Lecciones argentinas para esconder billetes
La desconfianza en los bancos y las restricciones para comprar d¨®lares hacen que miles de ciudadanos guarden sus ahorros en los sitios m¨¢s insospechados
En Argentina se puede comprar un exprimidor de unos 15 euros (85 pesos) en 12 cuotas de 1,6 euros, un tostador de 28 euros en 12 pagas o una plancha de 38 euros en seis plazos. Pero a la hora de adquirir una vivienda hay que pagarla al contado, un billete detr¨¢s de otro, a ser posible en d¨®lares. A menudo esos d¨®lares se encuentran en lugares bien secretos, alejados del banco. Y cada quien tiene su t¨¦cnica para trasladar los ahorros de toda una vida por la calle. Valen desde las mochilas, la cazadora, los calzoncillos, los calcetines y los sostenes hasta furgones contratados a empresas de seguridad. Comprador y vendedor suelen alquilar una sala en el banco destinada a la transacci¨®n. Las sucursales disponen de aut¨¦nticos magos en el oficio de contar billetes. Sin necesidad de m¨¢quinas, ni de l¨ªquidos para humedecerse los dedos, el contador puede demorarse horas en su trabajo.
A pesar de que el Gobierno hace esfuerzos constantes por restringir el cambio de pesos a d¨®lares y por evitar la evasi¨®n de divisas, millones de argentinos compran d¨®lares y los guardan donde mejor pueden, a salvo del fisco y de los atracadores. Dentro de los bancos hay 700.000 cajas fuertes alquiladas en un pa¨ªs de 40 millones de habitantes. En algunas entidades es preciso esperar hasta seis meses para que se desocupe alguna. Tambi¨¦n se recurre a compa?¨ªas que instalan cajas en casa o en la oficina y las supervisan por control remoto, informando al titular de todas las veces que se abri¨® o se intent¨® abrir el mecanismo.
Otra opci¨®n para preservar los ahorros es comprar d¨®lares y sacarlos del pa¨ªs, sobre todo hacia Uruguay. En los cuatro primeros meses de este a?o se ha registrado en el pa¨ªs vecino el crecimiento m¨¢s alto de dep¨®sitos ingresados?por argentinos desde 2001, seg¨²n el Banco Central de Uruguay. No obstante, la alternativa m¨¢s recurrente puede ser la de toda la vida: el colch¨®n. ?Pero qu¨¦ se entiende por el colch¨®n?
A veces un colch¨®n es precisamente eso, un colch¨®n. Y corren leyendas de gente que le encarg¨® a la empleada dom¨¦stica que cosiera la funda despu¨¦s de meter el dinero por alguna hendidura y jam¨¢s volvi¨® a verlo. Durante un tiempo estuvo muy de moda empotrar cajas detr¨¢s de los enchufes, pero se hizo tan previsible como las que se colocan tras los cuadros. La costumbre suele ser comprar una o varias cajas de acero ¨Caunque en algunos lugares hay listas de espera hasta para eso-- y meterlas donde alcance la imaginaci¨®n de cada uno. Una persona que prefiere no revelar su nombre relata: ¡°Yo guard¨¦ dinero dentro de una caja fuerte envuelta en pl¨¢sticos y m¨¢s pl¨¢sticos dentro de una maceta gigante y estuvo en mi balc¨®n durante a?os. Era muy?friki irse de casa y dejar los ahorros en el balc¨®n, pero as¨ª lo hac¨ªamos¡±.
Cada cierto tiempo circulan historias sobre familias que al mudarse de casa olvidaron 25.000 d¨®lares dentro del televisor, enterrados en el parquet del sal¨®n, en el entretecho o en la doble pared del armario¡ Se puede recurrir tambi¨¦n, como en el cuento de Edgar Allan Poe,?La carta robada, a dejar, como al descuido, lo m¨¢s valioso en el sitio m¨¢s visible, para que pase inadvertido. Pero todos los escondites, hasta el que nace del ingenio m¨¢s retorcido, suelen claudicar ante un arma demoledora: la violencia. A mediados de marzo, Nora Centeno, de 78 a?os, integrante de las Madres de Mayo de La Plata, se encontraba en la cocina cuando sinti¨® una cuerda en la garganta. Antes de pedirle nada el ladr¨®n le peg¨® un culatazo en la cabeza. ?se fue solo el comienzo de la paliza. La imagen de su cara amoratada ocup¨® las principales p¨¢ginas de los peri¨®dicos. Pero eso no impidi¨® que el pasado 5 de mayo volvieran a asaltarla en su domicilio de La Plata.
El caso de la violencia contra los ancianos es frecuente. ¡°Ellos se resisten a ceder algo por lo que han trabajado toda la vida¡±, relata un porte?o que solicita el anonimato. ¡°Los j¨®venes nos desprendemos enseguida de lo que sea con tal de que no nos hagan da?o. Pero los viejos, no. Y por eso usan la t¨¦cnica del terror contra ellos. Mi pap¨¢ era maestro, nunca viaj¨® al exterior y el ¨²nico coche nuevo que compr¨® le dur¨® 28 a?os. Guardaba todos sus ahorros en casa. Ni los hijos ni nuestra madre sab¨ªamos d¨®nde lo ten¨ªa. As¨ª se salv¨® del?corralito. Pero una vez le entraron en casa. Antes de mediar palabra empezaron a golpearle. A partir de ese d¨ªa, el dinero que iba ahorrando lo redistribuy¨® por varios lugares de la casa. Los atracadores no suelen detenerse demasiado tiempo. Pero saben tambi¨¦n que la gente disemina la plata entre varios sitios. Y en el a?o 2006 volvieron a atracarle. De nuevo, lo golpearon muy fuerte. Cre¨ªamos que se lo hab¨ªan llevado todo. Pero cuando se estaba muriendo, casi arrastr¨¢ndose desde la cama, nos mostr¨® d¨®nde hab¨ªa guardado parte de sus ahorros. Escondi¨® parte de la plata debajo de la encimera de la cocina. Pero lo m¨¢s sorprendente fue cuando nos ense?¨® que hab¨ªa guardado unas monedas de oro entre los enseres de la jardiner¨ªa, en unas bolsas como abandonadas en un rinc¨®n, debajo de unas herramientas. Ahora nos queda la duda de si no habr¨ªa otro lugar que se le olvidara decirnos. Si mis hermanos y yo vendi¨¦ramos la casa lo primero que har¨ªamos es registrarla antes palmo a palmo¡±.
A pesar de todos los percances, los argentinos siguen confiando en el colch¨®n. Y en las esquinas de Buenos Aires reinan los caf¨¦s y las restaurantes en vez de las sucursales de banco.
Novecientas ¡®salideras¡¯ antes de que muriera Isidro
El 29 de julio de 2010, Carolina P¨ªparo, embarazada de nueve meses de su hijo Isidro, acudi¨® a una sucursal del banco Santander R¨ªo en La Plata para sacar el dinero con el que iba a pagar el anticipo de una casa. Dos atracadores montados en moto ¨Cmotochorros- las siguieron al salir del banco, les quitaron el dinero y, a pesar de que ya se llevaban los billetes consigo, les dispararon. Carolina ingres¨® de urgencia en el hospital, le hicieron una ces¨¢rea, el ni?o naci¨® con vida pero solo sobrevivi¨® una semana. Ella sufri¨® 40 d¨ªas de convalecencia. Su caso lleg¨® al Congreso y se incrementaron las medidas de protecci¨®n a los clientes para evitar informaciones desde dentro de la sucursal a los atracadores de afuera. En el juicio, que a¨²n no se ha celebrado, hay siete personas acusadas. Entre ellas, el hombre que?marc¨® a Carolina P¨ªparo desde dentro del banco. En las "salideras" que se perpetran al salir los clientes del banco suele haber dentro un informante que avisa a sus compinches sobre el cliente que retira una cantidad importante.
El pasado fin de semana Carolina volvi¨® a ser asaltada por segunda vez en un domicilio nuevo que estaba acondicionando. "Hubo 900?salideras y tuvo que morir Isidro, mi hijo, para que se pongan unos biombos y proteger a la gente al sacar dinero", declar¨®?P¨ªparo a Radio Continental. "Vos pod¨¦s decir 'esta chica tiene mala suerte' y la verdad que no es eso. En realidad tuve buena suerte, porque con mi hija en ese departamento estuve por la ma?ana. El tema ac¨¢ es estructural. La inseguridad en la provincia es terrible. Hay gente que le roban 10 ¨® 15 veces y sus casos no se conocen porque no han sido tan medi¨¢ticos. (¡) ?Qu¨¦ esperamos, que muera alguien en un edificio para reaccionar?".
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