"Cuando llegaban los dem¨¢s, ella ya estaba all¨ª"
Lo que de verdad impresionaba de ella eran sus cr¨®nicas desde primera l¨ªnea en los que explicaba con crudeza las injusticias de la guerra.
No eran ni su presencia f¨ªsica, ni su voz grave, ni siquiera el parche que cubr¨ªa las heridas provocadas por la esquirla de mortero que le vol¨® el ojo izquierdo hace m¨¢s de un decenio en Sri Lanka lo que de verdad impon¨ªa de Marie Colvin. Lo que de verdad impresionaba de ella eran sus cr¨®nicas desde primera l¨ªnea, esos relatos period¨ªsticos en los que explicaba con crudeza las injusticias de la guerra.
Miembro de una peculiar casta de mujeres reporteras de guerra, Colvin muri¨® el martes con las botas puestas: le alcanz¨® uno de los obuses lanzados por las fuerzas de Bachar el Asad en el barrio de Bab Amro, en la ciudad de Homs, convertida en el centro del?martirio?de la oposici¨®n siria. Dicen las agencias que muri¨® cuando ella y otros compa?eros intentaban huir del improvisado centro de prensa montado por la oposici¨®n a El Asad para facilitar la tarea de quienes intentaban explicar al mundo los horrores de estos d¨ªas.
Junto a ella muri¨® el fot¨®grafo franc¨¦s Remi Ochlik, de 28 a?os. Otros tres reporteros resultaron heridos: Paul Conroy, el fot¨®grafo brit¨¢nico que trabajaba en ese momento con Colvin para el Sunday Times, la reportera de Le?Figaro franc¨¦s Edith Bouvier, y una periodista estadounidense no identificada que estar¨ªa en estado muy grave.
Marie Colvin, que estuvo casada con Juan Carlos Gumucio, otro m¨ªtico corresponsal de guerra que durante muchos a?os trabaj¨® para EL PA?S y que falleci¨® hace 10 a?os en su Bolivia natal, hab¨ªa denunciado apenas horas antes la masacre de Homs en unas declaraciones a la BBC y a CNN en las que defini¨® como ¡°absolutamente enfermiza¡± la carnicer¨ªa de Homs. ¡°Hoy he visto como mor¨ªa un beb¨¦. Absolutamente horroroso. No hay m¨¢s que proyectiles, misiles y tanques disparando en las ¨¢reas civiles de esta ciudad y es algo simplemente implacable¡±, explicaba.
De edad?imprecisa?entre los 50 y los 60, Marie Colvin naci¨® en Oyster Bay, en el Estado de Nueva York, pero se consagr¨® como periodista de guerra en el Sunday Times, con el que empez¨® a trabajar en 1986 y con el que ha cubierto todo tipo de conflictos, desde Kosovo a Chechenia y por todo el mundo ¨¢rabe.
En 2010, cuando pronunci¨® unas palabras en el homenaje a 48 periodistas brit¨¢nicos fallecidos en las trincheras, explic¨® de alguna manera la raz¨®n de ser de esta casta tan especial y esencial del oficio period¨ªstico. Un homenaje celebrado en la iglesia de Saint Bride, junto a Fleet Street, centro espiritual del periodismo londinense. ¡°A pesar de los videos que vemos del Ministerio de Defensa o del Pent¨¢gono y de todo ese lenguaje as¨¦ptico describiendo las bombas inteligentes y la?precisi¨®n?de los ataques, la escena sobre el terreno es sorprendentemente semejante desde hace cientos de a?os. Cr¨¢teres. Casas quemadas. Cuerpos mutilados. Mujeres llorando por sus hijos y sus maridos. Hombres llorando por sus esposas, sus madres, sus hijos¡±, relat¨®.
¡°Nuestra misi¨®n es informar sobre esos horrores de la guerra con?precisi¨®n?y sin prejuicios. Siempre tenemos que preguntarnos si el nivel de riesgo que corremos es parejo al inter¨¦s de la historia que queremos contar. Distinguir entre lo que es valent¨ªa y lo que es bravuconer¨ªa¡±, dijo entonces. ¡°Nunca ha sido m¨¢s peligroso ser correponsal de guerra porque ahora los periodistas en zona de combate se han convertido en un objetivo primordial¡±, denunci¨®, intuyendo quiz¨¢s su propia muerte.
Su muerte ha provocado una catarata de elogios hacia su persona. ¡°Ha sido una de las corresponsales de m¨¢s?extraordinarias?de su generaci¨®n¡±, la ha definido Rupert Murdoch, propietario del Sunday Times. ¡°Es un terrible recordatorio de los riesgos que corren los periodistas al intentar informar al mundo de lo que est¨¢ ocurriendo en Siria¡±, ha sintetizado el primer ministro brit¨¢nico, David Cameron, en los Comunes. ¡°Era una figura extraordinaria en la vida del Sunday Times, empujada por una pasi¨®n por cubrir las guerras con la creencia de que lo que ella hac¨ªa importaba a la gente. Cre¨ªa profundamente en que la informaci¨®n puede mitigar los excesos de los?reg¨ªmenes?brutales y alertar a la comunidad internacional. Pero, por encima de todo, como hemos visto en sus cr¨®nicas de la semana pasada, sus pensamientos estaban con las v¨ªctimas de la violencia¡±, ha proclamado su director en el Sunday Times, John Witherow.
Quiz¨¢s el mayor elogio lleg¨® por boca de quienes compet¨ªan con ella sobre el terreno: ¡°Cuando llegaban los dem¨¢s, ella ya estaba all¨ª o ya se estaba marchando de all¨ª¡¡±.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.