨ªan un objetivo com¨²n. El man¨¢ petrol¨ªfero ¡ªque se espera recupere en poco m¨¢s de un a?o los 1.600.000 barriles diarios previos a la guerra¡ª y el progresivo reintegro internacional de los m¨¢s de 50.000 millones de d¨®lares congelados durante el conflicto, deber¨ªan resultar palancas decisivas en el empe?o.
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