Obama se ofrece a colaborar con Morsi para asentar la democracia

Pocas horas despu¨¦s del anuncio oficial del resultado de las elecciones en Egipto, Barack Obama llam¨® por tel¨¦fono al nuevo presidente, Mohamed Morsi, y al candidato derrotado, Ahmed Shafiq, para recordarles el compromiso de Estados Unidos con una transici¨®n pac¨ªfica hacia la democracia y para asegurarse de que ambos est¨¢n dispuestos a colaborar para que eso ocurra.

Con alivio indisimulable, la Casa Blanca emiti¨® posteriormente un comunicado en el que aseguraba que el presidente norteamericano est¨¢ dispuesto a ¡°trabajar con el nuevo presidente egipcio y con todos los grupos pol¨ªticos¡± con el prop¨®sito de ¡°atender la demanda del pueblo egipcio de que se cumplan las promesas de su revoluci¨®n¡±.

El nombramiento, por fin, de un sucesor de Hosni Mubarak elegido por los ciudadanos supone un cierto triunfo personal de Obama, que apost¨® por dar rienda suelta a las aspiraciones populares a los pocos d¨ªa del estallido de la revuelta, pero sobre todo devuelve por ahora cierta tranquilidad a la pol¨ªtica exterior norteamericana, que viv¨ªa con gran preocupaci¨®n el deterioro progresivo de la situaci¨®n en Egipto.

Egipto es desde hace d¨¦cadas un pa¨ªs esencial en la estrategia estadounidense en Oriente Pr¨®ximo y puede ser a partir de ahora el ejemplo de un nuevo modelo de relaciones entre Washington y un Gobierno musulm¨¢n. Para ello, Obama necesita que Morsi se mantenga en la v¨ªa de un islamismo tolerante e integrador, capaz de respetar los par¨¢metros b¨¢sicos de democracia y derechos humanos que se exigen en Occidente.

No es una misi¨®n imposible. Morsi habla ingl¨¦s de forma fluida y conoce bastante bien Estados Unidos, donde obtuvo en 1982 su t¨ªtulo de ingenier¨ªa por la Universidad del Sur de California. Sabe, por tanto, la oportunidad que hoy tiene en sus manos y lo diferente que podr¨ªa ser su di¨¢logo con este pa¨ªs ahora o despu¨¦s de las elecciones de noviembre, en el caso de que Mitt Romney obtuviera la victoria.

Morsi es consciente tambi¨¦n de la relaci¨®n especial que existe entre EE UU y el Ej¨¦rcito que seguir¨¢ teniendo un enorme poder de vigilancia en Egipto. Mientras se decid¨ªan los resultados oficiales, el jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas norteamericanas, general Martin Dempsey, habl¨® dos veces la semana pasada, el lunes y el viernes, con su contraparte en El Cairo, el general Sami Enan. A su vez, el secretario de Defensa, Leon Panetta, convers¨® con el que ha sido jefe de Estado de facto este ¨²ltimo tiempo, el mariscal Mohamed Hussein Tantawi.

Obama necesita que Morsi se mantenga en la v¨ªa de un islamismo tolerante e integrador, capaz de respetar los par¨¢metros b¨¢sicos de democracia y derechos humanos que se exigen en Occidente

EE UU entrena y arma al Ejercito egipcio y lo mantiene con un ayuda anual de 1.300 millones de d¨®lares. Eso le da un considerable poder influencia que puede usar en una direcci¨®n o en otra. Durante las protestas de Tahir Square suspendi¨® temporalmente esa ayuda para forzar la salida de Mubarak, pero la reanud¨® un vez que ¨¦ste hab¨ªa sido destituido. A partir de ahora, ese instrumento le puede servir a Obama tanto para moderar el rumbo de Morsi como para calmar la ansiedad que exista entre los militares egipcios por asistir al ascenso al poder de sus archienemigos hist¨®ricos.

La capacidad de presi¨®n norteamericana est¨¢ amortiguada, sin embargo, por otras muchas circunstancias que hacen imprevisible el futuro de Egipto. Una de ellas es el conflicto palestino. El ascenso de un islamista a la presidencia egipcia provocar¨¢, sin duda, una renovada sensaci¨®n de peligro en Israel, el gran aliado norteamericano en la zona. Los Hermanos Musulmanes han defendido tradicionalmente una pol¨ªtica de confrontaci¨®n con Israel y de apoyo a las reivindicaciones palestinas. No va a ser f¨¢cil conciliar esa doctrina con la necesidad de una convivencia entre los dos pa¨ªses vecinos. Obama no quiere verse, a cinco meses de las elecciones, en la disyuntiva de tener que elegir entre Israel y Egipto en el caso de algunas dificultades futuras.

Cabe, no obstante, la posibilidad de que el islamismo de Mosri pueda jugar a favor de una estrategia que Obama ha tratado de sacar adelante sin mucho ¨¦xito desde el comienzo de su presidencia: la apuesta por el Islam moderado como alternativa a Al Qaeda. Turqu¨ªa, igualmente gobernado por un partido musulm¨¢n, fue incluido en la primera gira internacional que hizo el presidente norteamericano. Y El Cairo fue, precisamente, el lugar elegido para pronunciar el famoso discurso en el que Obama invitaba a la reconciliaci¨®n con el Islam.