La rebeli¨®n resucita al este de Congo
La guerrilla M-23 arrolla al Ej¨¦rcito de Kinshasa en una regi¨®n clave La lucha lleva el sello del insurgente ¡®Terminator¡¯ con supuesto apoyo ruand¨¦s
El lanzagranadas apenas cabe por la escueta puerta del colmado. El soldado lo ladea para poder entrar, comprar sus cigarrillos a granel y continuar su paseo errante con su compa?ero de armas y humo. Ni la joven dependienta ni ninguno de los otros transe¨²ntes que completan la escena matutina de Goma se sorprenden. Pero Martin la observa marcando con sus pupilas un enorme signo de exclamaci¨®n. Es congole?o, pero viene de otro planeta: de Kinshasa, la capital. ¡°As¨ª que esto es la guerra¡¡±, masculla. ¡°Unos 1.600 kil¨®metros separan Goma y el conflictivo este del pa¨ªs de la capital. La guerra es esto, s¨ª, y algo m¨¢s¡±, responde uno de sus acompa?antes.
El ¡°algo m¨¢s¡± es hoy un estruendo que derrapa por el valle, curva el monte y se disipa. Circula mucho m¨¢s r¨¢pido que los desplazados que huyen con fardos de resignaci¨®n y cuatro cazos en la cabeza. La melod¨ªa b¨¦lica la modula hoy un ¨®rgano de Stalin. Cargado con una bater¨ªa de 20 lanzacohetes, el cami¨®n con sobrenombre del l¨ªder comunista se aleja del frente, euf¨®rico despu¨¦s de haber soltado su carga.
Los soldados del Ej¨¦rcito congole?o que lo rebosan chillan victoriosos. Casi extasiados. Est¨¢n satisfechos de su actuaci¨®n. Aunque saben que a los insurgentes del M-23 no les vencer¨¢n en el campo de batalla. Que es un asunto pol¨ªtico. Por eso, a menudo huyen antes incluso de que el enemigo se haya molestado en atacar. El movimiento del M-23 no es como las otras milicias o grupos armados. Es fuerte, bien equipado y mejor estructurado.
El este de Congo acoge el peor conflicto del planeta, el m¨¢s mort¨ªfero. Una veintena de grupos se confunden entre alianzas y animadversiones que atentan a diario contra la dignidad de la poblaci¨®n, pero eso no impide que las actividades mineras contin¨²en. De la regi¨®n se extraen toneladas de tungsteno, t¨¢ntalo, esta?o y oro, todos ellos minerales de sangre necesarios para la elaboraci¨®n de ordenadores, tel¨¦fonos m¨®viles y otros productos electr¨®nicos. El armamento, las milicias, los minerales, las v¨ªctimas¡ todo circula con facilidad entre el oriente congole?o y sus vecinas Ruanda y Uganda.
Mientras calibra el peligro calculando el eco de los bombardeos Sadiki se?ala la colina que marca la frontera con Ruanda. ¡°Centenares de soldados descendieron la monta?a desde del otro lado. Y cada atardecer bajan civiles cargando bidones y bultos. Provisiones, supongo¡±, relata Sadiki, que sigue estudiando secundaria a los 20 a?os. Le importa poco qui¨¦n se quede con su pueblo, solo quiere evitar estar cerca cuando cambie de manos. Aconsejado por la artiller¨ªa hoy no dormir¨¢ en casa. Pero su observaci¨®n coincide con analistas, indicios y con el grupo de expertos de Naciones Unidas para Congo, que acusan a la vecina Ruanda de apoyar a los rebeldes del M-23.
Aunque naci¨® oficialmente el pasado mes de abril, tras un mot¨ªn de oficiales y militares del Ej¨¦rcito, la rebeli¨®n del M-23 no es desconocida. Es una reedici¨®n descarada del grupo guerrillero que lider¨® Laurent Nkunda hace cuatro a?os. El f¨¢cil avance con el que han ocupado parte de la provincia en las ¨²ltimas semanas es como un d¨¦j¨¤ vu de la operaci¨®n de 2008, cuando las fuerzas de Nkunda llegaron hasta las puertas de Goma. Su l¨ªder fue despu¨¦s detenido por los ruandeses y el mundo quiso olvidarse de ¨¦l tan r¨¢pido como lo hab¨ªa encumbrado. Se qued¨® en Ruanda, bajo arresto domiciliario en casa de sus presuntos aliados. Y sus hombres, incluido el conocido combatiente Bosco Ntaganda, Terminator, ¡ªsu n¨²mero dos, que sigue en busca y captura por orden de la Corte Penal Internacional¡ª fueron integrados en el Ej¨¦rcito nacional congole?o gracias a un acuerdo de paz.
M¨¢s de 200.000 personas han huido
en el actual estallido
de hostilidades
Durante tres a?os y medio de reconciliaci¨®n te¨®rica, los enemigos llevaron el mismo uniforme y compartieron terreno de operaciones. Los rebeldes tutsis (rebautizados ahora M-23) se fusionaron, descansaron y se reorganizaron. Terminator logr¨® una inmunidad de facto y pudo continuar su lucrativo negocio de exportaci¨®n de minerales hacia Ruanda.
Entre la base rebelde, en la colina de Bunagana, a la del Ej¨¦rcito, en Goma, hay tres horas, 60 kil¨®metros de incertidumbre. Ni rastro del ajetreo de camiones y mercaderes que suelen transitar la gran ruta comercial. En su lugar, un r¨ªo de familias que caminan en silencio por la zona ocupada por el M-23. M¨¢s de 200.000 personas han tenido que huir desde el principio de las actuales hostilidades. Es solo la nueva oleada, que se une a los otros dos millones de fugitivos inocentes.
Jean-Marie Runiga Lugerero es obispo, y ahora, presidente del M-23, pero no viene con sotana ni con uniforme militar.
¡°El M-23 no es un movimiento solamente para el Este del pa¨ªs, sino la voz de todos los congoleses que deploren el mal gobierno y la corrupci¨®n a ultranza¡±, afirma. Instalado en medio de la extensa pradera, protegido por polic¨ªas y militares, Runiga desgrana su ideario.
¡°Kinshasa solo entiende el lenguaje de las armas¡±, dice un dirigente
Aparte de querer defender a la minor¨ªa tutsi, dice que el presidente congole?o tiene a su poblaci¨®n abandonada, constantemente vejada por militares desordenados y que gestiona mal los ricos recursos que el pa¨ªs posee. ¡°No se puede estar en contra¡± reconoce una vendedora local, ¡°pero no queremos que usen las armas para lograrlo. Adem¨¢s, acaban haciendo lo mismo que los que denuncian: violando y matando¡±. Runiga se defiende: ¡°Hemos intentado dialogar, pero el ¨²nico lenguaje que entiende Kinshasa es el de las armas¡±.
El general Terminator escap¨® del Ej¨¦rcito el pasado mes de abril, con unos 600 amotinados m¨¢s. Poco despu¨¦s se fund¨® el M-23 y estall¨® la nueva guerra. Bombardeos, familias despedazadas, mujeres desgarradas, otra vez.
?Y todo ello para proteger a un solo hombre? Nunca hay un solo motivo para una guerra. Pero hay hombres que saben demasiado. Sobre Kinshasa, sobre Ruanda ¡ªel gran aliado de Estados Unidos en la regi¨®n¡ª, sobre minerales y sobre presuntos enemigos que se dan la mano. ¡°Su guardia personal tiene la orden de matarle si est¨¢n a punto de capturarle¡±, cuenta bajo la condici¨®n de anonimato un experto.
Aunque quiz¨¢s no haga falta. Hay alternativas m¨¢s creativas, como ser relegado al olvido. Funcion¨® con Nkunda. Y en Congo, ese lugar donde han muerto cinco millones de personas sin que el mundo se inmute, el olvido ha demostrado siempre ser de uso f¨¢cil y muy eficaz.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.