Sarkozy trata de vencer a Sarkozy
El presidente debe luchar contra su herencia y su imagen tanto como contra Hollande Relato de un d¨ªa de campa?a centrado en la Francia silenciosa
![El presidente francés conversa con una trabajadora de una fábrica en Yssingeaux (centro de Francia).](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/KAEMR72YH67GQJKKLASGLWCBJY.jpg?auth=a4edc56f807dfdb26b52372d05787f77178b1577174295be17a2666f3b73eba5&width=414)
Cuando baja del Peugeot azul con sus peculiares andares ¡ªmitad palm¨ªpedo, mitad bailar¨ªn¡ª, Nicolas Sarkozy lleva en los ojos el destello del iluminado. Solo unas cuantas personas le esperan en la puerta del polideportivo donde da un peque?o mitin en Saint-Just-Saint-Rambert, un pueblecito del Loira. Antes de su llegada, 200 antidisturbios han desalojado a 100 j¨®venes que cantaban la Internacional y gritaban ¡°Sarkozy, tu es fini, retourne ¨¤ Neuilly¡± (est¨¢s acabado, vuelve a Neuilly).
Incluso en estos lugares remotos de la Francia profunda, Sarkozy siente cada d¨ªa su impopularidad, la tirria que le tienen muchos compatriotas tras su grandilocuente lustro en el El¨ªseo. Pero su gesto, su energ¨ªa y sus palabras le delatan: todav¨ªa cree en su victoria y luchar¨¢ por ella hasta el final.
El jueves, el presidente visit¨® una f¨¢brica en Yssingeaux, uno de los 36.000 ayuntamientos del pa¨ªs con m¨¢s alcald¨ªas de Europa. Seguido por un batall¨®n de 80 periodistas divididos en dos grupos (el pool y los apestados), quiso celebrar el 8 de marzo hablando con las costureras que antes trabajaban para la marca de lencer¨ªa Lejaby. El negocio quebr¨®, pero Sarkozy logr¨® que un grupo de marroquiner¨ªa reabriese la f¨¢brica. Las trabajadoras salvaron el empleo y est¨¢n reconvirti¨¦ndose. Ahora aprenden a hacer monederos y fundas de m¨®vil. Ellas son la met¨¢fora de su ¨²ltima promesa electoral: formar a los parados aunque no quieran, acabar con el asistencialismo.
Sarkozy entra sonriente y vende las virtudes de la formaci¨®n a un grupo de mujeres bastante intimidadas. En realidad, les habla de s¨ª mismo. Les recuerda lo que ha dicho en la radio hace un rato: si pierde las elecciones se retirar¨ªa y cambiar¨ªa de oficio. ¡°Como hab¨¦is hecho vosotras¡±, afirma.
Vi¨¦ndole de cerca, se aprecian las venas de la sien izquierda muy marcadas, el pelo casi gris, los ojos azules rodeados por las arrugas del que mueve mucho los m¨²sculos de la cara. Entre el bosque de piernas, destaca su pie izquierdo: mientras habla no deja de moverlo.
Marie, de 58 a?os, una de las costureras, explica que pasar de la seda al cuero ¡°est¨¢ siendo duro¡± y que ¡°no hab¨ªa m¨¢s remedio porque la crisis es cada vez peor¡±. No quiere contar a qui¨¦n votar¨¢, pero tiene clara una cosa: ¡°El que llegue al El¨ªseo lo tendr¨¢ muy complicado¡±.
Este miedo al futuro, muy extendido entre los franceses, nutre las esperanzas de victoria de Sarkozy. Su estrategia combina una rara mezcla de paradojas. Por un lado, conf¨ªa en hacer valer su experiencia de Gobierno ante el inexperto Fran?ois Hollande, l¨ªder del Partido Socialista Franc¨¦s (PSF). Por otro, lanza una imagen de gran gestor que los datos econ¨®micos (triple A perdida) y de paro (un mill¨®n de empleos menos) no parecen corroborar. Y al mismo tiempo se dibuja a s¨ª mismo como el ¨²nico candidato libre, reformista y moderno, alejado de los vicios y ataduras del viejo y elitista sistema pol¨ªtico.
Hollande, diplomado en la Escuela Nacional de Administraci¨®n, estar¨ªa en la pol¨ªtica para servirse de ella. Sarkozy es otra cosa, un quijote del siglo XXI que no se resigna a la fatalidad. ¡°Para gobernar es preciso decir no, y Hollande solo sabe decir s¨ª¡±, afirma en el mitin. 1.500 personas le aplauden sin entusiasmo.
Hace cinco a?os, Sarkozy bati¨® a S¨¦gol¨¨ne Royal vendiendo a sus paisanos una presidencia distinta y en¨¦rgica para cambiar un pa¨ªs anquilosado. Su problema es que solo el 75% de quienes le votaron en 2007 piensan volver a hacerlo. Solo los m¨¢s forofos creen que cumpli¨® lo prometido. ¡°Ha tenido mucho coraje, y se ha atrevido hacer cosas que ning¨²n presidente hab¨ªa hecho, como reformar las pensiones o la Universidad¡±, dice Alexandre Zorian, un militante de la UMP, de 21 a?os. A su lado, Jacqueline Sahot apunta: ¡°Y nos ha protegido de la crisis. Espa?a y Grecia est¨¢n mucho peor¡±.
Este es el argumento favorito de Sarkozy al defender su gesti¨®n. Hoy siempre compara a Francia con Espa?a, Portugal y Grecia, y no con sus modelos reales, que fueron primero Estados Unidos y luego Alemania. Las presidenciales del 22 de abril (primera vuelta) y el 6 de mayo (segunda) depender¨¢n en buena parte de esa treta psicol¨®gica. ¡°Si consigue hacer olvidar estos cinco a?os, puede volver a ganar. Si no, perder¨¢ seguro¡±, analiza Philippe Ridet, periodista de Le Monde y autor del libro El presidente y yo, escrito tras cubrir la campa?a que le llev¨® al El¨ªseo.
¡°En 2007 gan¨® como el candidato de la ruptura y la modernidad, y en cierto modo lo era. Pero han pasado cinco a?os de permanente exposici¨®n, haciendo y diciendo cien cosas al d¨ªa¡±, a?ade. ¡°Su pasado est¨¢ ah¨ª, a la vista de todos. Es el rey desnudo. Ya no es solo derecha contra izquierda, ni ganar el duelo con el h¨¢bil Hollande. Esta vez Sarkozy debe luchar sobre todo contra s¨ª mismo y contra el desencanto que ha producido¡±.
?Podr¨¢ aparecer otra vez como el hombre nuevo y positivo siendo, como es, el presidente m¨¢s escrutado de la historia? El poeta Francisco Javier Irazoki piensa que no: ¡°Sarkozy ha zarandeado algunos logros que encarnan una forma respetuosa de tratar a los sectores menos favorecidos por el liberalismo. Esos logros proceden de la Revoluci¨®n de 1789. ?l propone un s¨¢lvese quien pueda econ¨®mico que choca con cierta sensibilidad social francesa. En la Universidad, los profesores, en lugar de concentrarse en la investigaci¨®n, deben esforzarse buscando financiaci¨®n. Es habitual que el catedr¨¢tico destine parte de su jornada a acudir con la escudilla a las empresas privadas. ?Podemos hablar de modernidad positiva? M¨¢s bien parece un retroceso¡±.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.