Armas sin retroceso
Los ¡®drones¡¯ y las armas cibern¨¦ticas crean la ilusi¨®n de disparos sin consecuencias
Los martes, sentencias de muerte. Franco las firmaba mientras desayunaba. Barack Obama preside una comisi¨®n con la que repasa y decide a partir de las fichas, foto y biograf¨ªa, sobre los candidatos a la pena capital. La firma del dictador espa?ol significaba que al d¨ªa siguiente el preso era fusilado. La autorizaci¨®n del presidente estadounidense, que el sospechoso de terrorismo ser¨¢ atacado por un misil lanzado desde un avi¨®n teledirigido.
El lugar donde se toman estas decisiones es la Situation Room, el mismo desde donde se sigui¨® la acci¨®n de los Navy Seals que dieron muerte a Osama bin Laden en la ciudad paquistan¨ª de Abbotabad en la madrugada del 1 mayo de 2011. De aquel episodio nos queda una foto, en la que se ve a Obama rodeado por todo su equipo y concentrado ante una pantalla, desde donde el entonces director general de la CIA, Leon Panetta, le da explicaciones sobre el curso de la acci¨®n.
Las cifras sobre ejecuciones extrajudiciales, que afectan sobre todo a las regiones tribales de Pakist¨¢n fronterizas con Afganist¨¢n, hablan por s¨ª solas. En los ¨²ltimos d¨ªas de mayo y primeros de junio se han producido 27, entre las que se encuentran la del n¨²mero dos de Al Qaeda, Abu Yahya al Libi. Si Bush ha pasado a la historia por su guerra preventiva en Irak, la legalizaci¨®n de la tortura, las entregas de terroristas a terceros pa¨ªses para ser interrogados o liquidados y la creaci¨®n del campo de Guant¨¢namo para mantener en detenci¨®n indefinida a los sospechosos de terrorismo, Obama lo har¨¢ por su decidida liquidaci¨®n de los caudillos de Al Qaeda y de centenares de sus militantes, menores de edad incluidos.
No debiera sorprender a nadie. El actual presidente se opuso a la guerra de Irak y rechaz¨® la pol¨ªtica antiterrorista de Bush, que ha corregido en la medida de lo posible: no ha podido cerrar Guant¨¢namo porque no se lo ha permitido el Congreso. Pero nunca se opuso a la pol¨ªtica de asesinatos selectivos, que Bush apenas inici¨®. Y no lo hizo porque estaba de acuerdo en continuarla. En 2007, cuando solo era un senador que iba a presentarse a las primarias dem¨®cratas, declar¨® que ¡°si tenemos informaci¨®n ¨²til sobre objetivos terroristas de alto valor en Pakist¨¢n y el presidente Musharraf no act¨²a, lo haremos nosotros¡±.
La cifra de ejecuciones extrajudiciales en zonas tribales de Pakist¨¢n habla por s¨ª misma
En la recta final de su actual campa?a para la reelecci¨®n, los focos han iluminado de pronto la escena glacial y terrible de los martes de muerte en la Casa Blanca. Con la aparici¨®n de varios libros y reportajes sobre estas actuaciones ha quedado documentada la idea de un presidente al que no le importa aparecer como juez y a la vez verdugo de los terroristas. Todas estas informaciones en mitad de la carrera presidencial, cuando Obama ya se enfrenta directamente con el candidato republicano Mitt Romney, han sido interpretadas como gesticulaci¨®n electoral para aparecer como alguien a quien no le tiembla el pulso al defender la seguridad de los estadounidenses. La propia Casa Blanca se ha visto obligada a salir al paso y a desmentir, no la informaci¨®n sobre los ataques con drones y las listas de ejecutables, pero s¨ª la voluntad de exhibici¨®n de tales pr¨¢cticas.
Para remachar y dar verosimilitud al ment¨ªs, el fiscal general Eric Holder ha nombrado a dos fiscales especiales con la misi¨®n de investigar las filtraciones sobre estas decisiones secretas de la Casa Blanca. Adem¨¢s de la elaboraci¨®n de las listas de condenados a muerte, Holder quiere que se investigue la filtraci¨®n sobre Stutnex, el arma cibern¨¦tica utilizada conjuntamente con Israel para atacar los sistemas inform¨¢ticos de la industria nuclear iran¨ª, as¨ª como el uso de un agente doble en la desarticulaci¨®n de un complot terrorista.
Michael Ignatieff, el intelectual y exdirigente liberal canadiense que primero apoy¨® la guerra de Irak y luego se arrepinti¨® de haberlo hecho, ha terciado muy atinadamente en esta pol¨¦mica al se?alar c¨®mo las nuevas tecnolog¨ªas de la guerra, sean drones o armamento cibern¨¦tico, crean la ilusi¨®n de un arma que da?a pero no tiene retroceso (Financial Times, 13 de junio). Muchos dudan sobre la constitucionalidad de las decisiones letales de Obama, al menos cuando afectan, como ya ha sucedido, a ciudadanos estadounidenses. A otros les preocupa su absoluta inadecuaci¨®n con la legalidad internacional. Pero basta con pensar en el retroceso de estas armas, es decir, en las consecuencias para quienes las utilizan, para percibir la oscura ambig¨¹edad de la geograf¨ªa b¨¦lica en la que nos estamos adentrando.
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