Desde la otra orilla
Las experiencias hist¨®ricas no son transferibles, pero quiz¨¢ Latinoam¨¦rica tiene algunas de utilidad para sus viejos aliados. Quiz¨¢ para Europa ha llegado la hora de acercarse a la otra orilla
¡°Am¨¦rica Latina es un polo exc¨¦ntrico de Occidente¡±, escribi¨® Octavio Paz. Desde esa posici¨®n marginal ¡ªque muchos fil¨®sofos de la Ilustraci¨®n y el Siglo XIX consideraron irremediablemente oscurantista, b¨¢rbara y atrasada¡ª nuestras j¨®venes naciones miraron (y admiraron) incesantemente a Europa. Indiferentes a China o Jap¨®n (salvo como origen de sucesivas olas migratorias), estas rep¨²blicas hubiesen querido convivir con los Estados Unidos en un plano de igualdad pol¨ªtica, pero la actitud expansionista de esa ¡°otra Am¨¦rica¡± termin¨® por acercarlas a¨²n m¨¢s a Europa. No hab¨ªa inter¨¦s en el Pac¨ªfico ni horizonte hacia el Norte. Solo el Atl¨¢ntico parec¨ªa mar abierto.
De Gran Breta?a vinieron los primeros capitales para el desarrollo de puertos, ferrocarriles, las empresas mineras y hasta el f¨²tbol. M¨¢s tarde se le sum¨® poderosamente Alemania, que cont¨® con simpat¨ªas permanentes a¨²n en tiempos donde no debi¨® tenerlas (como la Segunda Guerra Mundial). Y ninguna influencia super¨® la de Francia, meca de nuestras ideas e ideolog¨ªas, de nuestros gustos y modas, de nuestras letras y artes, de nuestros libros de texto y nuestros grandes autores. Par¨ªs fue, tambi¨¦n entre nosotros, la capital del siglo XIX.
Durante el siglo XX, Am¨¦rica Latina fue una observadora perpleja de la Primera Guerra Mundial y una participante muy menor de la Segunda. Era pobre, desigual, an¨¢rquica y violenta, y toleraba a menudo reg¨ªmenes dictatoriales y corruptos, pero recibi¨® con brazos abiertos a los perseguidos de las guerras europeas. De Espa?a llegaron desde el siglo XIX generaciones de inmigrantes a ¡°hacer la Am¨¦rica¡± y llegaron a¨²n m¨¢s durante y despu¨¦s de la Guerra Civil. As¨ª emigraron tambi¨¦n polacos, italianos y jud¨ªos. Nuestros puertos fueron lugar de abrigo y libertad.
Am¨¦rica Latina, la marginal, la ¡°m¨¢gica¡±, la exc¨¦ntrica, ha sido ¡ªen suma¡ª una buena aliada de los pa¨ªses europeos en sus per¨ªodos de esplendor y expansi¨®n. Y se ha negado a acompa?arla en sus locuras colectivas. Borges dijo alguna vez que el antisemitismo argentino era un ¡°facs¨ªmil¡± del europeo, y su aguda observaci¨®n corresponde a buena parte de los fanatismos ideol¨®gicos que desgarraron a Europa en el siglo XX. Por m¨¢s que intent¨¢semos copiar a Europa, el fascismo, el nacionalismo extremo, el nazismo, el racismo y a¨²n el comunismo (con la sola excepci¨®n de Cuba) solo alcanzaron en nuestros pa¨ªses a tener r¨¦plicas facsimilares (si bien atrozmente genocidas, como la de los militares argentinos y chilenos).
Desde hace un par de d¨¦cadas, mientras Europa disfrutaba de una nueva y autocomplaciente Belle Epoque, Am¨¦rica Latina sali¨® de su ¡°siesta¡±, descubri¨® al Oc¨¦ano Pac¨ªfico y comenz¨® a aprovecharlo. Al mismo tiempo, los procesos de liberalizaci¨®n econ¨®mica comenzaron a hacer mucho m¨¢s sustancial el intercambio con Estados Unidos, con resultados positivos en todos los ¨¢mbitos salvo en uno: el narcotr¨¢fico. Europa se alej¨® del horizonte, pero a nadie le preocup¨®. Irreversiblemente desarrollada y democr¨¢tica, Europa seguir¨ªa ah¨ª, id¨¦ntica a s¨ª misma, para siempre.
Hoy ha dejado de ser as¨ª. Entre las perplejidades que ha tra¨ªdo consigo el siglo XXI, la crisis europea no es la menor. Las experiencias hist¨®ricas no son transferibles, pero quiz¨¢ Latinoam¨¦rica tiene algunas de utilidad para sus viejos aliados. En el ¨¢mbito econ¨®mico, varios pa¨ªses supieron acotar su sector p¨²blico e imponerse ajustes y sacrificios que en su momento fueron muy dolorosos pero que han permitido sortear mejor la crisis actual no solo en los grandes n¨²meros sino en la creatividad microecon¨®mica y el autoempleo. En t¨¦rminos pol¨ªticos, la adopci¨®n casi general de la democracia en Am¨¦rica Latina (hecho in¨¦dito desde 1820, y debido en gran medida a la ejemplar transici¨®n espa?ola) deber¨ªa interpretarse ¨Cdesde Europa- como un imperativo para defenderla de los populismos violentos que ahora la amenazan. Otro rasgo ¨²til es la relativa tolerancia ¨¦tnica y religiosa: proclive a la mezcla y la inclusi¨®n m¨¢s que a la discriminaci¨®n excluyente y la persecuci¨®n, el ¡°mestizaje¡± latinoamericano ha sido, en muchos sentidos, un melting pot m¨¢s cabal que el de Estados Unidos. Por eso y m¨¢s, quiz¨¢ para Europa ha llegado la hora de acercarse a la otra orilla.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.