La era de los l¨ªmites
El mejor contrapunto para la globalizaci¨®n financiera es una Europa postsoberanista
A principios de los a?os noventa, el entonces l¨ªder de los socialdem¨®cratas alemanes, Rudolf Scharping, visitaba a Ulrich Beck en su casa junto al lago Starnberg, al pie de los Alpes b¨¢varos. El tema de la conversaci¨®n era la sociedad del riesgo y los cambios que la izquierda deb¨ªa acometer para entender las nuevas realidades y gobernarlas. Charlaban en el jard¨ªn y Scharping no consegu¨ªa encender un cigarro porque era incapaz de saber de d¨®nde ven¨ªa el viento y protegerse de ¨¦l.
Beck me relataba unos a?os despu¨¦s la escena, que le parec¨ªa una imagen elocuente del desconcierto que se ha apoderado del sistema pol¨ªtico en medio de la tormenta. Por un lado, simbolizaba muy bien esa nueva intemperie en que se ha convertido nuestro mundo imprevisible, inestable y contagioso. Fen¨®menos de tipo meteorol¨®gico, como los vientos, desbaratan cualquier protecci¨®n. La pol¨ªtica parece cada vez m¨¢s un subapartado de la climatolog¨ªa o de la oceanograf¨ªa; las elecciones se ganan o se pierden en funci¨®n de unos movimientos tan poco dirigibles como los vendavales o las mareas. Por otro lado, las dificultades de Scharping reflejan la actual volatilidad de las instituciones pol¨ªticas, lo que no es tanto un problema pr¨¢ctico de liderazgo pol¨ªtico como una incapacidad de saber de d¨®nde viene el viento, es decir, de comprensi¨®n.
?De qu¨¦ modo podr¨ªamos sintetizar el car¨¢cter general de esta nueva ¨¦poca, lo que tiene de in¨¦dito y requiere ser comprendido para actuar en ella? Entramos en un periodo caracterizado por la presencia creciente de m¨¢s l¨ªmites para la acci¨®n de gobierno de lo que est¨¢bamos acostumbrados, lo que nos obliga a reinventar la funci¨®n de gobierno. No me refiero a las limitaciones de crecimiento o presupuestarias, que las hay, pero son consecuencia de una constricci¨®n m¨¢s general.
La pol¨ªtica siempre lo ha tenido dif¨ªcil, pero en otros momentos hab¨ªa al menos un conocimiento asegurado, un espacio limitado, una legitimidad reconocida y una soberan¨ªa respetada que bastaban para sortear las dificultades de gobernar. Actualmente, la pol¨ªtica est¨¢ asediada por unas constricciones imprevistas que proceden del desajuste entre unas realidades que han desbordado los m¨¢rgenes estatales y se articulan ahora en contextos globales, mientras que todav¨ªa no disponemos de instrumentos para gobernar esos sistemas, al tiempo que se ha puesto de manifiesto su limitada capacidad de autorregulaci¨®n.
Las elecciones se ganan o se pierden en funci¨®n de unos movimientos tan poco dirigibles como los vendavales o las mareas
Estas constricciones a las que me refiero podr¨ªan agruparse en dos categor¨ªas: hay l¨ªmites cognoscitivos y l¨ªmites de autoridad, es decir, limitaciones que se refieren al conocimiento como recurso de gobierno y l¨ªmites que tienen que ver con el recurso que solemos entender como poder.
Los l¨ªmites cognoscitivos se refieren al hecho de que entramos en una era de mayores incertidumbres en general, pero de manera particularmente aguda en el caso de la pol¨ªtica. Particularmente inquietante es la "ignorancia sist¨¦mica" cuando nos referimos a riesgos sociales, futuros, a constelaciones de actores, dentro de las cuales demasiados eventos est¨¢n relacionados con demasiados eventos, de modo que queda desbordada la capacidad de decisi¨®n de los actores individuales¡ pero que con demasiada frecuencia tambi¨¦n sobrepasa la competencia de los sistemas politicos en su conjunto. Cuando se trata de sociedades complejas, donde todo est¨¢ densamente interconectado, la gran cuesti¨®n es c¨®mo podemos protegernos de nuestra propia irracionalidad, de los encadenamientos fatales.
Estas limitaciones se ponen especialmente de manifiesto en ciertas asimetr¨ªas cognoscitivas a las que el poder pol¨ªtico no estaba acostumbrado, m¨¢s bien al contrario. Por un lado, en una sociedad del conocimiento los estados ya no tienen enfrente a una masa informe de inexpertos sino a una inteligencia distribuida, una ciudadan¨ªa m¨¢s exigente y una humanidad observadora, de la que forman parte un gran n¨²mero de organismos internacionales que no s¨®lamente les eval¨²an, sino que disponen frecuentemente de m¨¢s y mejor saber experto que los estados. Por otro lado, el aumento de la complejidad de los problemas que la pol¨ªtica debe resolver se traduce en una disminuci¨®n de las competencias cognitivas del poder pol¨ªtico, muchas de cuyas dificultades proceden no tanto de que no pueda como de que no sabe. Por poner el caso agudo de la gobernanza financiera: toda la clave de la dificultad estriba en el hecho dram¨¢tico de que los reguladores han de regular a partir del saber experto que le suministran quienes van a ser regulados. En estos y en otros muchos casos ocurre que, dicho sin eufemismos, el que manda ya no es el que m¨¢s sabe.
La pol¨ªtica, que estaba acostumbrada al control y la jerarqu¨ªa, se ve obligada a gestionar las nuevas limitaciones, desarrollar una inteligencia cooperativa, reconstruir la confianza y pensar en los efectos sist¨¦micos de las decisiones. Especialmente importante es el gobierno de los riesgos sist¨¦micos, es decir, de los que proceden de una interacci¨®n no transparente entre los componentes de un conjunto concatenado. Buena parte de nuestro fracaso colectivo a la hora de gobernar el sistema financiero global, por ejemplo, se debe a que toda la acci¨®n regulatoria se ha dirigido a los componentes singulares, mientras que el modo c¨®mo interactuaban esos elementos ha permanecido intransparente. Por supuesto que los riesgos sist¨¦micos se caracterizan por una enorme cantidad de incertidumbre, pero hay modos de gestionar la incertidumbre; hay vida pol¨ªtica -m¨¢rgenes de acci¨®n, decisiones posibles- all¨¢ donde hay racionalidad, conocimiento, recursos y autoridad limitadas.
Entramos en una era de mayores incertidumbres en general, pero de manera m¨¢s aguda en el caso de la pol¨ªtica
Existe otro conjunto de constricciones que se refieren a la dificultad de ejercer el poder, de representar una autoridad reconocida, de decidir o de ser eficaz en un mundo como el nuestro y en un momento como el actual. En medio de espacios abiertos y una densa interdependencia la soberan¨ªa es un instrumento muy limitado, las fronteras apenas protegen, los riesgos est¨¢n mutualizados y entramos en ese ¨¢mbito de volatilidad y contagio que se ha hecho m¨¢s inquietante desde que estall¨® la crisis econ¨®mica, con todos sus corolarios: encadenamientos, contaminaci¨®n, turbulencias, toxicidad, inestabilidad¡ ?C¨®mo se gobierna una sociedad en la que los problemas carecen de l¨ªmites mientras que los instrumentos est¨¢n muy limitados?
Comencemos constatando que el poder duro (sin conocimiento, sin persuasi¨®n, unilateral, como orden) no es un procedimiento apropiado para los procesos sist¨¦micos de elevada complejidad. Cuanto m¨¢s depende la pol¨ªtica de la formaci¨®n de procesos de formaci¨®n de una voluntad pol¨ªtica inteligente, m¨¢s anticuada resulta la idea de soberan¨ªa. Volvamos al ejemplo de la crisis financiera: los mercados financieros se desarrollan sobre una agregaci¨®n transindividual de conocimiento y desconocimiento (incertidumbres, riesgos e ignorancia) que ninguna persona o instituci¨®n singular est¨¢ en condiciones de dirigir. Para gobernarlos la pol¨ªtica tiene que proceder a una transformaci¨®n profunda tanto de las ideas como de los procedimientos de gobierno para abrirlos a una mayor horizontalidad, tanto en relaci¨®n con la sociedad que debe ser gobernada como hacia otros estados con los que es preciso cooperar m¨¢s intensamente.
Es cierto que los mercados est¨¢n condicionando a los estados de una manera brutal, pero ?no ser¨¢ que los estados son tan vulnerables ante estos ataques porque mantienen una estructura anacr¨®nica y que podr¨ªan resistir si se tomaran en serio el camino de la cooperaci¨®n? ?Qu¨¦ mejor contrapunto para la globalizaci¨®n financiera que una Europa que hubiera completado su transformaci¨®n postsoberanista?
Necesitamos una nueva sabidur¨ªa de los l¨ªmites y una inteligencia para entenderlos como una oportunidad para llevar a cabo una pol¨ªtica en la que volvamos a combinar efectividad y democracia. De que la pol¨ªtica aprenda este nuevo lenguaje depende que est¨¦ liderando las nuevas transformaciones o siga quej¨¢ndose del poco juego que le permiten las nuevas circunstancias.
Daniel Innerarity es catedr¨¢tico de Filosof¨ªa.
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