Con los dedos cruzados
L¨¢piz y calculadora en mano, Nicolas Sarkozy no puede ganar. Los sondeos lo detectan. Hay pocas dudas entre los analistas. Lo indican las abundantes deserciones entre sus partidarios, ex ministros y secretarios de Estado, dispuestos a votar a Hollande, como sucede con el entorno del anterior presidente de la Rep¨²blica, Jacques Chirac. Los nervios y el caracoleo de su campa?a tambi¨¦n: cuando arranc¨® era Merkozy, el riguroso centauro pol¨ªtico que ofrec¨ªa el horizonte de una Francia alemana; pero la termina de nuevo como el oportunista Sarkozy que se desmarca de Merkel y saquea el programa socialista a favor del crecimiento, la creaci¨®n de empleo y el control del Banco Central Europeo cuya menci¨®n se hab¨ªa prohibido a s¨ª mismo en sus paseos playeros con la canciller.
Por si acaso, los socialistas franceses est¨¢n realizando un enorme esfuerzo de contenci¨®n para evitar la erosi¨®n en el voto de una euforia prematura. Los indecisos son muchos: un elector de cada dos ha cambiado de intenci¨®n de voto en la ¨²ltima mitad de a?o. Crecen los nuevos votantes contractuales, sin fijaci¨®n ideol¨®gica ni amor a sus colores. La campa?a est¨¢ viva, dinamizada por la oferta de los extremos, y adem¨¢s antes hay que pasar a la segunda vuelta. Tambi¨¦n el interregno entre las dos vueltas, con sus m¨¢rgenes de imprevisibilidad, conducen a extremar la prudencia. Como lo aconseja el recuerdo del fiasco enorme de 2002, cuando un candidato socialista con un buen balance de gobierno como Lionel Jospin cay¨® ante Le Pen. Ahora este peligro no existe, pero aquel percance sigue torturando la memoria progresista.
Todo conduce a la angustiada izquierda europea a suspender el juicio, aunque los sondeos sean tan claros. Si Hollande y Sarkozy van codo a codo en la primera vuelta, con ligera ventaja del primero en las ¨²ltimas encuestas, la diferencia es abismal en la segunda, cuando ambos deber¨¢n encontrarse frente a frente: el socialista le lleva hasta 16 puntos de diferencia en sus mejores previsiones y seis en las peores.
Hollande ha hecho dos cosas. Se ha travestido de Fran?ois Mitterrand, en sus gestos y en su entonaci¨®n, como una imagen cl¨®nica del ¨²nico presidente socialista que ha tenido la V Rep¨²blica, y ha optado por dejar que la combusti¨®n interna termine con Sarkozy. Ante un pol¨ªtico divisivo y polarizador, juega la carta de la unidad, del centrismo y de la moderaci¨®n, juntando las dos campa?as de Mitterrand en una sola, seg¨²n ha explicado Claude Bartolone, su asesor para temas internacionales. En la de 1981 el candidato socialista significaba la alternancia y la llegada de la izquierda al El¨ªseo y en la de 1988 la uni¨®n de los franceses ante el candidato de la gresca, que entonces era Chirac.
Sarkozy le ha hecho la campa?a a Hollande con su p¨¦simo balance de cinco a?os de hiperactividad y cambios de rumbo, por lo que ahora este ¨²ltimo solo tiene que evitar los errores. Es la misma estrategia de Rajoy con Zapatero, que tambi¨¦n le hizo todo el trabajo al candidato del PP. Las similitudes entre Zapatero y Sarkozy van m¨¢s all¨¢ de la an¨¦cdota, con independencia de su bien distinto car¨¢cter y personalidad y no digamos ya de ideolog¨ªa y programas. Pero el peligro que le acecha a Hollande tambi¨¦n es similar al que corroe ahora mismo a Rajoy a toda velocidad: ganar¨¢ a Sarkozy, pero la crisis le devorar¨¢ desde el primer d¨ªa.
Sarkozy ha calculado mal los ritmos. Es el error pol¨ªtico por excelencia. Puede que tuviera un buen diagn¨®stico. Puede que los objetivos y el mensaje fueran excelentes. Pero las equivocaciones se producen al sincronizar las estrategias pol¨ªticas y la realidad: los hechos, los acontecimientos, son lo que m¨¢s debe temer un Gobierno, seg¨²n una famosa cita atribuida al premier brit¨¢nico Harold McMillan. Sarkozy calcul¨® mal la velocidad de la crisis, pens¨® que podr¨ªa hacer campa?a europe¨ªsta con Merkel a su lado, dejando a Hollande hundi¨¦ndose miserablemente en un mensaje arcaico y antieuropeo, y ahora se encuentra con que se han invertido los papeles y es ¨¦l mismo quien compite por tomar distancias de Europa en todo, Schengen, papel del Banco Central, aportaci¨®n al presupuesto, mientras Hollande aparece como el salvador del crecimiento y el empleo europeos, incluso para la derecha espa?ola.
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