Las milicias se adue?an de Libia
Los abusos de los excombatientes ensombrecen la imagen heroica de la revoluci¨®n

Cubiertos con kefiya, fusil en ristre, los milicianos patrullan por las ciudades libias con un orgullo inocultable. Ca¨ªdo Muamar el Gadafi, estos combatientes civiles se han adue?ado del pa¨ªs. Sus compatriotas los quieren, y al mismo tiempo, los temen. Son los h¨¦roes que acabaron con la dictadura y que ahora, a falta de polic¨ªa y ej¨¦rcito, se encargan de brindar seguridad. Pero a la vez son responsables de abusos de poder, malos tratos y asesinatos. Los organismos de derechos humanos consideran a las milicias como una amenaza para la naci¨®n que empieza a construirse. Ellos se presentan como la ¨²nica salvaguarda de la revoluci¨®n.
Cada noche, Saleh, Mansur, Ali, Asadik y los tres Mohamed abandonan su cuartel, situado en una antigua base de EEUU en Tr¨ªpoli, para patrullar por la capital. Antes eran, respectivamente, empleado en una planta de gas, mec¨¢nico, profesor de deportes, dependiente, polic¨ªa, comerciante e ingeniero. Ahora forman parte de las Fuerzas de Protecci¨®n de la Revoluci¨®n, un nuevo cuerpo que integra a milicianos y militares. Van vestidos de civil, a bordo de veh¨ªculos civiles. Armados con pistolas y fusiles AK-47.
¡°Al principio ten¨ªamos choques con gadafistas. Ahora es m¨¢s crimen com¨²n¡±, explica Saleh. ¡°Durante la guerra, Gadafi excarcel¨® y arm¨® a 25.000 delincuentes, que andan por ah¨ª haciendo de las suyas. Ya hemos capturado a la mitad¡±.
Las Fuerzas de Protecci¨®n de la Revoluci¨®n fueron creadas hace tres meses por el Ministerio del Interior para organizar la seguridad y frenar el caos generado por la multiplicaci¨®n de milicias armadas. Sobre todo en Tr¨ªpoli: los combatientes que llegaron a liberar la capital desde otras poblaciones, como Zintan o Misrata, se repartieron los barrios y han creado peque?os feudos y no pocos problemas con sus escaramuzas.
Saleh y sus compa?eros saludan a los milicianos con un mec¨¢nico ¡°Al¨¢ u akbar¡± (Al¨¢ es el m¨¢s grande) cada vez que cruzan sus retenes. ¡°Nos coordinamos¡±, dice, ¡°pero jer¨¢rquicamente estamos por encima de ellos¡±.
"Actuamos como ej¨¦rcito y polic¨ªa. Garantizamos
la seguridad", dice
un jefe miliciano
No es esa la impresi¨®n que ofrece Sadun Al Suweilhi, jefe de la Brigada Misrata, instalada en la antigua academia militar de mujeres (las famosas amazonas de Gadafi). ¡°Somos las milicias las que realmente garantizamos la seguridad de este pa¨ªs. Nosotros actuamos como ej¨¦rcito y como polic¨ªa¡±. Al Suweilhi y sus hombres imponen el orden en su basti¨®n tripolitano. ¡°Ahora los que crean m¨¢s problemas son las bandas africanas¡±, dice, mientras extrae de una caja de zapatos una bolsa con polvo blanco. ¡°Detenemos sobre todo a nigerianos con hero¨ªna y coca¨ªna¡±. Y, si se tercia, tambi¨¦n a periodistas. Al Suweilhi tiene en su poder a dos brit¨¢nicos que trabajan para la televisi¨®n iran¨ª, a los que acusa de espionaje. Los ruegos de las autoridades para que los libere han ca¨ªdo en saco roto.
Intentar hacer un organigrama de las milicias en Libia es misi¨®n imposible. Hay centenares. Son grupos de ra¨ªz local: vecinos y parientes de la misma ciudad, o del mismo barrio. Las hay islamistas y ¡°laicas¡±. Algunas no llegan a 50 combatientes. Otras sobrepasan los 7.000. Las katibas (brigadas) y las saray (compa?¨ªas) se federan en coaliciones cambiantes. Las autoridades cifran en 50.000 los civiles en armas. Otras fuentes duplican el n¨²mero.
La Brigada Misrata
retiene a dos periodistas
brit¨¢nicos a los que
acusa de espionaje
¡°Si en cualquier otro lugar del mundo los j¨®venes tuvieran la mitad de las armas que tienen aqu¨ª, se habr¨ªa liado. Aqu¨ª no¡±, se asombra Ashur el Shames, portavoz del Gobierno. Es cierto que los niveles de delincuencia son m¨ªnimos, y que los choques entre milicias se han reducido. ¡°Hay un equilibrio que funciona¡±.
S¨ª, pero ?hasta cu¨¢ndo? Los combatientes aseguran que entregar¨¢n las armas una vez que haya un nuevo Ej¨¦rcito y un Gobierno s¨®lido al frente del pa¨ªs. Las miradas est¨¢n puestas en las elecciones legislativas previstas para junio. De hecho, los principales jefes de milicia andan ya organizando partidos o ali¨¢ndose con l¨ªderes pol¨ªticos. La duda es si esas armas que ahora sirven para defender la revoluci¨®n se usar¨¢n en el futuro para dirimir las luchas por el poder.
De momento, sin nadie a quien rendir cuentas, las milicias se han repartido el territorio, han asumido tareas de polic¨ªa y de juez, y mantienen en su poder a unos 8.000 prisioneros (entre ellos, a Saif el Islam, hijo y heredero de Gadafi). Amnist¨ªa Internacional, Human Rights Watch o M¨¦dicos Sin Fronteras han denunciado torturas y abusos ¡°generalizados¡±.
Omar Brebesh, ex embajador libio en Francia, muri¨® por
las torturas de una milicia de Zintan
Algo que conoce de primera mano la familia de Omar Brebesh, abogado y exembajador en Francia hasta 2008. Brebesh fue convocado el 19 de enero por una milicia acantonada en Tr¨ªpoli. Se trataba de una ¡°breve entrevista¡±. Su cuerpo fue hallado al d¨ªa siguiente en la morgue de Zintan, a 150 kil¨®metros al sur de la capital. ¡°Heridas m¨²ltiples¡±, dec¨ªa un escueto informe m¨¦dico. Brebesh presentaba fracturas, las u?as de los pies arrancadas, quemaduras, cortes, marcas de golpes¡ ¡°Muri¨® por las torturas¡±, dice Bashir, su hijo mayor, que estudia neurolog¨ªa en Canad¨¢.
Solo a base de mover contactos (la viuda de Brebesh es de una conocida familia de Zintan), el consejo militar de aquella ciudad detuvo a la brigada. El jefe, Jaled al Blehzi. result¨® ser uno de los delincuentes liberados por Gadafi. ¡°Dicen que lo mataron por gadafista, pero en realidad pretend¨ªan quedarse con los dos veh¨ªculos y los bienes de la familia¡±, explica su hijo.
La familia se siente desamparada. ¡°Ning¨²n abogado quiere llevar el caso por miedo. El fiscal general no ha movido un dedo. El viceministro de Exteriores me dijo que no quieren problemas con las milicias. Los medios libios rechazan publicar nada. Cuando Human Rights Watch lo denunci¨®, empezaron a insultarnos y a difamar a mi padre¡±, explica Bashir, que acusa de ¡°hipocres¨ªa¡± a las nuevas autoridades. ¡°Me reun¨ª con Mustafa Abdelyalil, el presidente del Consejo Nacional de Transici¨®n, y me dijo que habr¨ªa justicia. Y tres d¨ªas despu¨¦s declaraba a la cadena Al Yazira que las denuncias de torturas eran rumores sin confirmar¡±.
El Gobierno provisional intenta poner coto a unos desmanes que enturbian la imagen de la revoluci¨®n libia. De momento est¨¢ organizando la incorporaci¨®n de los milicianos a las futuras fuerzas de seguridad. Unos 1.500 voluntarios se preparan en Jordania y ser¨¢n, en unos meses, la primera promoci¨®n de la nueva polic¨ªa. Mientras, las patrullas mixtas reciben cursillos acelerados de derechos humanos. Queda todo por hacer en un pa¨ªs que arrastra 42 a?os de brutalidad y muchas cuentas por saldar.
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