Los tuaregs ponen puertas al desierto
El pueblo libertario del S¨¢hara se ha convertido al nacionalismo y quiere fronteras para su propio Estado
Se han opuesto durante m¨¢s de dos milenios a cualquier cosa que oliera a fronteras, gobierno o Estado. Su patria, dec¨ªan, no ten¨ªa l¨ªmites administrativos ni otro amo que aquel que la recorriera a lomos de camello. Esa patria era el gran desierto que se extiende entre la costa mediterr¨¢nea del norte del ?frica occidental y central y el serpenteante r¨ªo N¨ªger. Ahora, sin embargo, los tuaregs, el pueblo de pastores guerreros de los turbantes, los velos y las t¨²nicas de color a?il, reclaman su derecho a constituir su propio Estado en una porci¨®n del inmenso S¨¢hara, la que corresponde a la zona septentrional de la Rep¨²blica de Mal¨ª. Lo llaman Azawad.
Los tuaregs, o una amplia porci¨®n de ellos, parecen haberse convertido al nacionalismo decimon¨®nico con dos siglos de retraso. El pasado 1 de abril, guerreros tuareg del Movimiento Nacional para la Liberaci¨®n de Azawad (MNLA) conquistaron Tombuct¨², la legendaria ciudad del oro y la sal fundada por sus ancestros hacia el siglo XI. Desde all¨ª proclamaron la ¡°completa liberaci¨®n¡± de Azawad y el fin de su ¡°ocupaci¨®n¡± por la Rep¨²blica de Mal¨ª, con capital en Bamako, a 700 kil¨®metros al sur. Solicitaron ¡ªsin el menor ¨¦xito, de momento¡ª el reconocimiento internacional de su nuevo Estado.
Siempre maestros en las relampagueantes incursiones guerrilleras a larga distancia, solo que ahora a bordo de todoterrenos y camionetas en vez de camellos, los combatientes del velo azul han expulsado a las fuerzas regulares de Mal¨ª, compuestas en su mayor¨ªa por africanos subsaharianos, del territorio que llaman Azawad, de la dimensi¨®n de Francia, en tal solo el primer trimestre de este a?o. Clave en ese triunfo militar ha sido el refuerzo de dos o tres millares de tuaregs que eran mercenarios de Gadafi y que regresaron al S¨¢hara con abundantes armas y municiones.
La gran novedad es que, por primera vez de modo tan expl¨ªcito, los tuaregs, a trav¨¦s del MNLA, formulan una reivindicaci¨®n estatal ante el resto del mundo. Dos hechos han sido claves en esa conversi¨®n al nacionalismo de los n¨®madas libertarios. Para empezar por la m¨¢s reciente, el reconocimiento internacional de la independencia de Sud¨¢n del Sur ha quebrado el dogma de la intangibilidad de las fronteras estatales heredadas del colonialismo europeo, asumido como fundacional en 1963 por actual Uni¨®n Africana. Aunque los tuarega saben que, por su condici¨®n de pueblo de origen bereber, reputado como belicoso y practicante a su manera de la religi¨®n musulmana, su separatismo cuenta con muchas menos simpat¨ªas en Occidente que el de Sud¨¢n del Sur.
El fracaso de todos sus alzamientos armados de las ¨²ltimas d¨¦cadas contra el poder de Bamako ha sido el otro hecho que ha ido introduciendo en la conciencia tuareg la idea de la necesidad de organizarse y expresarse bajo las banderas convencionales del nacionalismo y la autodeterminaci¨®n. En 1960 Francia concedi¨® la independencia a la Rep¨²blica de Mali en los territorios al norte y el sur del r¨ªo N¨ªger, aunando as¨ª a los n¨®madas tuaregs septentrionales con pueblos subsaharianos meridionales. Ese Estado, de fronteras tan artificiales como tantos otros en el continente, ha estado gobernado desde entonces desde Bamako y por dirigentes subsaharianos que han ninguneado a las regiones y gentes del norte.
En el ¨²ltimo medio siglo, los tuaregs se rebelaron en numerosas ocasiones contra su miseria y marginaci¨®n, contra los intentos de sedentarizarlos a la fuerza y arrebatarles su identidad. Exig¨ªan el derecho a ocuparse de sus propios asuntos, pero m¨¢s o menos gen¨¦ricamente, sin fijarse un objetivo pol¨ªtico concreto. Y siempre fueron aplastados por el Ej¨¦rcito regular de Mal¨ª. De esas amargas y sangrientas lecciones parece haber surgido el MNLA, que present¨® cartas credenciales ante el mundo el 16 de octubre de 2011, comenz¨® su rebeli¨®n armada el pasado enero y, el 1 de abril, conquist¨® Tombuct¨², la intersecci¨®n entre el S¨¢hara y el N¨ªger.
Sumido en una profunda crisis, Mal¨ª ha terminado perdiendo buena parte de su zona septentrional a manos de los tuaregs, entre los que se cuentan los combatientes del MNLA y grupos salafistas m¨¢s o menos vinculados a Al Qaeda. Las relaciones entre los nacionalistas del MNLA y los yihadistas son misteriosas, como lo ha probado la cesi¨®n de Tombuct¨² por los primeros a los segundos. La presencia de yihadistas en la confluencia del S¨¢hara y el Sahel inquieta, l¨®gicamente, al mundo, aunque no es una novedad en la zona. En otras ¨¦pocas -por ejemplo, el yihadismo de los subsaharianos fulani del siglo XIX- el ?frica occidental ya ha conocido violentas subidas de fiebre integrista.
Entre uno y dos millones de almas, repartidos por cinco pa¨ªses africanos (Argelia, Libia, Mal¨ª, N¨ªger y Burkina Faso), los tuaregs, que en su idioma propio se llaman a si mismos los imoshag ¡ªlos libres, los nobles¡ª y jam¨¢s han aceptado otra organizaci¨®n que la de su linaje familiar, quieren ahora tener su propio Estado.
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