¡°El infierno en la tierra est¨¢ en los centros de detenci¨®n en Homs¡±
Pierre Piccinin, un polit¨®logo belga, describe el horror de las mazmorras sirias en los que pas¨® varios d¨ªas en mayo por error
Pierre Piccinin era hasta mayo de los que creen que la televisi¨®n Al Jazeera ¡°intoxica¡± a prop¨®sito de la situaci¨®n en Siria, que la rebeli¨®n del r¨¦gimen contra Bachar el Asad es minoritaria e islamista y se indignaba adem¨¢s al escuchar a los manifestantes sirios corear ¡°los cristianos a Beirut, los alauies a la tumba¡±. Los alau¨ªes son la minor¨ªa musulmana que regenta el pa¨ªs.
Ahora, en cambio, Piccinin, profesor de ciencias pol¨ªticas en la Escuela Europea de Bruselas y coordinador de seminarios en la Universidad Cat¨®lica de Lovaina, se muestra partidario de una intervenci¨®n militar en Siria para acabar de derrocar al r¨¦gimen de El Asad. ¡°Admito que antes me equivoqu¨¦¡±, reconoce en conversaci¨®n desde T¨²nez cuyo presidente, Moncef Marzouki, le invit¨®.
?Qu¨¦ ha pasado para hacerle cambiar de opini¨®n? Piccinin pas¨® a finales de mayo casi una semana en centros de detenci¨®n de los servicios secretos de Homs y Damaco y en una c¨¢rcel de la capital hasta que, gracias a las gestiones del Gobierno belga, fue expulsado del pa¨ªs. ¡°Si hay un infierno en la tierra est¨¢ en los centros de detenci¨®n de Homs y Damasco¡±, recuerda.
¡°Hab¨ªa hombres atados en los pasillos, a radiadores y tuber¨ªas, antes y despu¨¦s de haber sido torturados con descargas el¨¦ctricas y tambi¨¦n apaleados¡±, rememora su estancia por Homs. ¡°Se torturaba en cadena, algunos agonizaban en el pasillo, otros en las celdas¡±. ¡°Tras la tortura estaban desfigurados, eran irreconocibles¡±.
¡°Tambi¨¦n se o¨ªan gritos de celdas contiguas durante toda la noche¡±, prosigue su relato. ¡°El olor, mezcla de sangre, sudor, orina y excrementos era tremendo¡±. En Damasco, en el centro Palestina de la seguridad militar, ¡°torturaron durante horas, delante de m¨ª, a un anciano que no paraba de gemir y chillar¡±.
Piccinin viaj¨® tres veces el a?o pasado a Siria, la ¨²ltima en diciembre invitado por el Ministerio de Comunicaci¨®n. Algunos de sus art¨ªculos agradaron tanto a las autoridades sirias que fueron reproducidos por el diario del Baaz, el del antiguo partido ¨²nico. Solicit¨® regresar en primavera, pero el consulado sirio en Bruselas tardaba en otorgarle el visado.
Se present¨® entonces, el 15 de mayo, en el puesto fronterzio sirio-liban¨¦s de Masnaa y,dados sus buenos antecedentes, se lo proporcionaron de inmediato. Estuvo en Damasco, en Homs y en Talbiseh, donde cay¨® en manos del Ej¨¦rcito Sirio Libre (ESL) que le mostraron ¡°su centro operacional repleto de material inform¨¢tico¡± y ¡°un hospital subterr¨¢neo bien equipado¡±. ¡°Esto ya no es una guerrilla de aficionados¡±, recalca.
Al tercer d¨ªa Piccinin se acerc¨® con su coche alquilado a Talkhalah, un pueblo donde hab¨ªa combates. El Ej¨¦rcito regular le prohibi¨® seguir su camino, pero despu¨¦s unos agentes de seguridad le indicaron que pod¨ªa acercarse a Talkhalah, pero solo en un veh¨ªculo policial. Cuando subi¨® a bordo le esposaron
Trasladado a Homs, al barrio de Qazzaz, le hicieron esperar, antes de interrogarle, en un despacho en cuya mesa hab¨ªa ¡°agujas, tenazas, sangre y u?as¡±. Despu¨¦s le condujeron a otro en el que el un ordenador aparec¨ªan fotos que hab¨ªa tomado con los rebeldes en Talbiseh. Le acusaron de ser un esp¨ªa franc¨¦s encargado de estudiar la ayuda log¨ªstica que necesitan los rebeldes.
¡°Me golpearon y tambi¨¦n fui sometido a alguna que otra descarga el¨¦ctrica de menor intensidad¡±, asegura Piccinin. ¡°Pero, comparado con lo que padec¨ªan los dem¨¢s detenidos ser¨ªa indecente afirmar que me torturaron¡±, a?ade.
A¨²n as¨ª estaba atemorizado. ¡°Estaba convencido de que, despu¨¦s del horror que hab¨ªa visto, me matar¨ªan para eliminar a un testigo molesto¡±, recuerda. ¡°Despu¨¦s acusar¨ªan a los rebeldes de haberme liquidado¡±, se tem¨ªa. Pero no fue as¨ª. Le enviaron al m¨¢s conocido de los centros de detenci¨®n de Damasco, donde ya no fue maltratado, y de ah¨ª a la prisi¨®n de Bab al Mousalah.
Hacinado en una celda con refugiados sudaneses, palestinos afganos etc¨¦tera, a veces encarcelados desde hace a?os sin ser juzgados, Piccinin descubri¨® asombrado la solidaridad de los presos. ¡°Primero me buscaron un colch¨®n y despu¨¦s hicieron una colecta para que un funcionario de prisiones les dejara un m¨®vil con el que pude llamar al ¨²nico amigo en B¨¦lgica de cuyo n¨²mero me acordaba¡±, prosigue. Este, a su vez, se puso en contacto con las autoridades belgas.
Dos d¨ªas despu¨¦s un diplom¨¢tico belga, Arnt Kennis, se desplaz¨® de Amman a Damasco para solicitar la puesta en libertad de Piccinin. El 23 de mayo fue conducido al aeropuerto de Damasco y embarc¨® en el primer avi¨®n rumbo a Londres. Antes de subir a bordo le devolvieron todas sus pertenencias incluida la c¨¢mara con las fotos que hab¨ªa tomado de los rebeldes en armas.
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