Romney transforma la campa?a
En el primer debate el candidato republicano logr¨® replantear los t¨¦rminos de la campa?a
Con muy poco, sin propuestas claras para resolver los problemas econ¨®micos ni golpes de efecto memorables, Mitt Romney consigui¨® en el primer debate electoral replantear los t¨¦rminos de esta campa?a. Desde hoy empieza otra carrera, una en la que Barack Obama parece vulnerable y el candidato republicano, una opci¨®n cre¨ªble. M¨¢s que m¨¦rito de Romney, el giro hay que atribu¨ªrselo al propio presidente, en una noche realmente desafortunada.
El debate celebrado en Denver ha sido juzgado por lo que esencialmente supuso: un espect¨¢culo televisivo. Fue en eso en lo que Romney gan¨® y Obama perdi¨®, en su actuaci¨®n. Lo dem¨¢s, el fondo, el cruce de visiones y propuestas sobre la econom¨ªa y el futuro del estado del bienestar, apenas tienen relevancia ante el poder de la imagen que los candidatos ofrecieron en las pantallas de la televisi¨®n y en los millones de mensajes que se cruzaron en pocas horas en las redes sociales. Esta es la ley y el drama de las democracias modernas.
Falta por ver el efecto que todo eso tiene en las encuestas y, sobre todo, en las urnas. No ser¨ªa la primera vez que el impacto medi¨¢tico de un acto determinado se difumine con la misma velocidad con que surge. Los problemas estructurales de la candidatura de Romney ¨Csu desencuentro con los hispanos, las mujeres y los j¨®venes, su elitismo y el extremismo del partido al que representa- no han desaparecido con este debate. Pero, a la espera de sus verdaderas consecuencias, Romney ha aprovechado esta ocasi¨®n tanto como perdi¨® la de la convenci¨®n republicana.
Angustiado por su declive en los sondeos y presionado por su partido para darlo todo en ese momento decisivo, Romney apareci¨® como si se hubiera estado preparando para este debate durante toda su vida. ?gil, despierto, atento a cada descuido de su rival, Romney llev¨® la iniciativa durante los 90 minutos y mostr¨® un hambre de victoria que no se le hab¨ªa descubierto en toda la campa?a.
En cambio, Obama, como dice la canci¨®n, parece que pasaba por all¨ª y se acerc¨® al debate. Se le ve¨ªa aburrido, con la mirada perdida en sus papeles, cumpliendo con aquello como un tr¨¢mite engorroso, sin respeto a su rival ni inter¨¦s por entrar en ninguna pol¨¦mica. Quiz¨¢ fue decisi¨®n de sus asesores que no mencionara el v¨ªdeo del 47%, la baj¨ªsima contribuci¨®n impositiva de Romney o sus cuentas en para¨ªsos fiscales. Si as¨ª se hizo, con el prop¨®sito de que el presidente no se manchase con semejante fango, probablemente fue un error.
Ayer mismo, en su primer mitin tras el debate, Obama dijo que el verdadero Romney no es el que se vio en el debate ¡°sino el que hemos conocido a lo largo de todo este a?o¡±. Lo que, adem¨¢s de ser una aceptaci¨®n de que el candidato republicano ofreci¨® una buena imagen en la noche del mi¨¦rcoles, es tambi¨¦n un reconocimiento de que se hab¨ªa equivocado unas horas antes.
Obama estuvo tan irreconocible que algunos han atribuido su comportamiento a la altura de la ciudad de Denver. Otros lo han comparado al Mike Tyson desentrenado y ap¨¢tico, borracho de ¨¦xito, que fue derrotado en 1990 por Buster Douglas.
Eso parec¨ªa a ratos Obama, un boxeador sonado. Pero, quiz¨¢, lo m¨¢s cierto es que estaba desentrenado por exceso de confianza, debido a su ventaja en las encuestas, y desprecio por el rival, que llevaba un mes de traspi¨¦s en traspi¨¦s.
Romney no tuvo que hacer gran cosa para ponerlo en la lona. Entre las cinco mejores frases del candidato republicano elegidas por Politico, una es la felicitaci¨®n a Obama por su aniversario de bodas, otra es su confesi¨®n de que le gusta la gallina Caponata y otra, la mejor de todas: ¡°Como presidente tiene usted derecho a su propia casa y a su propio avi¨®n, pero no a sus propios datos¡±.
El candidato republicano acus¨® a Obama de manipular la realidad para presentar una supuesta recuperaci¨®n econ¨®mica que no existe y le record¨® que ya lleva cuatro a?os en la Casa Blanca sin haber logrado los cambios que ahora promete para un segundo mandato. En general, con muy pocas pruebas y menos alternativas.
En lo que respecta a los contenidos, hasta es posible que Obama estuviera por delante. Defendi¨® con buenos argumentos su reforma sanitaria y tuvo oportunidad de reflexionar sobre las dificultades de algunos de los principales programas sociales. Pero quiz¨¢ ese es uno de sus problemas, su estilo, excesivamente acad¨¦mico, que no se ajusta bien a lo que se requiere para un debate.
Se pueden mencionar numerosos antecedentes en los que el candidato de la oposici¨®n gana el primer debate y pierde los sucesivos. Tambi¨¦n hay numerosos casos en los que el candidato que gana los debates pierde despu¨¦s las elecciones. George Bush contra John Kerry en 2004 es el mejor ejemplo. Existe el riesgo de que los periodistas y las personas que observan los hechos desde el centro de la campa?a sobrevaloren la trascendencia de un debate o equivoquen su interpretaci¨®n. El p¨²blico que solo ve un rato de ese debate y despu¨¦s sigue con sus obligaciones puede haber llegado a conclusiones diferentes. Todas esas dudas se despejar¨¢n en los pr¨®ximos d¨ªas.
Pero lo que es incuestionable es que Obama ha mostrado un ¨¢ngulo d¨¦bil que le obliga a tomar muchas precauciones para el futuro inmediato. Perdi¨® pr¨¢cticamente todos sus debates con Hillary Clinton en las primarias de 2008. En ese a?o, nunca le gan¨® claramente tampoco a John McCain. Da la impresi¨®n de que, cuando lo que cuenta es una idea clara y una frase rotunda, Obama se atasca. Veremos si no se le ha atascado tambi¨¦n esta campa?a.
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