Afganist¨¢n, solo ante el peligro
Son muy difusos los planes para despu¨¦s de 2014, fecha en la que tendr¨¢ que valerse por s¨ª mismo. Si hoy se le apoya por su inseguridad, ma?ana habr¨¢ que seguir haci¨¦ndolo por su pobreza. Nada f¨¢cil en tiempos de crisis
Desde la invasi¨®n sovi¨¦tica de 1979, Afganist¨¢n figura en la agenda internacional como un asunto relevante. Y por ello resulta a¨²n m¨¢s chocante el alto nivel de ignorancia sobre sus din¨¢micas internas entre los actores internacionales implicados hoy en una campa?a militar que ha superado ya los 10 a?os. Si a esto se a?ade la arrogancia mostrada desde el inicio de la Operaci¨®n Libertad Duradera, en una mezcla escasamente efectiva de militarismo y cortoplacismo, podemos hacernos una mejor idea sobre los errores cometidos y sobre las enormes dificultades que tienen los casi 30 millones de afganos para resolver sus problemas.
En un alarde de forzado optimismo, desde el pasado 17 de julio ¡ªcuando se transfiri¨® a manos afganas la seguridad de tres provincias y cuatro municipalidades¡ª el discurso dominante insiste en que Afganist¨¢n ya est¨¢ irreversiblemente en camino para valerse por s¨ª mismo a partir de 2014. As¨ª ha vuelto a ocurrir en la Conferencia de Estambul (2 de noviembre) ¡ªcuando Hamid Karzai anunci¨® que, a partir de diciembre, comenzar¨¢ la segunda etapa de transferencia de la seguridad en 17 de las 34 provincias del pa¨ªs¡ª y as¨ª pasar¨¢ seguramente en la inminente Conferencia de Bonn (5 de diciembre). Y, sin embargo, ni la realidad actual ni las din¨¢micas en marcha apuntan en esa direcci¨®n.
Sin necesidad de remontarse a la defectuosa descolonizaci¨®n brit¨¢nica ¡ªla l¨ªnea Durand, que separa a los pastunes, sigue sin ser admitida como frontera com¨²n con Pakist¨¢n¡ª, puede tomarse como punto de arranque m¨¢s reciente de los errores cometidos el abandono que sigui¨® a la retirada sovi¨¦tica en 1989. En los a?os siguientes no solo se conform¨® la temible alianza entre Al Qaeda y el r¨¦gimen talib¨¢n ¡ªalimentado abiertamente por Islamabad, pero tambi¨¦n por Washington y algunas capitales ¨¢rabes, repitiendo lo realizado con los muyahidin¡ª, sino que tambi¨¦n se practic¨® una estrategia de parcheo tras el 11-S, que llev¨® a aceptar como aliados circunstanciales a se?ores de la guerra, a apostar por l¨ªderes tan incapaces como Karzai y a admitir que Pakist¨¢n se entrometiera a¨²n m¨¢s en buena parte del pa¨ªs. Adem¨¢s, en un nuevo gesto unilateralista y militarista, Washington decidi¨® invadir Irak (2003) sin haber rematado la tarea en Afganist¨¢n, ni contra Al Qaeda ni contra los talib¨¢n. De este modo, cuando se quiso rectificar el rumbo ya era demasiado tarde.
Tan solo en estos ¨²ltimos dos a?os ¡ªya con Obama en la presidencia y McChrystal al frente de ISAF¡ª ha habido planificaci¨®n y visi¨®n de m¨¢s largo plazo sobre el terreno. Hoy, con el general Allen a la cabeza (y tras el paso de Petraeus), ISAF est¨¢ centrada en labores de contrainsurgencia y de instrucci¨®n del Ej¨¦rcito Nacional Afgano (ANA) y la Polic¨ªa Nacional Afgana (ANP), con el objetivo simult¨¢neo de derrotar a los violentos y transferir la seguridad a los afganos antes de 2014. Aunque quepa valorar positivamente este giro, el problema principal es que ambos objetivos quedan fuera del alcance de ISAF.
Por un lado, porque carece de los medios necesarios para derrotar a un enemigo tan esquivo como los talib¨¢n. La cuenta atr¨¢s decidida por Obama ya ha comenzado ¡ªdisparando reacciones similares en otros aliados (?mantendr¨¢ el nuevo Gobierno espa?ol el calendario de retirada previsto a partir de enero del pr¨®ximo a?o?)¡ª y se acelerar¨¢ a¨²n en 2012, y nada indica que la rendici¨®n o derrota talib¨¢n est¨¦n pr¨®ximas. Al contrario, en un nuevo cambio de t¨¢ctica ¡ªobligado en parte por los ¨¦xitos de ISAF en estos ¨²ltimos tiempos, pero tambi¨¦n porque consideran que el paso del tiempo les favorece¡ª ahora prefieren dar golpes espectaculares ¡ªasesinato del hermanastro de Karzai y del expresidente Rabbani o incursiones en la te¨®ricamente inexpugnable zona verde¡ª, que magnifican su poder ante una poblaci¨®n que se siente vulnerable y, de paso, aumentan la oposici¨®n de la opini¨®n p¨²blica internacional a seguir implic¨¢ndose en un conflicto tan lejano. Con unos efectivos que diferentes fuentes estiman en 5.000 y 8.000 combatientes, cuentan para resistir el envite con el apoyo paquistan¨ª y con los beneficios que les reporta su control de buena parte del cultivo de la amapola opi¨¢cea.
Por otro lado, porque el ¨ªmprobo esfuerzo de la Misi¨®n de Instrucci¨®n OTAN en Afganist¨¢n (NTM-A) se enfrenta a obst¨¢culos que la superan. La dificultad no es solo cuantitativa ¡ªdisponer de 352.000 efectivos a finales de 2012 (195.000 soldados y 157.000 polic¨ªas), frente a los 306.000 actuales¡ª sino, sobre todo, cualitativa. Sencillamente resulta imposible conformar un ej¨¦rcito equivalente al de los marines estadounidenses ¡ªcomo irreflexivamente se empe?an en anunciar los corajudos responsables del programa¡ª cuando el 80% de los reclutas son analfabetos, lo que obliga a dedicar buena parte de las escasas nueve semanas de instrucci¨®n a alfabetizarlos. Adem¨¢s, un 30% de ellos deserta (muchas veces con su arma). Por ¨²ltimo, hay serias dudas sobre su sostenibilidad, dado que simplemente su mantenimiento demanda un presupuesto anual que excede con mucho a la totalidad de los ingresos obtenidos por el Estado. En este punto interesa recordar que la tan cacareada transferencia de la seguridad no supone en absoluto que las fuerzas afganas ya sean aut¨®nomas y capaces de asumir la carga en las zonas que van quedando bajo su responsabilidad, sino simplemente que no necesitan ser guiadas de la mano en todas sus acciones, como viene ocurriendo hasta ahora.
Esto lleva directamente a preguntarse por el apoyo internacional m¨¢s all¨¢ de 2014. Aunque en las entrevistas mantenidas sobre el terreno se repite el mantra del compromiso prolongado con Afganist¨¢n, son muy difusos los planes para despu¨¦s de esa fecha. Los promotores de este discurso insisten en que si hoy se apoya a Afganist¨¢n por su inseguridad, ma?ana habr¨¢ que seguir haci¨¦ndolo por su pobreza; pero no resulta f¨¢cil ver c¨®mo eso se compagina con el cr¨ªtico panorama econ¨®mico internacional, el dr¨¢stico recorte de la ayuda al desarrollo, el cansancio de muchos Gobiernos y la presi¨®n de la ciudadan¨ªa para prestar m¨¢s atenci¨®n a los problemas internos.
Por encima de estos problemas sobrevuela Pakist¨¢n, definido por los responsables afganos como su amenaza principal (de tal modo que los talib¨¢n solo ser¨ªan meros instrumentos en sus manos). Hoy nadie (ni Washington) parece en condiciones de forzarlo a ir m¨¢s all¨¢ en su combate contra quienes utilizan su territorio como santuario. En medio de las dudas sobre su grado de control, Islamabad se mueve en un dif¨ªcil equilibrio que trata de evitar que India tenga influencia real en Kabul, al tiempo que pretende usar a los talib¨¢n para dominar a sus vecinos (o al menos evitar que sean una fuente de inquietud). Como, al mismo tiempo, Asif Ali Zardari calcula que la presi¨®n exterior no aumentar¨¢ ¡ªaunque solo sea para evitar que su colapso d¨¦ a opciones radicales el mando del bot¨®n nuclear¡ª, cuenta con seguir inmiscuy¨¦ndose en los asuntos afganos por un largo tiempo.
No es menor el problema de que los esfuerzos externos en Afganist¨¢n est¨¢n vehiculados en su pr¨¢ctica totalidad por v¨ªa militar. Desde la creaci¨®n de empleo hasta la promoci¨®n de las mujeres o la construcci¨®n de instituciones leg¨ªtimas y responsables, todo es contemplado bajo la ¨®ptica militar, sin que existan planes civiles de similar magnitud. Todo ello en un contexto de grave crisis econ¨®mica que hace del Estado un actor sumamente d¨¦bil ¡ªen 2010 sus ingresos no superaron los 1.500 millones de euros¡ª para satisfacer las necesidades de su poblaci¨®n.
En definitiva, Karzai ¡ªque renuncia a presentarse a las elecciones de 2014, planteando una inc¨®gnita adicional sobre el futuro¡ª no tiene los medios para enderezar el pa¨ªs y asegurar la delicada reconciliaci¨®n entre grupos que llevan mucho tiempo enfrentados y, entretanto, la comunidad internacional ya ha comenzado a hacer las maletas. Los afganos pronto van a estar solos ante un peligro que, a diferencia del que asum¨ªa Gary Cooper en su d¨ªa, es desgraciadamente muy real.
Jes¨²s A. N¨²?ez Villaverde es codirector del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acci¨®n Humanitaria (IECAH).
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