¡°En todos los casos de la Corte Penal Internacional aparece la violencia sexual¡±
La condena del exguerrillero congole?o Lubanga califica el uso de ni?os soldado de crimen de guerra

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La juez Elisabeth Odio Benito (Costa Rica, 1939) verbaliza con aplomo sus convicciones. Lleva casi 30 a?os abogando por el castigo de los cr¨ªmenes cometidos contra la mujer, y conserva intacta su capacidad de conmoverse. Con esa mezcla de firmeza y sensibilidad, cuenta una reveladora an¨¦cdota personal. Ocurri¨® en 1993, durante el Congreso Mundial de Derechos Humanos de Viena. All¨ª form¨® parte de un tribunal de conciencia, organizado por las ONG. Desde el estrado, escuch¨® el relato de las violaciones de mujeres de los Balcanes. Sobre todo musulmanas bosnias, pero tambi¨¦n serbias o croatas. Al reportar lo ocurrido, ella pens¨® que no podr¨ªa participar en un tribunal dedicado a perseguir estos delitos. Poco despu¨¦s, sin embargo, jurar¨ªa convencida su cargo como juez del Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia. Todo un reto.
Odio Benito proced¨ªa de la universidad y de la pol¨ªtica. Hab¨ªa sido fiscal general del Estado, ministra de Justicia y de Medio Ambiente, y segunda vicepresidenta de Costa Rica. De su paso por el tribunal qued¨® huella jur¨ªdica: la tipificaci¨®n de las violaciones y asaltos sexuales en un conflicto armado como crimen internacional. Luego ser¨ªa elegida para la Corte Penal Internacional, que esta semana ha dictado su primera pena. Y ah¨ª, en la ¨²nica instancia permanente para juzgar el genocidio y los cr¨ªmenes de guerra y contra la humanidad, ha encarado otra tragedia: los ni?os soldado. Ni?os, y tambi¨¦n ni?as, menores de 15 a?os. Esta vez, la distinci¨®n supera las discusiones ling¨¹¨ªsticas. Si bien ambos sufren las mismas vejaciones, las peque?as son convertidas en esclavas sexuales por sus captores. Como dice la propia jurista, el g¨¦nero es aqu¨ª un factor intr¨ªnseco.
Pregunta. Thomas Lubanga, el antiguo se?or de la guerra de Congo, ha sido condenado a 14 a?os de c¨¢rcel por llevar ni?os a la guerra. La decisi¨®n no reconoci¨® expl¨ªcitamente el da?o causado a los menores por la violencia sexual padecida ?Se ajusta la pena al delito cometido?
Respuesta. Ha sido el primer proceso de la Corte Penal y hemos establecido que el fen¨®meno de los ni?os soldado es un crimen internacional. El cargo que la fiscal¨ªa present¨® contra Lubanga fue ese, reclutar y llevar a la guerra a menores. No trajo pruebas de que el acusado perpetrara en persona la violencia sexual. S¨ª se puso en evidencia que hubo abusos contra las ni?as. Pero no pude convencer a mis otros dos colegas [los jueces Adrian Fulford y Ren¨¦ Blattmann] de que, en esta agresi¨®n, el g¨¦nero es inherente al delito. Por eso no fue valorado el da?o infligido para imponer la condena. Yo habr¨ªa preferido 15 a?os, y as¨ª lo dej¨¦ escrito. De todos modos, no olvide que las agresiones sexuales aparecen siempre en los conflictos armados. Y solo desde que abrieron los tribunales especiales para Ruanda, Yugoslavia, y luego la propia Corte Penal, han salido a la superficie y son sancionados.
P. La Corte Penal tiene entre manos siete causas de distinta ¨ªndole en Kenia, Costa de Marfil, Libia, Rep¨²blica Centroafricana, Uganda, Rep¨²blica Democr¨¢tica de Congo y Darfur (Sud¨¢n). Suman millones de v¨ªctimas ?Hay alg¨²n hilo conductor en pa¨ªses tan diversos?
R. En todos los casos aparece la violencia sexual. Perpetrada contra mujeres y ni?as de forma masiva, desde luego. Pero tambi¨¦n contra hombres, y por fin hablamos de ello. Agredir sexualmente a un var¨®n supone feminizarlo para destruirlo socialmente. Se le reduce a la condici¨®n de inferior, como la mujer, y es excluido de la comunidad. Tambi¨¦n hay puro sadismo y demostraci¨®n de poder del agresor. En el Tribunal para Yugoslavia, comprob¨¦ que la violencia sexual contra las mujeres fue sistem¨¢tica. El verdadero crimen de guerra es el patriarcado.
P. ?Como distribuci¨®n cl¨¢sica del poder?
R. Como columna vertebral imperante de las relaciones humanas con estas consecuencias. Las normas jur¨ªdicas son impotentes a la hora de regular las conductas. Tiene que haber programas de Gobierno y trabajos de la sociedad civil para cambiar una estructura que no reconoce los derechos humanos de la mujer. No hace falta pensar en las batallas. La violencia dom¨¦stica tambi¨¦n tergiversa lo que debe ser el valor de cada persona en la familia. Es una violencia de guerra que alcanza grados de crueldad inimaginables. Y no es un fen¨®meno particular de un pa¨ªs o latitud. Lea las novelas suecas Millenium y ver¨¢ lo que describen en este terreno.
P. ?Qu¨¦ ocurre con las v¨ªctimas de cr¨ªmenes internacionales cuando regresan a sus comunidades y los agresores est¨¢n muy cerca? ?Y con los ni?os soldado, forzados a matar a los suyos?
R. El regreso es doloroso. A veces casi imposible. Por eso el Estatuto de Roma, carta fundacional de la Corte Penal, incluye el cap¨ªtulo de la compensaci¨®n. Hay un Fondo especial para las v¨ªctimas y espero que sirva para financiar proyectos colectivos. Pienso en cl¨ªnicas, escuelas o centros sociales. Sin duda, el desaf¨ªo del caso Lubanga ser¨¢ reinsertar a los antiguos ni?os soldado. No puede parecer que se premia al que es visto como agresor, pero a su vez es v¨ªctima del horror. Habr¨¢ que hacer mucha labor sobre el terreno.
P. ?Qu¨¦ futuro le espera en particular a las mujeres agredidas de vuelta en su tierra?
R. En Bosnia, vimos que las mujeres pod¨ªan acabar siendo vecinas de sus violadores. Son muy valientes. En ?frica, Guatemala, M¨¦xico o Colombia, la esperanza es la mujer. El cambio vendr¨¢ de ellas. O no vendr¨¢. Hice todo lo que pude para condenar la violencia contra mujeres de todas las edades. Concluido ahora mi mandato en la Corte, espero contribuir desde Costa Rica a la difusi¨®n de sus sentencias. La justicia penal internacional es complementaria, y hay que lograr que tenga su correlato en el conjunto de Am¨¦rica Latina.
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