?Es la democracia lo ¨²nico que est¨¢ en juego en Kirguizist¨¢n?
Lograr una cierta estabilidad y evitar un nuevo estallido de violencia que ponga a la rep¨²blica centroasi¨¢tica al borde del colapso son el objetivo inmediato ante las presidenciales del domingo
Probablemente, ya no. Y eso, a pesar de que Kirguizist¨¢n es la ¨²nica rep¨²blica centroasi¨¢tica en la que el Parlamento tiene un papel relevante, en la que la presidenta (interina) no trata de acaparar el poder, en la que hay diversos l¨ªderes y partidos con peso espec¨ªfico y en la que la existe una activa sociedad civil. Sin embargo, el deterioro general de la situaci¨®n en los ¨²ltimos a?os, incluyendo las graves tensiones ¨¦tnicas en el sur, han cambiado las prioridades en la agenda del pa¨ªs y sus ciudadanos. Lograr una cierta estabilidad y evitar un nuevo estallido de violencia que sit¨²en a Kirguizist¨¢n al borde del colapso son el objetivo inmediato ante las elecciones presidenciales que se celebran el domingo 30 de octubre.
El hasta hace poco primer ministro, Almazbek Atamb¨¢yev, es el m¨¢ximo favorito en estos comicios. Su triunfo dif¨ªcilmente ilusiona, pero, dadas las circunstancias, se le puede considerar un mal menor. Nacionalismo agresivo y talante violento son las se?as de identidad de los otros candidatos con m¨¢s posibilidades, Adaj¨¢n Madum¨¢rov y Kamchybek Tash¨ªev. Especialmente este ¨²ltimo, un exboxeador pendenciero que recluta a muchos de sus cuadros entre lo m¨¢s granado de los gimnasios m¨¢s s¨®rdidos. Muchos de sus seguidores, por cierto, fueron los principales instigadores y ejecutores del estallido de violencia ¨¦tnica de junio de 2010 que se sald¨® con casi 500 muertos, 2.000 heridos, 400.000 desplazados y 3.000 viviendas y negocios destruidos, en su mayor parte pertenecientes a la minor¨ªa uzbeka, principal v¨ªctima de este brutal episodio.
La necesidad ¡ªm¨¢s que probable¡ª de recurrir a una segunda vuelta con los dos candidatos m¨¢s votados tensar¨¢ mucho la situaci¨®n. La costumbre de organizar algaradas callejeras como medio de presi¨®n est¨¢ demasiado extendida como para no resultar previsible, especialmente si entre el segundo y el tercer clasificado se da una diferencia de votos estrecha. De igual forma, una agudizaci¨®n de las tensiones regionales intrakirguises es previsible durante la segunda vuelta. La fractura norte-sur es clave en el panorama pol¨ªtico kirgu¨ªs. Atamb¨¢yev cuenta con respaldo en las siete provincias (oblast) del pa¨ªs y, de hecho, es el ¨²nico candidato que puede presumir de ello, pero representa a la elite del norte; mientras que Tash¨ªev, el m¨¢ximo favorito para acompa?arle en una segunda vuelta, o Madum¨¢rov, son candidatos del sur, de Jalalabad y Osh respectivamente. Es decir, de las capitales de la zona meridional y de la parte kirgu¨ªs del valle de Fergana, epicentro del fen¨®meno islamista en Asia Central y que concentra los principales problemas de seguridad y gobernabilidad regionales.
Con toda seguridad, salga quien salga elegido nuevo presidente de Kirguizist¨¢n tratar¨¢ de reforzar sus poderes en detrimento de los del Parlamento, tal como establece la Constituci¨®n adoptada mediante refer¨¦ndum hace un a?o. La sempiterna crisis pol¨ªtica y econ¨®mica kirgu¨ªs limita el entusiasmo y el margen de maniobra de los que apuestan por la democracia parlamentaria tanto dentro como fuera del pa¨ªs. Un respaldo t¨¢cito o un desinter¨¦s manifiesto son las reacciones previsibles entre las grandes potencias ante una hipot¨¦tica reconcentraci¨®n del poder en manos del presidente. Ni Rusia ni China, en particular la primera, se muestran especialmente entusiastas con el establecimiento de un r¨¦gimen parlamentario en Kirguizist¨¢n. En palabras del presidente ruso, Dmitri Medv¨¦dev, esto no hace sino facilitar la toma del poder por parte de islamistas extremistas. Los ecos de la primavera ¨¢rabe apenas se han dejado sentir en Asia Central y tampoco han influido demasiado en el enfoque y la agenda para la regi¨®n tanto de la UE como de Estados Unidos. Por mucho que ambas hayan respaldado la opci¨®n democratizadora en Kirguizist¨¢n, su voluntad e incluso su capacidad, especialmente en el caso europeo, para influir de forma decisiva en la realidad kirgu¨ªs son limitadas. Adem¨¢s, la situaci¨®n es tan incierta, y las perspectivas tan sombr¨ªas, que cualquier opci¨®n que garantice cierta estabilidad y evite un colapso traum¨¢tico del pa¨ªs puede resultar aceptable para Washington y Bruselas, concentradas ambas en facilitar la retirada del grueso de las tropas de Afganist¨¢n. Por todo ello, si la situaci¨®n estalla, es poco probable que ninguno de estos actores se muestre dispuesto a intervenir en el agitado y complejo avispero en el que tiene visos de convertirse Kirguizist¨¢n.
La inquietante deriva de la apuesta kirgu¨ªs por el parlamentarismo sirve de excusa argumental a los reg¨ªmenes autocr¨¢ticos de los pa¨ªses vecinos. Lo m¨¢s preocupante es que este discurso cala en el imaginario colectivo centroasi¨¢tico. La democracia no ha sido m¨¢s que un mero recurso ret¨®rico en manos de los dirigentes locales en un periodo marcado por el latrocinio y el auge de las tensiones. Y lo cierto es que precedentes como la guerra civil a principios de los noventa en Tadzhikist¨¢n, la crisis de Andizh¨¢n en mayo de 2005, las revueltas en Bishkek en abril de 2010 o los ciclos de violencia inter¨¦tnica en Osh y Jalalabad en junio de 1990 y 2010, obligan a no descartar ning¨²n escenario en las aparentemente estables pero previsiblemente conflictivas rep¨²blicas centroasi¨¢ticas.
Nicol¨¢s de Pedro, investigador del Centro de Estudios Internacionales de Barcelona (CIDOB).
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