Buazizi, Dimitris y otros
La inmolaci¨®n como forma de protesta pol¨ªtica se extiende por T¨ªbet y el mundo ¨¢rabe y alcanza Europa. Desde los a?os de Vietnam y Checoslovaquia no se ve¨ªa algo semejante
Docenas de tibetanos se han prendido fuego en el ¨²ltimo a?o para protestar contra el Gobierno chino, en ocasiones bebiendo queroseno para hacer que las llamas tambi¨¦n surjan de dentro, en lo que est¨¢ siendo una de las mayores oleadas de inmolaci¨®n pol¨ªtica en la historia reciente¡±. Firmado por Gillian Wong, este despacho de la agencia norteamericana AP era reproducido el pasado febrero por The Huffington Post. Como otras relativas al uso creciente por parte de monjes tibetanos de esta forma desesperada de expresi¨®n, la noticia de AP no tuvo un gran eco medi¨¢tico internacional.
Tampoco la tuvo en su momento la inmolaci¨®n a lo bonzo de un joven tunecino llamado Mohamed Buazizi en la localidad de Sidi Buzid, el 17 de diciembre de 2010. Pero, a trav¨¦s de las redes sociales en Internet, los j¨®venes del lugar hicieron por que se supiera la historia, y luego blogueros como Lina Ben Mhenni siguieron extendi¨¦ndola por T¨²nez. Aquellas llamas prendieron la revuelta contra la autocracia, la corrupci¨®n y la miseria que terminar¨ªa en pocas semanas con el dictador Ben Ali y se extender¨ªa por otros pa¨ªses del norte de ?frica y Oriente Pr¨®ximo con el nombre de primavera ¨¢rabe. Buazizi recibir¨ªa p¨®stumamente el Premio Sajarov.
?Qu¨¦ lleva a los tibetanos a inmolarse?, se preguntaba Jason Burke en The Guardian el 26 de marzo. La respuesta es mucha opresi¨®n y mucha impotencia. La causa tibetana ¡ªel rechazo de la ocupaci¨®n china de ese pa¨ªs y la demanda de independencia o amplia autonom¨ªa¡ª es bastante popular entre las opiniones de la mayor¨ªa de los pa¨ªses occidentales, aunque no tanto entre sus Gobiernos. El mero hecho de recibir al Dal¨¢i Lama, la encarnaci¨®n en el exilio de esa causa, suele provocarles quebraderos de cabeza con la poderosa China. As¨ª que a lo largo de 2011 y lo que llevamos de 2012 han proliferado en el T¨ªbet ocupado los episodios de monjes budistas que se queman en calles y mercados o frente a edificios oficiales chinos. El Dal¨¢i Lama declara que comprende pero no espolea tal forma de rebeli¨®n.
La pr¨¢ctica totalidad de las sociedades, y sobre todo las de ra¨ªz judeocristiana, condenan a rajatabla ese acto supremo de desesperaci¨®n que es el suicidio. Algunas lecturas del budismo y del hinduismo son, sin embargo, relativamente tolerantes con esa pr¨¢ctica en determinadas circunstancias. Tal vez por eso hoy asociamos la inmolaci¨®n en las llamas como forma de expresi¨®n pol¨ªtica con los numerosos episodios de ese tipo que se vivieron en Vietnam a comienzos de los a?os sesenta del pasado siglo.
En aquellos tiempos, monjes budistas se pegaron fuego ante las c¨¢maras para manifestar su rechazo del tir¨¢nico Gobierno de Vietnam del Sur y sus protectores estadounidenses. De ah¨ª que a lenguas como el castellano se incorporara la expresi¨®n ¡°quemarse a lo bonzo¡±. El pionero fue un monje llamado Quang Duc, al que los rockeros norteamericanos Rage Against the Machine dedicaron en 1992 la portada de su primer ¨¢lbum.
En aquella d¨¦cada prodigiosa tambi¨¦n tuvo gran repercusi¨®n internacional el gesto de un joven checo llamado Jan Palach. Era un estudiante de la Facultad de Artes de Praga que, el 16 de enero de 1969, se quem¨® en la plaza Wencelas para protestar por la invasi¨®n sovi¨¦tica de Checoslovaquia. Palach es recordado hoy en su pa¨ªs y toda Europa como un h¨¦roe de la lucha contra el totalitarismo sovi¨¦tico, y cuenta en Praga con una plaza a su nombre y varios monumentos conmemorativos.
No ha habido ninguna ¨¦poca de la humanidad que no haya sido convulsa y sangrienta. Atentados, matanzas y guerras han salpicado de horror las ¨²ltimas d¨¦cadas en todos los continentes. En particular, la modalidad kamikaze de terrorismo practicada por los yihadistas, de la que el 11-S fue la expresi¨®n m¨¢s espectacular y mort¨ªfera, ha llenado de angustia los corazones. No obstante, el uso de la inmolaci¨®n individual como forma de protesta pol¨ªtica parec¨ªa haber quedado atr¨¢s, en los a?os sesenta, los tiempos de Vietnam y Checoslovaquia. Hasta hoy, hasta que la globalizaci¨®n ha a?adido a su muestrario la crisis, el miedo y el cabreo.
No est¨¢ ocurriendo solo en T¨ªbet. El pasado 15 de mayo, un hombre se prendi¨® fuego en el exterior del tribunal de Oslo donde era juzgado el ultraderechista Anders Breivik, el autor del doble atentado terrorista que mat¨® a 77 personas el pasado julio. Las autoridades noruegas atribuyeron el suceso al desequilibrio de su protagonista y negaron que tuviera cualquier relaci¨®n con el caso Breivik. As¨ª debe ser si as¨ª lo dicen.
Pariente de las huelgas de hambre, de las que recientemente ha habido una de presos palestinos en Israel, la inmolaci¨®n es un m¨¦todo extremo de censura a los poderosos. El 4 de abril, Dimitris Christoulas, un jubilado griego, se quit¨® la vida frente al Parlamento de su pa¨ªs, en la plaza Sintagma de Atenas. Ten¨ªa 77 a?os, y en la nota que dej¨® para explicar su acci¨®n dec¨ªa que se negaba a vivir rebuscando en las basuras, la ¨²nica opci¨®n que le iba quedando tras los recortes de su pensi¨®n. Dimitris no escogi¨® el fuego para su suicidio protestatario, sino una pistola con la que se dispar¨® en la sien. Las manifestaciones contra la pol¨ªtica de austeridad impuesta a Grecia se multiplicaron tras su acci¨®n, y en Espa?a Joaqu¨ªn Carbonell, Pablo Guerrero y otros m¨²sicos le dedicaron una canci¨®n.
¡°La inmolaci¨®n se ha convertido en la forma suprema de protesta¡±, dice James Verni en un reciente art¨ªculo en la edici¨®n digital de The New Yorker. ¡°El soci¨®logo Emile Durkheim¡±, a?ade Verni, ¡°catalog¨® el suicidio en cuatro tipos: el ego¨ªsta, el altruista, el an¨®mico y el fatalista. Quiz¨¢ la inmolaci¨®n tiene tal atractivo porque gana en todas esas categor¨ªas. Es el acto m¨¢ximo tanto de desesperaci¨®n como de desaf¨ªo, un s¨ªmbolo a la vez de resignaci¨®n y de sacrificio heroico¡±.
En el mundo ¨¢rabe no han dejado de producirse en los ¨²ltimos meses sucesos como el protagonizado por el tunecino Buazizi. Marruecos, Argelia y Jordania han sido escenarios de ese tipo de inmolaciones, aunque, una y otra vez, las autoridades han conseguido evitar que el incendio pol¨ªtico se extendiera. A finales de abril, en la localidad argelina de Jilel, un joven llamado Rasheq Hamza, vendedor ambulante de 25 a?os, se prendi¨® fuego despu¨¦s de que la polic¨ªa se incautara de su carro. Exactamente igual que en el caso Buazizi. Hubo disturbios en Jilel que fueron duramente reprimidos y el joven muri¨® dos d¨ªas despu¨¦s.
En otros casos, el suicidio como protesta ha adoptado en el mundo ¨¢rabe m¨¦todos diferentes y ha tenido causas no directamente pol¨ªticas o socioecon¨®micas. A comienzos de marzo, Amina Filali, una marroqu¨ª de 16 a?os de Larache, se quit¨® la vida con raticida para expresar su repugnancia por haber sido obligada a casarse con el hombre que la hab¨ªa violado.
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