Retratos del poder
Las cumbres son ¨²tiles al menos para reconocer cambios en la correlaci¨®n internacional de fuerzas
Hay un gran escepticismo sobre la utilidad de las cumbres internacionales, con frecuencia compartido o incluso promovido por muchos de los gobiernos que asisten a ellas. A excepci¨®n, claro est¨¢, del pa¨ªs anfitri¨®n y organizador, cuyo correspondiente presidente o jefe de Gobierno suele buscar en su celebraci¨®n una oportunidad para afirmar su prestigio en la escena internacional y en ocasiones para dar lustre a su imagen interior con vistas a las siguientes elecciones.
Los primeros en creer en la utilidad de las cumbres son quienes realizan sonoras y, a veces, virulentas protestas en las ciudades donde se re¨²nen: creen que efectivamente son concili¨¢bulos donde se toman decisiones trascendentes y se cambia el rumbo del mundo. Nada m¨¢s lejano a la realidad: lo caracter¨ªstico es su incapacidad para sacar conclusiones pr¨¢cticas y, a veces, incluso para redactar sus vaporosas conclusiones escritas.
Hay algo que nadie puede discutir respecto a la funcionalidad de las cumbres. Son una ocasi¨®n ¨²nica para obtener, junto a la foto de familia donde aparecen sonrientes los jefes de Estado y de Gobierno en feliz asamblea, otra foto m¨¢s interesante, una especie de radiograf¨ªa sobre la realidad del poder y de su distribuci¨®n en el mundo. En situaciones especialmente vertiginosas en cuanto a desplazamientos de poder mundial e incluso dentro de los pa¨ªses, las cumbres adquieren un inter¨¦s adicional en la medida en que se convierten en la imagen fija que capta en un instante esta din¨¢mica todav¨ªa desconocida.
Eso es lo que est¨¢ ocurriendo estos d¨ªas en Cannes, la ciudad de la Costa Azul francesa donde se re¨²ne, bajo presidencia de Nicolas Sarkozy, la sexta cumbre del G20, el grupo de las veinte y pico econom¨ªas m¨¢s potentes del mundo. Lo m¨¢s dram¨¢tico de la dudosa utilidad de estas reuniones es que no hay ninguna otra f¨®rmula que pueda servir para al menos ensayar algo parecido a un mundo gobernado. No sirve ya el G8 (antes G7), excesivamente antiguo y occidental, superado por los pa¨ªses emergentes presenten en el G20. Y tampoco funciona el virtual G2 (China y Estados Unidos), pues esta relaci¨®n bilateral no es meramente cooperativa, sino que tiene muchos elementos de ¨¢spera competencia. Lo que no haga el G20 no lo har¨¢ nadie.
Francia, a cargo de la presidencia este a?o, ha hecho un trabajo concienzudo de trabajos previos a la reuni¨®n, pero la realidad no respeta los ¨®rdenes del d¨ªa ni los preparativos de las cumbres. Su presidente Sarkozy quer¨ªa conseguir pasos tangibles en la limitaci¨®n de los incrementos de precio de las materias primas, en coordinaci¨®n monetaria, regulaci¨®n financiera e impulso al crecimiento y el empleo. Tambi¨¦n esperaba que la cumbre diera el espaldarazo a las medidas aprobadas en el ¨²ltimo Consejo Europeo de recapitalizaci¨®n de la banca, quita de la deuda griega y ampliaci¨®n del fondo de rescate. No contaba con que Yorgos Papandreu, jefe de Gobierno de un pa¨ªs de 11 millones de habitantes que representa solo el dos por ciento del PIB de la UE y no est¨¢ en el G20, har¨ªa de aguafiestas del ensayo de gobierno mundial con el anuncio de refer¨¦ndum y le cambiar¨ªa el orden del d¨ªa. Por mucho que se hable de otras cosas, todos estar¨¢n pensando y discutiendo sobre la consulta griega, que amenaza desde su discreto tama?o con enturbiar el horizonte europeo e incluso global.
Lo que ha hecho Papandreu no es extra?o en momentos de redistribuci¨®n del poder y de cambio, en los que se producen situaciones parad¨®jicas, con margen para los m¨¢s peque?os para retar a los m¨¢s poderosos. Le ha ocurrido a Obama con el Gobierno de Israel respecto a su exigencia de congelaci¨®n de los asentamientos en territorio palestino y de respeto de las fronteras anteriores a 1967. O tambi¨¦n con la Autoridad Palestina respecto a su reconocimiento internacional en Naciones Unidas y la Unesco. Y ahora le acaba de pasar a Angela Merkel, y con ella al Eurogrupo, justo cuando acababa de proclamarse patrona indiscutible de la UE.
Obama teme que Europa arrastre a la econom¨ªa de su pa¨ªs a una segunda recesi¨®n, que le dejar¨ªa al pie de los caballos en 2012, justo en su campa?a electoral para la reelecci¨®n. Poco puede aportar para evitarlo, aparte de los buenos consejos, en comparaci¨®n con China, el pa¨ªs cortejado por Europa para suministrar financiaci¨®n a ese fondo de rescate que Grecia somete a refer¨¦ndum. Al presidente chino, Hu Jintao, le viene de perlas esta extra?a situaci¨®n, en la que le ser¨¢ mucho m¨¢s f¨¢cil esquivar las persistentes insinuaciones sobre su moneda excesivamente depreciada y pedir en cambio que se reconozca plenamente a su sistema como una econom¨ªa de mercado. Para la UE, este tipo de reuniones, en las que suele estar sobre representada, son f¨¢cil ocasi¨®n para reflejar sus divisiones internas; pero esta vez, en cambio, quedar¨¢ en evidencia y retratada por su lentitud y su escasa pericia a la hora de gobernarse a s¨ª misma.
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