?Nos miramos en el espejo irland¨¦s?
El saludo que ayer se intercambiaron McGuinness y la reina de Inglaterra emerge estos d¨ªas como otro ¨¢ngulo del espejo en el que mirarnos. ?Podr¨ªa ocurrir entre un exetarra y el Rey?
Cuando Martin McGuinness, uno de los exl¨ªderes del IRA, se convirti¨® en ministro de Educaci¨®n en el primer Gobierno compartido de Irlanda del Norte, la comunidad protestante no pod¨ªa soportar la idea de que ¨¦l estuviera al mando de los colegios en los que estudiaban sus propios hijos. Pronto logr¨® aprobar los primeros presupuestos libres de la provincia para rehacer con ellos decenas de escuelas depauperadas. Aquello sent¨® bien.
Sabemos de sobra que cualquier paralelismo entre el conflicto irland¨¦s y el vasco es terreno altamente poroso. Sabemos que el recuento de muertos cat¨®licos y protestantes y de los cientos de presos que sumaron los terroristas de ambos bandos conformaron una macabra balanza que no tiene equivalente en el caso espa?ol. Lo sabemos, s¨ª, y, sin embargo, el conflicto norirland¨¦s nunca ha dejado de ser el espejo en el que ETA y los abertzales encontraron un modelo en el que mirarse, en lo malo y en lo menos malo, y cuyo proceso de paz el Gobierno y la sociedad espa?ola miramos con san¨ªsima envidia.
Tambi¨¦n hoy. Catorce a?os han pasado desde que los partidos de Irlanda del Norte, cat¨®licos y protestantes, firmaron un acuerdo de paz que ¡ªse lo aseguro¡ª se sigui¨® y celebr¨® con m¨¢s entusiasmo en Espa?a que en las islas de Gran Breta?a e Irlanda. En aquellos d¨ªas de 1998 a 2000, la devoluci¨®n de la autonom¨ªa a Irlanda del Norte no se acompa?aba de declaraciones solemnes, ni de ceremonias, ni de apretones de manos siquiera. Los nuevos gobernantes, antes enemigos, simplemente echaban a andar mir¨¢ndose de reojo, en el mejor de los casos.
La prensa ¡ªbrit¨¢nica e irlandesa¡ª destacaba los tropiezos, los palos en la rueda y todo lo que faltaba para que la paz fuera real. Los medios de Londres resaltaban los incidentes que a¨²n se viv¨ªan en las noches de Belfast, con j¨®venes cat¨®licos que a¨²n atacaban tanquetas brit¨¢nicas, las nuevas pintadas que manchaban el nuevo escenario de paz y la lentitud del desarme. Y los medios irlandeses subrayaban las barbaridades que a¨²n dec¨ªa Ian Paisley, el reverendo radical protestante que tard¨® unos a?os m¨¢s en apuntarse a la nueva era, y el aplazamiento de la desmilitarizaci¨®n. Todo parec¨ªa siempre a punto de descarrilar.
Los primeras peticiones de perd¨®n por parte de los presos no eran publicitadas y los encuentros entre v¨ªctimas y verdugos tardaron en celebrarse y en salir a la luz.
Pero la paz, se ha dicho de sobra, se hace entre enemigos. El saludo que ayer se intercambiaron el mismo McGuinness y la reina de Inglaterra emerge estos d¨ªas como otro ¨¢ngulo del espejo en el que nos podemos mirar. ?Podr¨ªa ocurrir entre un exetarra reconvertido en gobernante y el Rey? Los paralelismos son porosos, s¨ª, y el mundo abertzale vasco nunca ha tenido un liderazgo fuerte como el que representaron McGuinness y Gerry Adams para arrastrar a la banda armada al terreno de la paz. Aqu¨ª todo es m¨¢s dif¨ªcil de imaginar, pero los primeros pasos est¨¢n innegablemente dados y ?qu¨¦ son al fin y al cabo 14 a?os?
Para la historia, son solo cinco minutos.
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