La izquierda europea mira hacia Par¨ªs
Un triunfo de Hollande es esencial para consolidar un proyecto alternativo De los 27 pa¨ªses de la UE, solo cuatro tienen Gobiernos socialdem¨®cratas
Una ¨²nica ¨®pera se ha representado en lo que va de d¨¦cada en los teatros pol¨ªticos de Europa. En sus escenarios, tenores y sopranos gubernamentales han entonado con vigor el canto de la austeridad y de la flexibilizaci¨®n de los mercados laborales; orquestas de empresarios han acompa?ado con convicci¨®n (y gusto); y, desde atr¨¢s, un coro de instituciones econ¨®micas y financieras internacionales, ha alentado, ahora piano, ahora forte, sin descanso. La representaci¨®n ha avanzado implacable.
Mientras, m¨²sicos y protagonistas del flanco izquierdo de los teatros se afanaban para hallar una partitura para una ¨®pera alternativa cre¨ªble. Que emocionara, o al menos convenciera, al p¨²blico. Buena parte de la audiencia ha tenido en estos a?os la sensaci¨®n de o¨ªr, desde la izquierda con tradici¨®n gubernamental, solo p¨¢lidas variantes del libretto de la derecha.
Los dirigentes progresistas han acatado, casi todos sin rechistar, el diktat alem¨¢n sobre la regla de oro del d¨¦ficit; han evitado cuidadosamente formular sonoras objeciones o alternativas ante el terrible espect¨¢culo de la negociaci¨®n con Grecia. Pero la coyuntura pol¨ªtica parece ofrecer una oportunidad a los que desean otra m¨²sica. Todos miran hacia Par¨ªs.
El candidato socialista a las presidenciales francesas de abril y mayo, Fran?ois Hollande, es el ¨²nico l¨ªder de peso que se ha manifestado claramente en contra del tratado europeo de austeridad pactado en enero. Hollande, que encabeza los sondeos, ha declarado que, si gana, exigir¨¢ una renegociaci¨®n del mismo; ha abogado por la instituci¨®n de eurobonos; deprecado que el acuerdo no incluya previsiones m¨¢s expl¨ªcitas a favor del crecimiento; prometido mayores impuestos a la banca.
De los 27 pa¨ªses de la Uni¨®n, tan solo cuatro (Austria, B¨¦lgica, Chipre y Dinamarca) tienen Gobiernos liderados por socialdem¨®cratas. Pero una victoria de Hollande podr¨ªa abrir paso a un cambio de marea. El socialista tendr¨ªa un precioso aliado conceptual al otro lado de los Alpes para afianzar una pol¨ªtica econ¨®mica alternativa. Pese a no pertenecer a la misma familia pol¨ªtica, Mario Monti figura entre aquellos que combaten con vigor el monocultivo de la ultraortodoxia fiscal. Y al otro lado del Atl¨¢ntico, una eventual reelecci¨®n de Barack Obama ofrecer¨ªa un respaldo a un intento de viraje pol¨ªtico en Europa.
La izquierda europea coincide grosso modo en la intenci¨®n de ralentizar los procesos de ajustes fiscales y poner mayor acento en el crecimiento. Pero, hasta ahora, este anhelo no parece haberse cristalizado en un proyecto realmente s¨®lido y alternativo. Pese a la crudeza de los recortes, no se nota una carrera de votantes para colocarse bajo el paraguas social progresista. ?Qu¨¦ ocurre?
¡°Los partidos progresistas sufren desde hace ya tiempo el conflicto entre tener una actitud considerada como responsable¡¯ u otra que responda a las expectativas de sus bases electorales¡±, observa Luciano Bardi, codirector del Observatorio sobre Partidos del Instituto Universitario Europeo, en conversaci¨®n telef¨®nica. Con la crisis, la distancia que separa los dos extremos de este dilema se ha convertido en un abismo. Una distancia insalvable.
Por lo general, los dirigentes izquierdistas han elegido pol¨ªticas que tranquilicen los mercados y satisfagan al gran contribuyente neto europeo: Berl¨ªn. En Espa?a, Portugal y Grecia los socialistas han pagado un caro precio por ello. Algunos creen que no ten¨ªan alternativa; otros, que no tuvieron coraje. Sea como fuere, en estos tiempos, est¨¢ claro que el riesgo de espantar a los mercados har¨ªa temblar el pulso a cualquiera.
El asunto se agrava si se considera que la derecha no sufre el mismo dilema, al ser mucho m¨¢s convergentes los intereses de su base electoral con aquellos de los indispensables mercados. En este nudo reside en buena medida la explicaci¨®n de la aparente paradoja por la que, en medio de una crisis incubada en los meandros m¨¢s oscuros del capitalismo, la izquierda est¨¦ tan d¨¦bil.
¡°Los progresistas siguen siendo una alternativa real en cuesti¨®n de derechos civiles, pero en pol¨ªtica econ¨®mica han dejado de serlo hace d¨¦cadas. El ciclo hegem¨®nico de la derecha empezado con Thatcher y Reagan no ha acabado todav¨ªa¡±, explica Bardi. As¨ª, con respecto al pasado, los progresistas son percibidos como corresponsables del descontrol que ha llevado al desastre; con respecto al futuro, no se les ve como portadores de proyectos econ¨®micos realmente diferentes. ¡°Pero los ciclos hegem¨®nicos cambian por acontecimientos sist¨¦micos. Esta crisis lo es. Quiz¨¢, aunque no sea evidente, estamos incubando un cambio de ciclo¡±, sugiere Bardi.
Marc Stears, profesor del departamento de pol¨ªtica de la Universidad de Oxford, elabora otro elemento de reflexi¨®n. ¡°Los partidos de izquierda en Europa se han desconectado de las bases. Se han quedado atrapados en una dimensi¨®n t¨¦cnica que no moviliza a nadie. Esto es muy problem¨¢tico, porque incluso si un partido logra formular un proyecto alternativo cre¨ªble, la movilizaci¨®n es indispensable para propagarlo¡±, afirma Stears por tel¨¦fono. Significativamente, el fermento social que recorre Europa en estos tiempos no es casi nunca promovido por los partidos, sino por una galaxia de movimientos y ciudadanos independientes.
¡°En Reino Unido, el partido laborista est¨¢ intentando catalizar esta pl¨¦tora de grupos, pero la maniobra es claramente muy dif¨ªcil¡±, observa Stears, qui¨¦n se?ala la campa?a de Barack Obama en 2008 como un brillante intento de conectar con la sociedad. ¡°Los partidos progresistas europeos se fijar¨¢n mucho ahora en el nuevo programa de Obama; har¨ªan bien en fijarse tambi¨¦n en c¨®mo organiza su campa?a¡±, dice el profesor brit¨¢nico.
El sistema electoral del Reino Unido dificulta el desarrollo de partidos marginales. Pero, en el resto de Europa, formaciones sin una clara vocaci¨®n gubernamental ¨Cy por tanto no paralizadas por el dilema mercados/pueblo- pueden cabalgar el descontento y conquistar votos tradicionalmente socialdem¨®cratas.
De esta situaci¨®n, naturalmente, han extra¨ªdo beneficio partidos del espectro pol¨ªtico progresista, como Izquierda Unida en Espa?a o Izquierda, Ecolog¨ªa y Libertad en Italia. En Dinamarca, por ejemplo, el partido socialdem¨®crata ha recientemente vuelto a liderar el Gobierno, pero con su peor resultado electoral en d¨¦cadas, y a costa de embarcar en el Ejecutivo una coalici¨®n fragmentada.
Adem¨¢s, incluso formaciones ajenas al espectro progresista amenazan con aprovecharse. La Liga Norte en Italia o el Frente Nacional en Francia ya han atra¨ªdo en el pasado a votantes que apoyaban a los socialdem¨®cratas. Hoy, con su ret¨®rica anti-recortes sociales, pueden redoblar su cosecha.
Todo ello no impide que el malestar social frente a los ajustes fiscales que ahora en casi toda Europa implementan partidos de derecha permita a varias formaciones socialdem¨®cratas regresar en el poder en los pr¨®ximos a?os. Pero tendr¨¢n probablemente que enfrentarse a parlamentos muy fragmentados.
Y, en todo caso, ahora m¨¢s que nunca, la alternancia no es sin¨®nimo de alternativa. De momento, Fran?ois Hollande es el ¨²nico que parece postularse como tenor protagonista de una opera alternativa para los teatros europeos.
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