Gingrich, la ¨²ltima bala conservadora
El populista expresidente de la C¨¢mara de Representantes, favorito en Carolina del Sur
Pertinaz en su megal¨®mana obsesi¨®n por pasar a la historia, Newt Gingrich se ha convertido en un imprevisto animador de la campa?a republicana por la presidencia de Estados Unidos y en la ¨²ltima esperanza de los ultraconservadores para llevar al poder a uno de los suyos. Su resurgimiento en estas primarias es la prueba final del cisma en el partido de la oposici¨®n y un anuncio de lo dif¨ªcil que le va a resultar presentarle a la naci¨®n una propuesta cre¨ªble en las elecciones presidenciales del pr¨®ximo noviembre.
Gingrich es el favorito en las primarias de Carolina del Sur y apunta ya con posibilidades a la pr¨®xima batalla, el 31 de enero en Florida. Sin ¨¦xito en Iowa ni en New Hampshire, Gingrich necesit¨® solo un par de golpes de efecto en los debates televisivos y unos peque?os traspi¨¦s de su principal rival, Mitt Romney, para ascender mete¨®ricamente en las encuestas y pasar de ser otro de los muchos elementos extravagantes de esta campa?a a un serio competidor.
Ha sido toda una sorpresa. Precisamente cuando el Partido Republicano comenzaba a unir fuerzas en torno a Romney y el establishment de la derecha empezaba a ensalzar las virtudes centristas del hombre a quien se considera el ¨²nico con aspiraciones de batir a Barack Obama, resurge Gingrich con todo su maquillaje populista y con todo su potencial destructivo para el republicanismo.
Aunque inesperado, no es, sin embargo, un fen¨®meno casual. El ascenso de Gingrich responde a la misma raz¨®n que explic¨® antes los breves momentos de gloria de otros personajes ya ca¨ªdos, desde Michele Bachmann hasta Rick Perry: la falta de confianza de la base republicana en Romney y la b¨²squeda constante de una alternativa m¨¢s conservadora.
Gingrich escribi¨® una tesis sobre la Revoluci¨®n Rusa y otra sobre la educaci¨®n en el Congo
En el caso de los dos anteriores, ya retirados, o de Rick Santorum, que seguramente lo har¨¢ en breve, acab¨® imponi¨¦ndose la l¨®gica de elegir al m¨¢s conveniente. En el caso de Gingrich, no obstante, hay que contar tambi¨¦n con el ingrediente personal que aporta este singular producto de la pol¨ªtica norteamericana, un ser pasional y egoc¨¦ntrico, con una vida azarosa que refleja un car¨¢cter volc¨¢nico y, en cierto grado, como gobernante, peligroso. Aunque presume, entre otras muchas cosas, de intelectual y brillante, una de las personas que mejor le conoce, Joe Scarborough, un viejo compa?ero de partido que fue miembro del Congreso y ahora presenta un programa en MSNBC, ha dicho que ¡°si Gingrich es el tipo m¨¢s listo de la habitaci¨®n, mejor salirse de la habitaci¨®n¡±.
Newt Gingrich lleg¨® al Congreso en 1979 como un vendaval. En una ¨¦poca en la que la prudencia era todav¨ªa una virtud, enseguida destac¨® por su facilidad para hablar sobre cualquier cosa y prometer las estrellas. Apoyado en sus estudios como historiador ¡ªescribi¨® una tesis sobre la Revoluci¨®n Rusa y otra sobre la educaci¨®n en el Congo¡ª, siempre ha recurrido h¨¢bilmente al pasado para detectar el supuesto declive norteamericano cuando gobiernan los dem¨®cratas y las jornadas de gloria que traen los republicanos. Aunque no fue un colaborador de Ronald Reagan, ¨¦l siempre se atribuye la misma filosof¨ªa optimista y hoy dice representar su esp¨ªritu.
Esa capacidad de insuflar ¨¢nimos, aunque sea con argumentos banales, le ha permitido m¨²ltiples resurrecciones. Una de ellas fue, precisamente, la misma noche de la toma de posesi¨®n de Obama, cuando Gingrich de nuevo llev¨® la voz cantante, con alentadoras promesas de futuro, en una cena que destacados dirigentes republicanos celebraban en un restaurante de Washington con el prop¨®sito inicial de compartir sus penas.
Gingrich lleva a?os despertando sentimientos encontrados entre sus compa?eros de partido. Se le reconoce su dedicaci¨®n a la causa conservadora, pero se teme su talante autoritario y an¨¢rquico. Llev¨® a los republicanos a una gran victoria electoral que le permiti¨® convertirse en presidente de la C¨¢mara de Representantes en 1995, pero tuvo que renunciar cuatro a?os m¨¢s tarde por la rebeli¨®n entre sus propias filas, encabezada por quien hoy ocupa ese cargo, John Boehner.
Gingrich no pertenece a ninguna familia del conservadurismo m¨¢s que a la suya propia. Su historial personal lo hace antip¨¢tico a los conservadores morales y la vaguedad de sus ideas econ¨®micas lo hace sospechoso a los dem¨¢s. Apoy¨® en su d¨ªa la cobertura sanitaria universal ¡ªla esencia de la reforma de Obama¡ª, pero actualmente ha dado marcha atr¨¢s.
La rectificaci¨®n es una constante en su trayectoria, y lo hace con tanta naturalidad que paga un precio escaso por ello. Fue capaz de denunciar las infidelidades de Bill Clinton mientras ¨¦l mismo ten¨ªa una amante, Callista Bistek, a la que finalmente convirti¨® en su tercera esposa en el a?o 2000. Su anterior mujer, Marianne, ha contado ahora en una entrevista en televisi¨®n que, antes de separarse, Gingrich le propuso ¡°una relaci¨®n abierta¡±, con espacio para otras mujeres.
Un episodio as¨ª hubiera destruido a cualquier pol¨ªtico convencional, pero Gingrich no es un pol¨ªtico convencional. En el ¨²ltimo debate electoral en televisi¨®n, cuando se le pregunt¨® por el tema, consigui¨® revertirlo a su favor con un alegato demag¨®gico sobre la superficialidad y sensacionalismo de los medios de comunicaci¨®n. El a?o pasado, en una entrevista en un canal religioso, Gingrich reconoci¨® que hab¨ªa hecho ¡°algunas cosas no muy apropiadas¡± en su vida, pero las atribuy¨® ¡°a la manera tan apasionada¡± con la que se dedica a los problemas de este pa¨ªs.
Ha conseguido incluso evitar que sus rivales y la prensa destaquen m¨¢s el esc¨¢ndalo de haber cobrado 1,6 millones de d¨®lares, supuestamente por ¡°asesoramiento en materia de historia¡±, de la empresa Freddie Mac, que, junto con Fannie Mae, est¨¢ en el origen de la burbuja inmobiliaria de 2008.
No es un personaje fiable para el establishment. Cuando subi¨® por primera vez en las encuestas, antes de los caucuses de Iowa, la recaudaci¨®n de la campa?a de Romney se multiplic¨® por 10 de la noche a la ma?ana. Pero en unas primarias no vota el establishment sino la base, y los militantes m¨¢s conservadores est¨¢n hoy seducidos por la ret¨®rica de este peque?o Napole¨®n. En Carolina del Sur, Romney ha gastado cinco veces m¨¢s dinero que Gingrich. De hecho, este ha sido el candidato que menos ha invertido aqu¨ª. Sin embargo, ah¨ª est¨¢, de nuevo flotando en la burbuja de su vanidad.
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