?xitos y retos del presidente de Colombia
Un a?o despu¨¦s de su elecci¨®n, Santos est¨¢ cerca de acabar con la guerrilla m¨¢s vieja de Latinoam¨¦rica
Colombia y su presidente, Juan Manuel Santos, van en caballo de hacienda. Hace un par de semanas, la Polic¨ªa Nacional y el Ej¨¦rcito arrinconaron y ejecutaron a Alfonso Cano, el entonces jefe de las FARC, una narcoguerrilla que gracias al apoyo internacional y al financiamiento procedente del tr¨¢fico de drogas ha estado combatiendo al Gobierno colombiano desde hace 40 a?os. La muerte de Cano (este es su nombre de guerra) fue la cuarta de una serie de comandantes de alto nivel eliminados a lo largo de los ¨²ltimos a?os: Ra¨²l Reyes en Ecuador, Manuel Marulanda, Tirofijo, el jefe fundador de las FARC que muri¨® de causas naturales agudizadas por la persecuci¨®n, y Jorge Brice?o o Mono Jojoy, el segundo de abordo y principal jefe militar de las FARC. Para todos fines pr¨¢cticos, estos golpes han descabezado a las FARC; los dos principales sobrevivientes del secretariado de siete miembros, Iv¨¢n M¨¢rquez y Timoshenko, se encuentran en Venezuela y carecen de la autoridad necesaria para comandar realmente a los 6.000 o 7.000 combatientes a¨²n presentes en las filas narcoguerrilleras. La desmovilizaci¨®n a la que llam¨® Santos, junto con una negociaci¨®n con todas las FARC o frente por frente (a la que no ha llamado Santos, y con raz¨®n por ahora), puede llegar a desvanecer a la guerrilla m¨¢s vieja de Am¨¦rica Latina en los pr¨®ximos meses.
Justo antes de esta proeza, Santos hab¨ªa cumplido con una de sus promesas de campa?a m¨¢s controvertidas (fue electo en 2010): desmantelar al servicio de inteligencia colombiano, conocido como el DAS, que hab¨ªa estado involucrado en una gran cantidad de esc¨¢ndalos de corrupci¨®n, de intervenciones telef¨®nicas ilegales, de represi¨®n, durante las Administraciones anteriores. El presidente orden¨® la creaci¨®n de una agencia de seguridad y de inteligencia enteramente nueva; qu¨¦ tan limpia y transparente ser¨¢, est¨¢ por verse; pero la desaparici¨®n del DAS representaba una condici¨®n necesaria, aunque no suficiente, para desaparecer las pr¨¢cticas del pasado.
Y sigue la mata dando. Apenas hace un mes, Colombia logr¨® lo que hab¨ªa estado buscando desde hace m¨¢s de un lustro: la ratificaci¨®n de su Acuerdo de Libre Comercio con Estados Unidos. Este ¨²ltimo hab¨ªa quedado en suspenso desde principios del segundo mandato del presidente George W. Bush, a pesar de su deseo manifiesto de que se aprobara; tambi¨¦n hab¨ªa permanecido en el limbo durante los primeros tres a?os de la Administraci¨®n del presidente Obama, a pesar, tambi¨¦n, de su deseo de consumarlo.
A pesar del crecimiento econ¨®mico que ha experimentado el pa¨ªs, sigue muy rezagado
Los dos motivos de oposici¨®n del Congreso de Estados Unidos eran de ¨ªndole y de validez diferentes: los sindicatos norteamericanos se opusieron al TLC por principio y por prop¨®sitos proteccionistas, pero activistas de derechos humanos tanto en el seno de los sindicatos como en la comunidad de ONG pensaban sinceramente que bajo la Administraci¨®n de ?lvaro Uribe, el anterior presidente de Colombia, el expediente del pa¨ªs en materia de derechos humanos dejaba mucho que desear y no autorizaba un cheque en blanco por parte del Congreso estadounidense. Al final, Santos pudo llegar a un acuerdo con Obama y con la bancada Dem¨®crata en la C¨¢mara de Representantes, seg¨²n el cual el cumplimiento con una serie de criterios y condiciones en materia de derechos sindicales y humanos ser¨ªa monitorizado a lo largo de un a?o despu¨¦s de que el TLC fuera ratificado.
Por supuesto que le sirvi¨® a Santos el tipo de relaci¨®n de confianza, aunque de sana distancia, que pudo forjar con grupos de derechos humanos como Amnist¨ªa Internacional y Human Rights Watch, al grado que esta ¨²ltima llevo a cabo la reuni¨®n anual de su Junta de Gobierno de 2011 el mes pasado en Colombia. La raz¨®n de este acercamiento yace justamente en los avances que se han producido en materia de derechos humanos durante el primer a?o del mandato de Santos.
El cap¨ªtulo m¨¢s importante de esos avances, que solo prosperar¨¢ plenamente si la guerrilla queda totalmente derrotada u obligada a capitular en la mesa de negociaci¨®n, es la Ley de Reparaci¨®n de V¨ªctimas y Restituci¨®n de Tierras. Santos logr¨® su aprobaci¨®n por un Congreso en el cual lo apoya casi el 95% de los legisladores. Se trata de una iniciativa de inmensa importancia, dadas los tres a cuatro millones de personas desplazadas durante la guerra colombiana de 40 a?os, la mayor¨ªa de ellos en el campo, los cientos de miles de v¨ªctimas que han dejado familias sin padres, esposos, hijos o hermanos. Reparar el da?o a las v¨ªctimas y restituir peque?as parcelas de tierras a sus antiguos due?os o usufructuarios es apenas justicia, pero es algo que nadie m¨¢s en Am¨¦rica Latina se hab¨ªa propuesto intentar a esta escala. Este seguramente es el principal compromiso de Santos, su promesa m¨¢s audaz y apuesta m¨¢s temeraria.
No es, sin embargo, su principal reto. Este reside en el intento de reducir la terrible desigualdad colombiana (el verdadero origen de sus guerras ancestrales), el car¨¢cter desastroso de su infraestructura, su infausto sistema de educaci¨®n, y la pobreza de mucha de su poblaci¨®n. A pesar del crecimiento econ¨®mico sostenido que ha experimentado el pa¨ªs a lo largo del ¨²ltimo decenio, sigue muy rezagado frente a naciones como Chile, M¨¦xico, Brasil y Uruguay en casi todos los indicadores econ¨®micos y sociales. Su clase media se ensancha, pero a¨²n no representa la mayor¨ªa de la poblaci¨®n, como s¨ª es el caso en estas otras sociedades.
El contraste con Chile es especialmente revelador, y muestra hasta qu¨¦ punto cuenta el liderazgo pol¨ªtico e intelectual. La larga y angosta naci¨®n andina presenta la mayor historia de ¨¦xito en Am¨¦rica Latina de los ¨²ltimos 20 a?os; su econom¨ªa est¨¢ pujante, manej¨® con habilidad y sin mayores trastornos la transici¨®n de dos decenios de gobierno de centro-izquierda a uno de centro-derecha. No obstante, hoy la sociedad chilena est¨¢ harta, su juventud aburrida, frustrada y resentida. El presidente Sebasti¨¢n Pi?era, un hombre de negocios exitoso y pensante, padece las tasas de aprobaci¨®n m¨¢s bajas de todos los mandatarios del hemisferio. Se ha visto acorralado por decenas de miles de estudiantes que a lo largo de todo el pa¨ªs protestan contra un sistema educativo de baja calidad, caro y discriminatorio, y denuncian la represi¨®n desatada por una polic¨ªa rebasada por el cansancio y la ausencia de mando.
Tanto Santos como Pi?era son pol¨ªticos procedentes del centro-derecha; ambos provienen de familias de abolengo y cuentan con experiencia en el mundo de los negocios. Poseen t¨ªtulos universitarios de Estados Unidos, hablan un ingl¨¦s perfecto, se sienten como peces en el agua fuera de sus respectivos pa¨ªses. Uno conduce de manera ejemplar a un pa¨ªs a¨²n en parte disfuncional; el otro dirige un peque?o reloj de naci¨®n, como ning¨²n otro en Am¨¦rica Latina, pero de manera deficiente. En otras palabras, la pol¨ªtica cuenta, o como dir¨ªan algunos: ¡°?Es la pol¨ªtica, est¨²pidos!¡±.
Jorge Casta?eda fue canciller mexicano y es profesor en la Universidad de Nueva York y en la Universidad Nacional Aut¨®noma de M¨¦xico (UNAM).
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