La segunda oportunidad de Alemania
La profundizaci¨®n de la eurozona quiz¨¢ suponga el debilitamiento de la Uni¨®n Europea
En los mismos d¨ªas en los que conmemora el 22? aniversario de la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn, Alemania se enfrenta a su mayor reto exterior desde aquella liberaci¨®n y unificaci¨®n tan milagrosamente pac¨ªfica. De c¨®mo maneje la crisis de la eurozona depender¨¢ el veredicto de las futuras generaciones sobre el uso que ha hecho la primera potencia europea de lo que el historiador Fritz Stern llam¨® su ¡°segunda oportunidad¡±. A principios del siglo XX, Alemania desperdici¨® de forma espectacular su primera ocasi¨®n de ser una potencia econ¨®mica y cultural din¨¢mica, innovadora y ascendiente. ?Lo har¨¢ mejor esta vez, a comienzos del siglo XXI?
El reto no es solo el que puede ver cualquier indignado votante alem¨¢n: salvar la eurozona sin abandonar los queridos principios alemanes de disciplina fiscal. Adem¨¢s de eso, y aunque se hable demasiado poco de esta cuesti¨®n, en Berl¨ªn existe una tarea m¨¢s amplia y dif¨ªcil.
Si se salva la eurozona, ser¨¢ en forma de uni¨®n fiscal, en gran medida con arreglo a las condiciones que desea Alemania. Un veterano pol¨ªtico me explica que Alemania es el ¡°hegem¨®n de la estabilidad¡±. Grecia y Portugal, pero tambi¨¦n Italia y Francia, deben ¡°hacer los deberes¡± para cumplir esos estrictos criterios de disciplina presupuestaria y salarial. Para cualquiera que recuerde la vieja relaci¨®n franco-alemana, cuando Helmut Kohl dec¨ªa que ¡°uno debe inclinarse siempre tres veces delante de la tricolor¡±, el lenguaje que emplean los alemanes ahora para hablar de su antiguo socio preferencial es sorprendente. ¡°Francia debe decidir si quiere estar en la periferia o en el n¨²cleo¡±, afirma un pol¨ªtico. No cabe duda de qui¨¦n lleva los pantalones hoy, y no es precisamente el pesado hombrecillo de Par¨ªs.
Seguramente, casi todos, si no todos, los 17 miembros actuales de la eurozona, incluida Italia tras Berlusconi, conseguir¨¢n permanecer y cumplir esas condiciones tan duras, aunque su pr¨¢ctica interna ir¨¢ por detr¨¢s de la teor¨ªa. (Me extra?ar¨ªa que Grecia siga siendo miembro de la eurozona en 2015). De los 10 Estados miembros de la UE que no est¨¢n en la eurozona, ocho est¨¢n obligados por tratado a incorporarse a ella. Si la eurozona se salva ¡ªque no est¨¢ nada claro¡ª, pa¨ªses como Polonia se esforzar¨¢n para formar parte de lo que consideran el n¨²cleo duro de la UE, no solo en lo econ¨®mico sino en lo pol¨ªtico.
No debemos ignorar los peligros de avanzar sin que exista un acuerdo de toda la UE
Eso dejar¨ªa a otros Estados miembros que, o bien podr¨ªan estar en esa uni¨®n monetaria y fiscal pero no quieren (europeos del norte como Dinamarca y Reino Unido), o querr¨ªan estar pero no podr¨ªan soportarlo (europeos del sur como Grecia). Adem¨¢s, hay otros pa¨ªses europeos (Noruega, Suiza, varios del Este) que no son miembros de la UE. Para este proyecto, el que m¨¢s importa es Reino Unido, una gran
econom¨ªa del norte de Europa, que acoge la City londinense, y una de las tres grandes potencias pol¨ªticas europeas.
La cuesti¨®n, por tanto, aparte del problema m¨¢s inmediato, es c¨®mo encajar el reforzamiento y la conversi¨®n de la eurozona en una uni¨®n fiscal dentro de la arquitectura general de la UE y Europa en su conjunto. ?C¨®mo asegurar que la unificaci¨®n de la eurozona no lleve a la desunificaci¨®n de la UE? Los responsables pol¨ªticos alemanes tienen preparada una respuesta. Quieren que en el pr¨®ximo Consejo Europeo, en diciembre, los 27 miembros de la UE inicien el proceso de negociaci¨®n de una modificaci¨®n del tratado de la UE. Les gustar¨ªa que la negociaci¨®n est¨¦ concluida para las elecciones generales alemanas, en 2013. De esa forma, las instituciones actuales de la UE podr¨ªan encargarse, al menos en parte, de la supervisi¨®n presupuestaria de los Estados miembros de la eurozona. Y de esa forma, los dem¨¢s Estados miembros, tanto los que dicen que tienen intenci¨®n de unirse un d¨ªa a la eurozona como los que no tienen dichos planes, tendr¨ªan algo que decir, por lo menos en el dise?o de una estructura que afectar¨¢ de manera inevitable a todo el mercado ¨²nico.
El hombre para el que todo esto supone una tortura es David Cameron. Por un lado, est¨¢ desesperado por sentarse a la mesa en Bruselas cada vez que se discuten estos asuntos. Por otro, est¨¢ desesperado por evitar involucrarse en nada que pueda acabar interpret¨¢ndose como m¨¢s traspaso de poder a Bruselas y, por consiguiente, pueda provocar la convocatoria de un refer¨¦ndum que tiene miedo de perder. Los jerarcas m¨¢s astutos pueden dar una explicaci¨®n jesu¨ªtica que sea la cuadratura del c¨ªrculo y asegurar que el tratado de la UE que saliera de esas negociaciones solo afectar¨ªa a los miembros de la eurozona pero las bases del partido de Cameron y la prensa euroesc¨¦ptica gritar¨¢n: ¡°?Mentira!¡±. Y, la verdad, tendr¨¢n raz¨®n. Cualquier profundizaci¨®n de la eurozona cambiar¨¢ por completo la arquitectura de la UE.
Ahora bien, si Cameron se limita a decir no en diciembre, las autoridades alemanas han dicho con claridad que seguir¨¢n adelante, seguramente con un tratado aparte de ¡°cooperaci¨®n reforzada¡± que incluya a los 17 miembros actuales de la eurozona, o quiz¨¢ con una negociaci¨®n de los 24 o 25 miembros de la UE que deseen tener voz a la hora de decidir las reglas de un euroclub en el que, a diferencia de Reino Unido, ellos s¨ª quieren entrar. El decano de los juristas de la Uni¨®n, Jean-Claude Piris, dice que ambas cosas son posibles desde el punto de vista legal.
Mientras nos precipitamos hacia este momento decisivo, tanto Reino Unido como Alemania deben detenerse a reflexionar. Reino Unido debe tomar m¨¢s en serio el argumento esencial de los alemanes, que es que el tipo de disciplina presupuestaria, salarial y de deuda que ellos practican desde hace una d¨¦cada con tan magn¨ªficos resultados es precisamente lo que necesita Europa. ?C¨®mo, si no, vamos a competir con las potencias econ¨®micas emergentes del siglo XXI y, al mismo tiempo, seguir financiando las pensiones y la sanidad de nuestras poblaciones envejecidas? En caso contrario, dice una autoridad alemana, ya podemos irnos resignando a ser como Venecia, hundi¨¦ndonos en una decadencia hermosa pero inundada. Lo ir¨®nico es que esa disciplina protestante y propia del norte de Europa es lo que el Gobierno conservador-liberal brit¨¢nico est¨¢ tratando de ejercer en su propio pa¨ªs. Solo que no quiere que venga ning¨²n Lutero a decirle c¨®mo tiene que hacer la reforma.
Alemania, por su parte, debe preguntarse hasta qu¨¦ punto es realista esperar que la mayor¨ªa de los europeos se comporten como los alemanes. Si lo hicieran, si todos se convirtieran en grandes ahorradores y exportadores, ?qui¨¦n comprar¨ªa sus productos? Asimismo debe tener en cuenta que muchos considerar¨¢n esa eurozona profundizada como una Europa alemana.
Hace 20 a?os, los alemanes repet¨ªan sin cesar el deseo expresado por Thomas Mann tras 1945 de ver ¡°no una Europa alemana sino una Alemania europea¡±. Hoy se oye en Berl¨ªn una variante curiosa: ¡°una Alemania europea en una Europa alemana¡±. Para asegurar el futuro de Europa en un mundo muy competitivo, no estar¨ªa mal tener una Europa algo m¨¢s ¡°alemana¡± en el sentido econ¨®mico. Peor ser¨ªa tener una Europa griega, por ejemplo. Adem¨¢s, la actitud exigente de Alemania le da a su Gobierno buenos resultados con su opini¨®n p¨²blica. Pero no hay que minusvalorar las inquietudes que esa perspectiva tambi¨¦n puede suscitar, por ejemplo, en Reino Unido. Al fin y al cabo, si no recuerdo mal, el hecho de que se torciera la primera oportunidad hist¨®rica de Alemania tuvo algo que ver con eso. No debemos ignorar los peligros de avanzar sin que exista un acuerdo de toda la UE, aunque queden dos o tres Estados al margen.
La conclusi¨®n es evidente. La tarea que tienen los estadistas alemanes, brit¨¢nicos y europeos durante las pr¨®ximas semanas es encontrar una v¨ªa que permita profundizar la eurozona y, al mismo tiempo, preserve la unidad esencial de la UE. Es m¨¢s f¨¢cil decirlo que hacerlo.
Timothy Garton Ash es catedr¨¢tico de Estudios Europeos en la Universidad de Oxford, investigador titular en la Hoover Institution de la Universidad de Stanford.
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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