Colonos radicales atacan al Ej¨¦rcito israel¨ª en Cisjordania
Netanyahu exige dureza contra quienes impiden demoler asentamientos ilegales
Los colonos israel¨ªes han traspasado una l¨ªnea que en Israel se paga caro: enfrentarse con el ej¨¦rcito. El primer ministro, Benjam¨ªn Netanyahu, inst¨® este martes a sus mandos militares a que detengan con la mayor diligencia posible a la cincuentena de colonos radicales que a primera hora de la ma?ana se han infiltrado en la base militar de Efra¨ªn, en el noroeste de Cisjordania. All¨ª lanzaron piedras y botes de pintura, quemaron llantas e hirieron levemente a un oficial del puesto. Quer¨ªan intimidar a los soldados para evitar que estos ejecutasen las ¨®rdenes de demolici¨®n dictadas por la Corte Suprema israel¨ª sobre los llamados outposts, puestos de avanzada hechos con casetas destartaladas y embriones de futuros asentamientos o colonias.
¡°La situaci¨®n es intolerable¡±, dijo Netanyahu, ¡°caer¨¢ sobre ellos todo el peso de la ley¡±. Unas declaraciones que, sin embargo, contrastan con sus propias pol¨ªticas, que han permitido la proliferaci¨®n de estos asentamientos ilegales, cuna de gran parte de los extremistas.
Mientras estos colonos violentos protestan por una orden de demolici¨®n que a¨²n no se ha llegado a ejecutar, la familia El-Abarra se ha vuelto a instalar por segunda vez en el terreno del que fueron expulsados hace diez a?os. Ismael El-Abarra clava con fuerza su pico en las piedras que obstruyen el camino hacia su casa. ¡°El terreno es muy pedregoso, resulta muy dif¨ªcil traer agua o venir por aqu¨ª con las ovejas¡±, dice este campesino palestino mientras le ayudan una decena de activistas de la ONG palestino-israel¨ª, Ta'ayush (coexistencia, en ¨¢rabe). Varios de sus miembros reconstruyen desde hace diez a?os los caminos y los pozos palestinos que el ej¨¦rcito destruye con sus excavadoras. ¡°En los 90 viv¨ªan aqu¨ª cuatrocientas personas. El ej¨¦rcito demoli¨® sus casas y terminaron march¨¢ndose¡±, comenta David Shulman, un profesor universitario.
De las cuatrocientos habitantes de Bir Al-Id, ¨²nicamente tres familias han regresado y solo tras una d¨¦cada de batallas legales en los tribunales israel¨ªes. ¡°En 2008 la Corte Suprema les permiti¨® volver pero sin instalaciones el¨¦ctricas, ni pozos, ni caminos¡±, a?ade Shulman. ¡°El objetivo es quitarles lo m¨¢s esencial para que se vayan¡±, apunta a pocos metros Amiel Varbdi, un conocido activista de cuerpo menudo pero de fuertes convicciones. Con el dedo ¨ªndice traza una l¨ªnea en la palma de su mano. ¡°Si sit¨²as los puestos de avanzada en un mapa ver¨¢s que responden a un plan perfectamente trazado por los sucesivos gobiernos israel¨ªes, el de anexionar a Israel los territorios cercanos a la L¨ªnea Verde ¡ªdemarcaci¨®n fronteriza previa a la guerra del 1967¡ª construyendo lo que luego querr¨¢n anexionarse", explica.
El objetivo de esta pol¨ªtica encubierta es utilizar estos embriones de futuras colonias como moneda de cambio para conservar los asentamientos m¨¢s antiguos y poblados de la zona C (bajo administraci¨®n y control militar israel¨ª) que supone el 62% de Cisjordania, el ¨¢rea m¨¢s rica en agua y recursos naturales de los territorios palestinos.
¡°Aqu¨ª est¨¢ totalmente prohibido construir desde un inodoro hasta una placa solar o una escuela¡±, dice Carlos Sordo, cooperante de la ONG catalana SEBA que trabaja desde 2009 y en colaboraci¨®n con la Universidad An Najah en Nabl¨²s, en la instalaci¨®n de estructuras fotovoltaicas que suministran electricidad a las poblaciones campesinas beduinas repartidas por Cisjordania. "Para poder construir en el ¨¢rea C necesitas un plan de urbanizaci¨®n y desde los acuerdos de Oslo solo se han concedido cien permisos para las aldeas palestinas frente a las mil ¨®rdenes de demolici¨®n que pesan sobre ellas¡± asegura.
Abigail, a escasos kil¨®metros de Bir Al- Id, es uno de los puestos de avanzada sobre los que pesa una orden de demolici¨®n que se pospone de facto a lo largo de los a?os. ¡°Dios quiere que seamos nosotros los que estemos aqu¨ª¡±, comenta Avital Lebanon, una colona madre de cuatro hijos y miembro de una de las veinte familias que viven desde hace siete a?os en este enclave de casetas de obra destartaladas, levantado sin un plan urban¨ªstico legal pero consentido por el Ejecutivo.
Aqu¨ª viven los llamados colonos ¡°ideol¨®gicos¡±, dispuestos a colonizar ¡°la tierra prometida¡± porque se consideran los elegidos de Dios, al margen de cualquier ley terrenal; otros optan por trasladarse a estas minialdeas fantasma no tanto por cuestiones divinas sino porque vivir en ellas resulta mucho m¨¢s barato. Engancharse gratis a la red el¨¦ctrica o tirar una tuber¨ªa para extraer el agua de la parcela del vecino ciertamente supone un ahorro. ¡°A ojos de la ley son ilegales pero el gobierno hace la vista gorda e incluso a algunos les da subvenciones¡±, a?ade Carlos Sordo, de SEBA.
Mientras tanto, la Uni¨®n Europea o la administraci¨®n Obama llevan a?os lanzando el mismo mensaje: ¡°los puestos de avanzada suponen un obst¨¢culo para alcanzar un futuro acuerdo de paz¡±, un m¨¢xima que poco afecta al todo poderoso Consejo de Colonos, que representa a los 300.000 que viven en Cisjordania y respaldado por algunos ministros de la coalici¨®n gubernamental.
Cae la tarde en Bir Al-Id. Mientras los activistas e Ismael recogen las cuatro mujeres del campesino juegan en el exterior de su tienda con los benjamines de la prole (diez en total). Conf¨ªan en que sea una noche tranquila. Con suerte ni el ej¨¦rcito ni los colonos de los outposts cercanos les destruir¨¢n lo que han levantado ¡ªlos ataques de sus vecinos se han incrementado en un 40% respecto de 2010, seg¨²n el ¨²ltimo estudio de la Oficina de Coordinaci¨®n de Asuntos Humanitarios de Naciones Unidas (OCHA). ¡°Suelen venir de noche y cuando nos despertamos, o nos han destruido la cisterna o el generador de luz¡±, concluye Ismael.
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