El reflujo
Tras el primer golpe de mar, la resaca remata la faena. Hace justo un a?o peg¨® el tsunami, en Jap¨®n el 11 de marzo, con los resultados que ya conocemos: adem¨¢s de casi 16.000 muertos, 3.200 desaparecidos y de cuantiosas p¨¦rdidas en las regiones costeras, se produjo el mayor accidente nuclear desde Chern¨®bil y la devastaci¨®n de una entera regi¨®n alrededor de la central de Fukushima. Llevaba una carga doble: era el segundo percance at¨®mico de la historia y tambi¨¦n el mayor temblor de tierra en Jap¨®n desde que funcionan los registros.
En pocas ocasiones un fen¨®meno natural act¨²a como imagen tan pl¨¢stica del acontecer del mundo, sometido a un momento excepcional de aceleraci¨®n, a un brusco desplazamiento de los centros de poder y a unas crecientes dificultades para gobernar la globalidad desde las estructuras de las instituciones realmente existentes: los Estados nacionales y la arquitectura internacional surgida de la Segunda Guerra Mundial.
Las c¨¢maras infinitas con las que nos vigilamos a nosotros mismos se encargaron de grabar las im¨¢genes de la inmensa cat¨¢strofe, que nos dieron la idea de c¨®mo pod¨ªa ser el fin de la civilizaci¨®n humana, es decir, de nuestro mundo. Con Fukushima qued¨® claro que terminaba una ¨¦poca y empezaba otra nueva, un mundo distinto. Podemos esperar que sea mejor porque no tendremos otro y ser¨ªa vano compadecerse. Pero ya sabemos que no ser¨¢ f¨¢cil acomodarse.
Ser¨¢ dif¨ªcil organizar el suministro de energ¨ªa, atrapados entre Putin y Arabia Saud¨ª, con menos nucleares y sin dinero p¨²blico para renovables: sufrir¨¢n los piadosos objetivos de limitaci¨®n de emisiones establecidos en Kioto. No menos dif¨ªciles ser¨¢n las transiciones de los pa¨ªses ¨¢rabes a la democracia all¨ª donde finalmente se saquen de encima las viejas estructuras. Por no hablar de la salida de la crisis en Europa, donde costar¨¢ asegurar el mantenimiento del nivel de vida y los sistemas de bienestar.
Ahora, un a?o despu¨¦s, se nota el reflujo. La salida no ser¨¢ verde. De las dictaduras policiales podemos pasar a unas democracias islamistas escasamente liberales como en Pakist¨¢n. Y en vez de un capitalismo reformado, nos quieren dar las dos tazas reglamentarias del de siempre.
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