La condena a Chirac reabre el debate sobre la inmunidad presidencial
Los socialistas prometen modificar el estatuto legal del jefe del El¨ªseo si ganan las elecciones
Desde que, en 1945, el mariscal Philippe P¨¦tain fue condenado a muerte por traici¨®n a la patria (conmutada luego por cadena perpetua), ning¨²n tribunal franc¨¦s hab¨ªa podido procesar y condenar al m¨¢s alto mandatario del pa¨ªs. Aunque la comparaci¨®n es notoriamente injusta con el presidente que asumi¨® las culpas del Estado franc¨¦s en el Holocausto, ese privilegio cay¨® el jueves pasado, cuando los jueces sentenciaron a Jacques Chirac, hoy un campechano abuelito de 79 a?os que cae bien a todo el mundo, a dos a?os de c¨¢rcel que no deber¨¢ cumplir.
La hist¨®rica y simb¨®lica decisi¨®n judicial pone fin a un cl¨¢sico caso de corrupci¨®n continuada cometido por Chirac en los a?os noventa, mientras era alcalde de Par¨ªs. El desenlace inesperado ha suscitado una apasionada divisi¨®n de opiniones en Francia. Para la izquierda y la magistratura progresista se trata de un triunfo ejemplar de la independencia judicial, que ayudar¨¢ a desacralizar la monarqu¨ªa laica y la inmunidad legal del jefe del Estado, instituidas por deseo del general Charles de Gaulle tras la Segunda Guerra Mundial.
Al hilo de la sentencia, los socialistas han prometido que, si ganan las pr¨®ximas presidenciales, limitar¨¢n la inmunidad legal del presidente. Aunque la prerrogativa de inmunidad fue revisada a la baja en 2007, la izquierda y los ecologistas creen que debe reducirse todav¨ªa m¨¢s. El candidato Fran?ois Hollande ha dicho que la condena de Chirac llega con ¡°demasiado retraso¡±, y que eso prueba que los presidentes deben ser juzgados durante sus mandatos.
Yendo m¨¢s all¨¢, Jean-Jacques Urvoas, un diputado del PS, ha resumido as¨ª la situaci¨®n: ¡°El presidente puede denunciar a otros, puede constituirse en parte civil e incluso recibir indemnizaciones simb¨®licas de un euro, pero no puede ser interrogado, ni ser o¨ªdo como testigo, ni ser procesado en ninguna jurisdicci¨®n, ya sea por hechos cometidos anteriormente o emanados durante su ejercicio del cargo. El desequilibrio es evidente y debe ser corregido¡±.
El expresidente ha preferido no recurrir la sentencia, alegando que "le faltan las fuerzas"
Para otros, incluido el propio Chirac, que ha preferido no recurrir la sentencia aduciendo que le ¡°faltan las fuerzas¡±, el proceso ha demostrado que ya no hay ¡°intocables¡±. En una carta le¨ªda por su abogado durante la audiencia, el mismo Chirac escribi¨®: ¡°El principio de responsabilidad est¨¢ en el coraz¨®n de la acci¨®n pol¨ªtica. Yo alego que esta cita es necesariamente una instancia pol¨ªtica. Creo que, al permitir poner las cosas en su verdadero lugar, [este proceso] puede ser beneficioso para nuestra democracia. Quita la raz¨®n a los demagogos que sostienen que, en nuestro pa¨ªs, la justicia es severa con los d¨¦biles y complaciente con los poderosos¡±.
Una carta prof¨¦tica, pero solo cumplida gracias a la enorme tenacidad de los jueces de la secci¨®n 11 del Tribunal Correccional de Par¨ªs, presidida por Dominique Pauthe. Desde 2007, los abogados de Chirac intentaron todo tipo de recursos y trabas para mantener el blindaje de su cliente. Este lleg¨® a pagar medio mill¨®n de euros de su bolsillo en concepto de reparaci¨®n al Estado, mientras la UMP, el partido de Nicolas Sarkozy, sufragaba otra parte. Ante la imposibilidad de juzgar al jefe, los jueces condenaron primero a su mano derecha, Alain Jupp¨¦, quien tuvo tiempo de purgar su pena y de volver al poder como ministro de Exteriores. Finalmente, se intent¨® evitar la hist¨®rica fotograf¨ªa del juicio con un certificado m¨¦dico que acreditaba que Chirac padece anosognosia, p¨¦rdida de memoria.
Cuando todo parec¨ªa perdido, la fiscal¨ªa, cuya credibilidad sale muy tocada del proceso, se puso de parte del acusado y pidi¨® su absoluci¨®n. Inasequible a los obst¨¢culos, el juez Pauthe desoy¨® todo ese ruido. Hoy, gracias a ¨¦l, la unci¨®n de los presidentes de la Rep¨²blica y su elevaci¨®n sobre los sucios asuntos de la vida cotidiana parecen un anacronismo destinado a desaparecer.
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