Derecho a hacer la guerra
Las matanzas en Siria y el programa nuclear de Ir¨¢n actualizan el debate sobre la guerra justa
Las revueltas en Siria y el programa nuclear de Ir¨¢n renuevan el inter¨¦s e incluso la necesidad del viejo pero siempre vigente debate sobre la guerra justa. ?En qu¨¦ condiciones puede alguien declarar la guerra contra el r¨¦gimen de Bachar el Asad o contra el del ayatol¨¢ Al¨ª Jamenei? El primero est¨¢ perpetrando horribles matanzas entre su poblaci¨®n, con uso de armamento pesado, ejecuciones sumarias y uso de la tortura. La dictadura clerical de Teher¨¢n, que ha amenazado reiteradamente a Israel y hace expl¨ªcito su deseo de borrarlo del mapa, est¨¢ culminando un programa de fabricaci¨®n de uranio enriquecido que f¨¢cilmente puede darle acceso al arma at¨®mica.
Hay una tabla de condiciones para empezar una guerra justa que, con peque?as variaciones, puede fijarse en seis puntos: la causa debe ser justa, debe decidirlo la autoridad leg¨ªtima, el objetivo debe ser correcto, hay que agotar todos los medios pac¨ªficos antes de declararla, la acci¨®n debe ser proporcionada y hay que contar con altas probabilidades de ¨¦xito. Estamos hablando del derecho a empezar una guerra, que inmediatamente se convierte en el derecho durante la guerra, es decir, en resolver el problema de c¨®mo librar una guerra justamente. Es la distinci¨®n escol¨¢stica, expresada en lat¨ªn, entre ius ad bellum (derecho a la guerra) y ius in bello (derecho en la guerra), especialmente ¨²til para la guerra de Afganist¨¢n, que se acomoda a los criterios de la guerra justa cuando se declara y no en cambio en su desarrollo posterior. Como la intervenci¨®n de la OTAN en Libia, ajustada a los seis criterios cuando el Consejo de Seguridad autoriza la intervenci¨®n a¨¦rea para proteger a la poblaci¨®n y discutible a medida que la actuaci¨®n internacional se dirige a vencer y derrocar a Gadafi.
La teor¨ªa de la guerra justa estuvo especialmente en boga cuando George W. Bush decidi¨® atacar a Sadam Husein esgrimiendo el peligro de unas armas de destrucci¨®n masiva que pod¨ªan constituir una amenaza inminente para Estados Unidos y sus aliados. La de Irak en 2003 quedar¨¢ como ejemplo de guerra injusta: no era justa la causa, no fue declarada por una autoridad leg¨ªtima, no era correcto el objetivo, hab¨ªa mucho trecho por recorrer en la inspecci¨®n de Naciones Unidas sobre las armas de destrucci¨®n masiva antes de declarar la guerra, no hubo un uso proporcionado de la violencia, y tampoco hab¨ªa altas probabilidades de ¨¦xito. Dif¨ªcil de superar.
Ahora se plantean dos nuevos casos, pr¨®ximos geogr¨¢ficamente pero alejados en cuanto a las amenazas. Con Siria, la justeza de la causa es evidente: nada puede ser m¨¢s justo que terminar con las matanzas de civiles. La primera dificultad se plantea respecto a la autoridad leg¨ªtima: Rusia y China van a vetar cualquier resoluci¨®n del Consejo de Seguridad que autorice el uso de la fuerza. Sin ella, la guerra carece de cobertura jur¨ªdica. El objetivo b¨¦lico, que no puede ser sino el derrocamiento del r¨¦gimen, se acomoda a la tabla. Tambi¨¦n la siguiente condici¨®n: se han agotado todos los caminos diplom¨¢ticos. Las dos ¨²ltimas condiciones, uso proporcionado de la fuerza y altas probabilidades de ¨¦xito, se podr¨ªan cumplir, porque los pa¨ªses implicados tienen los medios para hacerlo, pero solo en caso de que se cumplieran las anteriores. Cinco a uno.
En el caso de Ir¨¢n, en cambio, la primera discusi¨®n versa sobre la delimitaci¨®n del peligro efectivo que supone el programa nuclear iran¨ª. Para el Gobierno de Israel significa una amenaza existencial, que Netanyahu vincula a la repetici¨®n de un Holocausto como el que sufri¨® la poblaci¨®n jud¨ªa europea hace 70 a?os. Para muchos otros Gobiernos, el de EE UU entre otros, la amenaza no es inminente, porque Ir¨¢n no dispone todav¨ªa de la bomba y se halla tan solo entrando en la llamada zona de inmunidad, momento en que ya no es posible evitar que llegue a obtenerla. La exigencia de una autoridad leg¨ªtima es un problema menor para Israel y tambi¨¦n para EE UU, porque se consideran con plena legitimidad para actuar sin permiso ni cobertura de la ONU; lo que no es el caso de la mayor¨ªa de los pa¨ªses europeos. Est¨¢ claro que acudir a la guerra no es el ¨²ltimo recurso, y en este punto tambi¨¦n divergen Washington y Jerusal¨¦n: Obama cree que la diplomacia tiene margen todav¨ªa, mientras que Netanyahu est¨¢ ansioso por atacar. Parece f¨¢cil de cumplir que el objetivo, la destrucci¨®n de las instalaciones, sea el correcto; as¨ª como que el uso proporcionado de la violencia, ataques a¨¦reos muy bien calculados, sea el proporcionado; aunque quedan dudas sobre las probabilidades de ¨¦xito: algunos expertos creen que solo la instalaci¨®n de un r¨¦gimen prooccidental en Ir¨¢n permitir¨ªa dar por anulada la amenaza. Cuatro a dos en el mejor de los casos y dos a cuatro en el peor.
Y, sin embargo, lo m¨¢s probable es que no haya guerra contra El Asad y s¨ª contra Ahmadineyad.
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