La tesis de Saif Gadafi en la LSE
El ¨¦xito de una intervenci¨®n militar solo se puede medir si ese Estado acaba mejorando
Poca gente sabe que la tesis doctoral de la London School of Economics (LSE), que lleva el nombre de Saif el Islam Gadafi, ofrece argumentos en favor de la intervenci¨®n militar que culmin¨® en su captura, detenci¨®n y posible condena a muerte a manos de lo que quiz¨¢ se considere justicia en Libia. Es posible que, en su cautividad actual, mientras aguarda comparecer ante el juez, el doctor Gadafi tenga ocasi¨®n de reflexionar sobre las palabras que supuestamente escribi¨® hace tiempo.
¡°El orden internacional¡±, dice esta tesis, ¡°tiene la responsabilidad de proteger los derechos b¨¢sicos de los ciudadanos que viven bajo Gobiernos autoritarios¡± (por ejemplo, no puede resistirse a a?adir el lector, el de su padre). Todav¨ªa estamos a la espera de que un tribunal acad¨¦mico ¡ªque no hay que confundir con el tribunal de investigaci¨®n presidido por lord Woolf, cuyo informe muy cr¨ªtico sobre los v¨ªnculos de la LSE con Libia se public¨® el otro d¨ªa¡ª se pronuncie sobre las acusaciones de plagio que pesan sobre esta tesis. En cualquier caso, la escribiera quien la escribiera, su argumento no se detiene ah¨ª. En la versi¨®n disponible en Internet, defiende un sistema de Gesti¨®n Colectiva en el que participar¨ªan representantes de la sociedad civil, el mundo empresarial y los Gobiernos. Y ¡°en la medida en que los mecanismos del sistema de gesti¨®n colectiva consigan encontrar la forma de dar voz a los ciudadanos de los Estados autoritarios, entonces esas personas podr¨¢n invitar a realizar intervenciones. Por consiguiente, cuando las altas instancias del sistema decidan intervenir en los asuntos de otro Estado, ser¨¢ una acci¨®n originada de la voluntad del pueblo, desde la base¡±.
Traducido a lenguaje normal, eso significa por supuesto que, cuando los l¨ªderes de la rebeli¨®n libia en Bengasi advirtieron de que el padre del doctor Gadafi amenazaba con darles caza ¡°callej¨®n a callej¨®n¡±, ¡°sin piedad¡±, y pidieron ayuda exterior, dieron justificaci¨®n a la ofensiva a¨¦rea pedida por Nicolas Sarkozy y aprobada por la ONU. Los ataques a¨¦reos que lanz¨® la OTAN como consecuencia le costaron al doctor Gadafi varios dedos de su mano derecha. E inclinaron la balanza en favor de las fuerzas terrestres contrarias a Gadafi, con el resultado de la muerte de su padre (despu¨¦s de que un reactor franc¨¦s disparara contra su caravana) y la posterior captura de Saif.
Unas extraordinarias fotograf¨ªas de Saif, tomadas poco despu¨¦s de su captura, le muestran con ropa del desierto, el rostro y el cabello cubiertos de arena, como en una representaci¨®n teatral de la muerte: la m¨¢scara de una mascarada. Qu¨¦ alejado del personaje pulcro y occidentalizado que se hab¨ªa sentado en la LSE a defender su tesis ante el catedr¨¢tico lord Meghnad Desai unos a?os antes, probablemente a discutir temas tan poco mort¨ªferos como ¡°el modelo 3u3=3 como sistema de gobierno multinivel¡± (secci¨®n 5.7) y ¡°Gesti¨®n colectiva y ciudadan¨ªa cosmopolita multinivel¡± (5.8). ¡°Sin embargo¡±, contin¨²a la tesis en tono juicioso, ¡°las dificultades inherentes a cualquier decisi¨®n de intervenir en otro pa¨ªs y los peligros del imperialismo liberal siguen existiendo, y la probabilidad de que las intervenciones militares puedan estar justificadas, dadas consecuencias impredecibles de una acci¨®n de ese tipo, es escasa¡±. Un comentario razonable.
Es un buen momento para hacer balance del intervencionismo liberal
Despu¨¦s de Libia es un buen momento para hacer balance de lo que a veces se denomina intervencionismo liberal. En los ¨²ltimos tiempos he o¨ªdo dos opiniones contrarias, la de un antiguo embajador estadounidense y la de un embajador brit¨¢nico en activo. Peter Galbraith fue uno de los protagonistas de la intervenci¨®n de Estados Unidos en la antigua Yugoslavia cuando era embajador en Croacia, pero despu¨¦s ha criticado de manera feroz la inmensa y costosa incompetencia y las desastrosas consecuencias imprevistas de las intervenciones dirigidas por EE UU y los esfuerzos fallidos de construcci¨®n nacional en Irak y Afganist¨¢n.
Pese a ello, al repasar los 20 a?os transcurridos desde el final de la guerra fr¨ªa, Galbraith cree que ha habido cuatro ¡°¨¦xitos moderados¡±: Kuwait (la primera guerra del Golfo), Bosnia, Kosovo y ahora Libia. En su opini¨®n, los cuatro casos tienen varios rasgos en com¨²n. La actuaci¨®n militar fue relativamente breve y, en gran parte, a¨¦rea. Las intervenciones contaban con un amplio apoyo internacional y regional. Se trabaj¨® en colaboraci¨®n con socios locales. Y los objetivos fueron limitados.
?C¨®mo puede decir Galbraith ya que Libia es un ¨¦xito? Porque el ¨¦xito se define como el logro de ese objetivo limitado: detener una matanza masiva de civiles, actual o inminente (Bosnia, Kosovo, Libia), o una ocupaci¨®n armada (Kuwait). Es cierto que Libia, hoy, no es ninguna Suiza, y que no parece probable que vaya a serlo. Si las cosas vuelven a ponerse verdaderamente horribles ¡ªy varios observadores de confianza ya han dado testimonio de las violaciones de los derechos humanos cometidas por los libertadores del pa¨ªs¡ª, hay que enfrentarse a la situaci¨®n a medida que vaya produci¨¦ndose. ¡°?xito moderado¡± se define tambi¨¦n por la modestia del objetivo.
Sir John Jenkins, actual embajador brit¨¢nico en Libia y antiguo embajador en Irak, no est¨¢ de acuerdo. Reconoce todos los elementos que hacen que la actuaci¨®n en Libia haya sido distinta y mejor que la de Irak, y hace especial hincapi¨¦ en el apoyo de la Liga ?rabe. Pero afirma que la lecci¨®n que se suele extraer del problem¨¢tico historial de este tipo de intervenciones durante las dos ¨²ltimas d¨¦cadas ¡ªen concreto, que ¡°la construcci¨®n de un Estado es cosa de idiotas¡±¡ª es la equivocada. La conclusi¨®n que debemos sacar es que ¡°la construcci¨®n del Estado es lo que tenemos que hacer bien¡±. Por tanto, el ¨¦xito de la intervenci¨®n solo se puede medir a largo plazo si el Estado al que afecta (o que crea, en el caso de Kosovo) acaba estando sustancialmente mejor de lo que estaba en el periodo anterior, y no solo mejor que en el momento de m¨¢ximo peligro humano. Lo que necesita Libia, como otros Estados ¨¢rabes, es ¡°un Gobierno leg¨ªtimo, responsable y sustituible¡±.
El ¨¦xito de Libia se define como el logro de un objetivo limitado: detener una matanza masiva de civiles
No cabe duda de que hay que tomar muy en serio la preocupaci¨®n de Jenkins por una regi¨®n que conoce muy bien, pero creo que Galbraith tiene raz¨®n desde una perspectiva inmediata. Las intervenciones liberales y humanitarias deben ser unas respuestas infrecuentes y excepcionales a unas circunstancias inhumanas extremas, y hay que juzgarlas, sobre todo, por su ¨¦xito a la hora de evitar o detener el desastre. Eso es m¨¢s o menos lo que afirma la doctrina de la ¡°responsabilidad de proteger¡± (conocida como R2P por su nombre en ingl¨¦s) que promueve hoy Naciones Unidas. El principio est¨¢ desarrollado en una serie de documentos de la ONU y otros ensayos, en especial un estudio pionero llevado a cabo por una comisi¨®n internacional bajo los auspicios de Canad¨¢. Establece unas condiciones muy exigentes, empezando por la existencia de una crisis humana extrema y siguiendo con una serie de criterios como la intenci¨®n debida, la autoridad leg¨ªtima, el ¨²ltimo recurso y los medios proporcionales. Asimismo debe haber una ¡°posibilidad razonable¡± de evitar o detener el sufrimiento, y las consecuencias de no actuar deben ser probablemente peores que las de actuar. En mi opini¨®n, se puede decir eso de Libia. Si se hubiera dejado a los Gadafi que aplastaran a los ciudadanos de Bengasi, la situaci¨®n ser¨ªa hoy peor.
Pero entonces surge la objeci¨®n que se oye con frecuencia en Estados Unidos cuando se habla de Irak, la del t¨ªpico cartel en una tienda de antig¨¹edades: ¡°Si rompe algo, debe comprarlo¡±. Este inconveniente tiene dos posibles respuestas. La primera, que Occidente no ¡°rompi¨®¡± Libia como rompi¨® Irak, en una guerra de elecci¨®n que no estaba justificada de acuerdo con los verdaderos principios de la responsabilidad de proteger. Y, sobre todo, que el mundo no es una tienda de antig¨¹edades. Los pa¨ªses no son figurillas de porcelana que unos estadounidenses agarran y rompen con descuido.
Cambiemos de met¨¢fora. Usted ve que la hija de su vecino, una ni?a de dos a?os, est¨¢ siendo atacada de forma salvaje por su rottwEiler. ?Qu¨¦ hace? Si puede, salta por encima de la verja y espanta al perro con un palo, o, si tiene un arma, le dispara un tiro. Y, a partir de ese momento, quiz¨¢ se interese de manera especial por la ni?a; pero eso no quiere decir que ella se convierta en su hija, no la ha comprado. Del mismo modo que Occidente no ha comprado Libia solo porque llev¨® a cabo una intervenci¨®n limitada y justificada en el pa¨ªs.
Timothy Garton Ash es catedr¨¢tico de Estudios Europeos en la Universidad de Oxford e investigador titular en la Hoover Institution de la Universidad de Stanford.
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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