La voz del integrismo fiscal
El candidato a vicepresidente Paul Ryan hace del recorte de gastos su raz¨®n de ser
Antes que Mitt Romney, el presidente Barack Obama ya hab¨ªa descubierto el potencial del congresista Paul Ryan, elegido hace una semana candidato republicano a la vicepresidencia de Estados Unidos. Desde tiempo atr¨¢s era la faz elegida por la Casa Blanca como diana, para criticar la hostilidad fiscal de la C¨¢mara de Representantes, de la que tomaron control los republicanos en las elecciones legislativas de 2010. El Capitolio se convirti¨® entonces en cautivo de una facci¨®n de congresistas del Tea Party, que en 2011 se negaron a darle a Estados Unidos un presupuesto y a aumentar el techo de endeudamiento del Gobierno. Colocaron a la naci¨®n al borde de la suspensi¨®n de pagos. Y Paul Ryan estaba con ellos.
Obama decidi¨® entonces someter a Ryan al oprobio p¨²blico. Le invit¨® a presenciar un discurso en la Universidad de George Washington. Le sent¨® cerca del estrado. Y desgran¨®, para atacarlas con dureza, cada una de sus propuestas. Fue toda una novedad, para un presidente con fama de conciliador. De los recortes que entonces Ryan defend¨ªa, Obama dijo: ¡°No podemos permitirlos como parte de la Am¨¦rica en la que creemos. Suponen una visi¨®n profundamente pesimista del futuro¡±. En primera fila, Ryan aparec¨ªa genuinamente dolido. Aquel plan de recortes era su raz¨®n de ser, desde 2007.
A diferencia de Obama y de Romney, Ryan no es un hombre de la ¨¦lite de Harvard. Naci¨® en 1970 en el seno de una familia cat¨®lica de Janesville, en el Estado de Wisconsin. Perdi¨® a su padre ¡ªa quien encontr¨® muerto en la cama v¨ªctima de un infarto¡ª a los 16 a?os. Madur¨® pronto, por necesidad. Compagin¨® la secundaria con un trabajo en McDonald's. Acudi¨® a la Universidad Miami en Ohio, donde se licenci¨® en Econom¨ªa y Ciencia Pol¨ªtica. Nada de doctorados. Licenciado en la facultad, puso sus miras en Washington. Y desde 1991 ha escalado laboriosamente cada uno de los pelda?os del poder, un pol¨ªtico de profesi¨®n que ahora roza lo m¨¢s alto.
En sus m¨ªtines como candidato a la vicepresidencia, Ryan enardece a las bases prometiendo cambio, renovaci¨®n en Washington. Obvia que ¨¦l es parte de ese sistema pol¨ªtico desde hace 13 a?os. En 1991 comenz¨® como becario para el senador Bob Kasten. La paga era magra y los precios en Washington, caros. Trabaj¨® de camarero en un restaurante de la cadena Tortilla Coast. Gan¨® algo de dinero extra ejerciendo como entrenador en un gimnasio. Esa pasi¨®n por el ejercicio f¨ªsico a¨²n le dura. Es famoso por sus extenuantes entrenamientos en el Capitolio a primer¨ªsima hora de la ma?ana.
El ¡®n¨²mero dos¡¯ de Romney apoy¨®, no obstante, el masivo rescate a los bancos
En aquellos a?os, Ryan vio la luz del libre mercado. Conoci¨® y comenz¨® a trabajar para Jack Kemp (1935-2009), que hab¨ªa abandonado la C¨¢mara de Representantes y hab¨ªa fundado el centro de pensamiento Empower America. ¡°A los 23 a?os, Jack Kemp apost¨® por m¨ª y me contrat¨® como analista econ¨®mico¡±, dijo Ryan en 2009. ¡°Jack es la raz¨®n por la que me present¨¦ al Congreso, alguien que vio en m¨ª lo que yo no sab¨ªa que ten¨ªa, que me ense?¨® a dirigirme a la gente con optimismo¡±.
Para entender a Ryan es necesario entender a Kemp, un precursor del movimiento neoconservador. En sus 18 a?os en el Congreso defendi¨® de forma optimista y belicosa las bajadas de impuestos, como incentivos para la creaci¨®n de empleo. Era un ferviente defensor del libre mercado, antes de que esas dos palabras formaran parte del l¨¦xico pol¨ªtico. En cuatro ocasiones propuso otras tantas leyes que contemplaban una dr¨¢stica reducci¨®n de impuestos, sobre todo sobre los negocios.
Ryan gan¨® finalmente un puesto en la C¨¢mara de Representantes en 1998, a los 28 a?os. Su primera d¨¦cada, durante el mandato de George W. Bush, fue insustancial. Votaba como el Partido mandaba. Dio su apoyo a dos guerras, Irak y Afganist¨¢n, cuyo coste ha sido de 1,3 billones de d¨®lares. ?Y todos esos est¨ªmulos y rescates que ahora critica por nefastos para la econom¨ªa? Vot¨® a favor de todos ellos. Apoy¨® el rescate de 474.000 millones de d¨®lares a la banca, el de 15.000 millones a las compa?¨ªas automotoras, y el plan de est¨ªmulo de 152.000 millones.
Cat¨®lico, el aspirante se uni¨® al Tea Party y luch¨® contra la reforma sanitaria
Ryan se reinvent¨® a s¨ª mismo cuando los republicanos perdieron el Capitolio en 2006. Con la moral del Partido Republicano hundida, supo posicionarse para brillar como experto en reformas fiscales. Acept¨® el puesto de l¨ªder de la minor¨ªa conservadora en el Comit¨¦ de Presupuestos que ahora preside. Su trabajo, ofrecer alternativas fiscales a leyes dem¨®cratas, se convirti¨® en obsesi¨®n. Ofreci¨® su primer presupuesto en 2007, considerado tan radical que solo votaron a favor de ¨¦l 40 de los 202 legisladores de su propio Partido. Abogaba, por ejemplo, por privatizar la Seguridad Social.
Entonces, Ryan supo unirse a la formidable maquinaria del movimiento del Tea Party. Las bases conservadoras se organizaron contra la reforma sanitaria de Obama en 2009. Acusaban al presidente de ahogar al pa¨ªs en gasto p¨²blico. A aquellos electores, las propuestas fiscales de Ryan les sonaron a gloria. Organizaciones que apoyaron al Tea Party, como FreedomWorks, le invitaron a sus encuentros. De ser un desconocido pas¨® a ser la faz de la responsabilidad fiscal. Sus compa?eros de bancada alimentaban el mito. Ryan, recordaban, dorm¨ªa en un camastro de su despacho para evitar el gasto de alquilar un piso y mantener la casa de Janesville, en la que vive con su mujer y tres hijos.
Entonces lleg¨® el momento de Ryan. La Casa Blanca le otorg¨® la condici¨®n de adversario, todo un logro para alguien aupado por un movimiento como el Tea Party, que vive de aborrecer a Obama. Dos d¨ªas despu¨¦s del discurso en que el presidente le acus¨® de pesimista, en abril de 2011, la C¨¢mara de Representantes aprob¨®, con el voto exclusivo de los republicanos, una versi¨®n algo aguada de su presupuesto, alterada para apelar al votante medio. Los dem¨®cratas la ahogaron en el Senado. Pero lo importante no era el hecho, en s¨ª mismo, sino el s¨ªmbolo, la audacia de un pol¨ªtico que sab¨ªa que su potencial no estaba en sus logros, sino en sus ideas. Sus esfuerzos se han visto ahora recompensados. Se halla a solo unas elecciones de rozar lo m¨¢s alto.
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