Par¨¢bola del samaritano rodante
Un estadounidense reparte comida en un barrio lisboeta de clase media a gente que pasa hambre
Hay un tipo en la esquina, solo, medio escondido. Cansado de esperar, se decide por fin y avanza hasta la puerta del local trasero de la parroquia, en un barrio de Lisboa, y pide algo para cenar. Justino Serrano le recibe, luego se pierde por un pasillo y luego reaparece con una bolsa con dos envases de caldo y un plato de carne guisada. Justino, un veterano voluntario con m¨¢s de 15 a?os de experiencia en las guerras perdidas de atender a los necesitados de Lisboa, regresa moviendo la cabeza como diciendo ¡°hay que ver¡± y despu¨¦s a?ade, ya en voz alta: ¡°Cada vez hay m¨¢s gente que necesita comida y que no se atreve a pedirlo por verg¨¹enza¡±. Justino, bajo, fuerte, abierto, es uno de los lugartenientes del proyecto Re-Food, una de las formas m¨¢s simples, baratas y efectivas de llevar alimento gratis a personas con hambre.
La idea pertenece a Hunter Halder, un estadounidense que llega al local conduciendo una bicicleta: toda una declaraci¨®n de principios en una ciudad de colinas insalvables como Lisboa. Hace un par de a?os, el hurac¨¢n de la crisis portuguesa se llev¨® por delante el trabajo de Halder, por entonces de 58, afincado en Lisboa desde 1992, especializado en formaci¨®n y en recursos humanos. Una vez en el paro, Halder, de esa extra?a pasta irreductible y optimista de la que est¨¢n hechos algunos estadounidenses, pens¨® que hab¨ªa llegado el momento de poner en pr¨¢ctica algunos proyectos filantr¨®picos en los que siempre hab¨ªa pensado. Ten¨ªa en mente cuatro ideas, pero al final improvis¨® de golpe una quinta la tarde en que fue a comer con su familia y una de sus hijas se quej¨® de que se tirara tanta comida en los restaurantes. ¡°Le respond¨ª con aquello tan t¨ªpico de que eso es inevitable, de que la ley de la oferta y la demanda, de que el sistema est¨¢ hecho as¨ª y de que¡ Y que ella ten¨ªa raz¨®n, qu¨¦ diablos, y me puse a pensar¡¡±.
300.000 portugueses, el 3% de la poblaci¨®n, recibe comida de organizaciones de caridad. Y va a m¨¢s
Imagin¨® una manera sencilla de evitar que se desperdiciara la comida elaborada d¨ªa a d¨ªa haci¨¦ndosela llegar, de forma organizada, a los que no tienen qu¨¦ comer. Despu¨¦s se la cont¨® a otro hijo suyo, experto en diferenciar las locuras bienintencionadas de las iniciativas viables. Tras escuchar a su padre, el hijo de los pies en el suelo le respondi¨®: ¡°Esto funcionar¨¢, pap¨¢¡±.
Lo primero que hizo Halder fue dividir su propio barrio lisboeta, de clase media, el de Nuestra Se?ora de F¨¢tima. Eligi¨® para empezar cuatro manzanas determinadas y las pein¨® con su bicicleta, su pinta de Pap¨¢ Noel y su determinaci¨®n contagiosa en busca de due?os de restaurantes, propietarios de casas de comida y encargados de pasteler¨ªas y supermercados. Se comprometi¨® a recoger, en d¨ªas determinados, la comida elaborada que sobraba y a distribuirla despu¨¦s entre las personas necesitadas del barrio, cada vez m¨¢s numerosas, a causa de la crisis que desarbola el pa¨ªs desde 2008. Para localizar a estos nuevos pobres procedi¨® de la misma manera met¨®dica y exhaustiva con que hab¨ªa acudido a los restaurantes: acudi¨® a todos los edificios del ¨¢rea en cuesti¨®n y pregunt¨®, piso por piso y casa por casa, si necesitaban lo que ¨¦l, con un cierto eufemismo pudoroso, denomin¨® ¡°refuerzo alimentario¡±.
As¨ª conoci¨® a Mar¨ªa Inc¨®gnita, bautizada as¨ª por ¨¦l mismo, y convertida ya en un s¨ªmbolo. Esta se?ora mayor, que vive muy cerca de la iglesia, se confes¨® a Halder a la primera: ¡°Me dijo que no ten¨ªa dinero, que necesitaba comida. Pero que jam¨¢s aceptar¨ªa que nadie de sus conocidos supiera que pasaba necesidad, que antes se dejar¨ªa morir de hambre que pasar una verg¨¹enza parecida. Yo le contest¨¦ que cada d¨ªa subir¨ªa a su casa con una bolsa. Ella me respondi¨® que eso tampoco bastaba, que pod¨ªan verme. As¨ª que me dio una llave del patio de la casa. Cada noche yo entro, dejo una bolsa escondida all¨ª y ella luego la recoge. Nadie excepto yo y Justino sabe qui¨¦n es en verdad esta Mar¨ªa Inc¨®gnita¡±.
Re-Food no es la ¨²nica asociaci¨®n portuguesa dedicada a la asistencia alimenticia que acusa un incremento de peticiones. El Banco Alimentar contra a Fome reparte comida a 330.000 personas, un 3% de la poblaci¨®n portuguesa. Su presidenta, Isabel Jonet, afirma que la cifra engorda sin parar: ¡°No servimos la comida directamente a la gente. La distribuimos entre instituciones que se encargan de ello. Pero notamos que estas instituciones cada vez nos piden m¨¢s. El problema no es el hambre: es el paro y el endeudamiento de las familias. La clase media se est¨¢ hundiendo. Son gente angustiada que nunca se hab¨ªa visto as¨ª, que ve c¨®mo, tras quedarse en el paro, no puede, por ejemplo, pagar la comida de la ni?a en la guarder¨ªa, y que no ve c¨®mo va a mejorar esto a corto o medio plazo¡±.
Al principio, Halder trabaj¨® solo. Fue la ¨¦poca en que le pusieron el mote de El loco de la bicicleta. Pero pronto otros se acercaron a preguntarle qu¨¦ hac¨ªa yendo de un lado para otro as¨ª, con esas bolsas de comida en la cesta del manillar. A los treinta d¨ªas, ya contaba con treinta colaboradores. Ahora son ya un centenar. La primera sede del proyecto fue la propia cocina de Halder, despu¨¦s se traslad¨® a un local peque?o de una vieja tienda de productos congelados. Actualmente la asociaci¨®n alimenta a casi 200 personas diariamente (muchas en sus propios domicilios), recoge comidas preparadas de 45 restaurantes y pasteler¨ªas de la zona acotada en un origen por Halder y cuenta con un comedor en un ala de una parroquia. Pronto se va a extender hasta un radio de acci¨®n de 285 restaurantes y el plan es conquistar, en un futuro no muy lejano, Lisboa entera.
Hunter est¨¢ convencido de que lo conseguir¨¢. Tambi¨¦n de que la crisis que estrangula Portugal (y Europa) acarrea, como contrapartida, una metamorfosis en la escala de valores de la gente. Y asegura que los portugueses son hoy m¨¢s solidarios que hace un a?o. ?l no cobra nada desde hace dos a?os. ¡°Aceptamos donativos. Pero son para la asociaci¨®n¡±, dice. Algunas veces, ¨¦l tambi¨¦n se lleva a casa, en la cesta de su bici, una de las bolsas de comida reciclada de alg¨²n restaurante recogida por su asociaci¨®n.
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