Italia contiene el d¨¦ficit, pero no mejora en competitividad
El Gobierno de Monti solo ha conseguido llegar al fondo de dos de las cuatro cuestiones planteadas en el documento de prioridades remitido por el BCE
Italia empez¨® a tomarse en serio la agenda europea en agosto de 2011, cuando la crisis de la deuda soberana y el aumento de la prima de riesgo obligaron al Gobierno a recurrir al programa de compra de obligaciones p¨²blicas por parte del Banco Central Europeo. El 5 de agosto, una carta firmada por Jean Claude Trichet y Mario Draghi indicaba al entonces primer ministro, Berlusconi, las prioridades que deb¨ªa abordar a juicio de Bruselas. Aquella fue la primera se?al visible del ¡°v¨ªnculo externo¡± teorizado por el exministro del Tesoro, Guido Carli, para superar las resistencias corporativas del pa¨ªs, adem¨¢s de sentar las bases para las sucesivas recomendaciones de la Comisi¨®n Europea. Los requisitos presentados por el BCE se pueden resumir en cuatro puntos.
Primero: reducir el gasto p¨²blico destinado a pensiones y al funcionamiento del Estado y las entidades locales.
Segundo: llevar a cabo una profunda reforma de la administraci¨®n p¨²blica ¡ªsanidad, justicia, educaci¨®n¡ª que incluya otorgarle m¨¢s eficacia y abolir estructuras in¨²tiles como las provincias.
Tercero: aumentar la competencia mediante liberalizaciones en los servicios p¨²blicos locales y profesionales.
Cuarto: reformar el mercado de trabajo, con una revisi¨®n de las normas de despido y un incremento del peso de los contratos de productividad en empresas en detrimento de los de ¨¢mbito nacional.
Berlusconi no tuvo el tiempo ni la voluntad de cumplir esos requisitos, y traslad¨® la tarea a Monti a partir de noviembre de 2011.
A poco m¨¢s de un a?o de aquella carta, el balance es claroscuro. Monti y sus ministros han intentado meter mano a todas las cuestiones planteadas en el documento, pero solo han conseguido llegar al fondo en dos de las cuatro. La contenci¨®n del gasto p¨²blico se ha logrado: el Gobierno ha aprobado dos medidas para la reducci¨®n del d¨¦ficit (los datos oficiales dicen que este a?o ser¨¢ del 1,6%), han reformado el sistema de la seguridad social y han aumentado la edad de jubilaci¨®n. Ahora, para retirarse, hace falta tener 66 a?os, salvo quien haya cotizado durante 41; en ese caso, basta con tener 62. La reforma de la administraci¨®n p¨²blica est¨¢ en marcha: las provincias ver¨¢n su n¨²mero reducido a la mitad, se han revisado los procedimientos de adquisici¨®n de las instituciones p¨²blicas y un reciente decreto del Gobierno apunta a disminuir dr¨¢sticamente los costes de funcionamiento de ayuntamientos y regiones.
La reforma del mercado de trabajo est¨¢ aprobada, pero no prev¨¦, como propon¨ªa Europa, la superaci¨®n del art¨ªculo 18, que dispone la no movilidad de los trabajadores con contrato indefinido. Para mejorar la productividad, el Gobierno ha pedido un acuerdo a empresas y sindicatos, pero el objetivo est¨¢ a¨²n lejos. El Gobierno ha intentado, sin ¨¦xito, incrementar la competencia; los colegios profesionales, una antigua herencia corporativa, tienen todav¨ªa mucha fuerza y limitan el acceso de las j¨®venes generaciones. Tampoco ha logrado el Gobierno reformar los servicios p¨²blicos locales, lastrados por la presencia de demasiadas empresas municipalizadas y controladas por los ayuntamientos.
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