¡°Volv¨ª a casa de mis padres para llegar a fin de mes¡±
Cuando lleg¨® la recesi¨®n, este arquitecto se vio obligado a dejar Mil¨¢n para a su pueblo, Almenno San Salvatore, en B¨¦rgamo. All¨ª ha encontrado una oportunidad. Y asegura: "tal vez sea precisamente la crisis lo que me permita reescribir mi futuro"
Sal¨ª de casa con entusiasmo y dispuesto a conquistar el mundo, y he tenido que volver para que el mundo no me aplastara. No por elecci¨®n, sino por necesidad. Cuando dije a mis padres que, a los 30 a?os, para llegar a fin de mes, me ve¨ªa obligado a volver bajo su techo, me invadi¨® una mezcla de sentimientos contradictorios: por una parte, un sentimiento de fracaso y humillaci¨®n, por otra, la tranquilidad de saber que hab¨ªa dado lo mejor de m¨ª mismo pero que hab¨ªa chocado con un periodo hist¨®rico complicado. As¨ª que recuper¨¦ una peque?a habitaci¨®n en la buhardilla de la casa en la que me cri¨¦, donde tengo mi propio ba?o, mientras que la cocina y la entrada son comunes. No es f¨¢cil volver a acostumbrarse a no ser due?o de tu espacio y tu tiempo. Ni a convivir con tus padres, que te siguen viendo como su ni?o y, por tanto, como es inevitable, te rega?an si llegas tarde a cenar, te preguntan d¨®nde has estado la noche anterior con los amigos o te lanzan miradas de reproche si sales a la terraza a fumar un cigarrillo. No, no es f¨¢cil acostumbrarse de nuevo a todo eso sobre todo despu¨¦s de haber saboreado la independencia, el poder vivir por tus propios medios.
Nada m¨¢s licenciarme en arquitectura, en el Polit¨¦cnico de Mil¨¢n, me inscrib¨ª en en el colegio profesional y empec¨¦ a colaborar con varios estudios: certificaciones energ¨¦ticas, peque?os proyectos, ayudante de obras. Llegu¨¦ a ganar 2.000 euros al mes: una cifra que no me permit¨ªa vivir en el lujo pero s¨ª alquilar un apartamento de una habitaci¨®n en la ciudad, matricularme en la especialidad y mantenerme si tener que pedir ni un euro en casa. Para 2007, el periodo anterior a la crisis, y durante un par de a?os tuve la verdadera sensaci¨®n de que estaba construy¨¦ndome el futuro. Sin embargo, no era m¨¢s que una ilusi¨®n, humo.
La coyuntura econ¨®mica cerr¨® las obras y, de golpe, todo se volvi¨® m¨¢s dif¨ªcil. La disminuci¨®n del trabajo desencaden¨® una competencia implacable cuya consecuencia inmediata fue la bajada de tarifas y honorarios. Los peces gordos, los grandes estudios, empezaron a acaparar todo el trabajo, sin dejar ni una brizna a los peque?os. Y pagando cifras rid¨ªculas a los colaboradores. Al mismo tiempo, empez¨® a subir el coste de la vida de forma irremediable. Se volvi¨® imposible vivir con la misma cifra con la que hasta unos meses antes hac¨ªa la compra, pagaba la gasolina y los recibos.
Hacia mediados de 2010 un colega y yo decidimos compartir piso, para, por lo menos, repartirnos los 1.000 euros del alquiler: encontramos un peque?o loft en un barrio de la periferia, y la idea era dedicar parte del espacio a trabajar en ¨¦l. Sin embargo, al cabo de unos meses, al ver las cuentas, tuvimos que renunciar a nuestro proyecto, y en lugar del estudio pusimos otras dos camas para subarrendarlo. Me dio la impresi¨®n de que, 10 a?os despu¨¦s, hab¨ªa vuelto al punto de partida: cuatro personas en un apartamento, compartiendo la habitaci¨®n con otro para llegar a fin de mes. No era precisamente el proyecto de vida que me hab¨ªa imaginado.
De modo que, a comienzos de este a?o, con una licenciatura, un m¨¢ster y en pleno doctorado, hice las maletas y ped¨ª a mis padres que me acogieran. Un regreso que pretend¨ªa ser una bocanada de ox¨ªgeno, un nuevo comienzo: y la verdad es que en el pueblo, en la provincia, adem¨¢s de la seguridad econ¨®mica que me dan mis padres, he encontrado, por sorprendente que parezca, las oportunidades que no me estaba dando la ciudad. Puse el cartel de arquitecto bajo el timbre de casa y empec¨¦ a ofrecerme por todo el territorio, presentarme: si en la metr¨®polis no era m¨¢s que uno de tantos, aqu¨ª se me han abierto perspectivas inesperadas y, gracias a la crisis, clientes que buscan la calidad, la cercan¨ªa, la confianza y una relaci¨®n m¨¢s personal. As¨ª que estoy trabajando en proyectos bell¨ªsimos, completamente m¨ªos y que me est¨¢n dando a conocer. Gano alrededor de 1.500 euros mensuales, todav¨ªa poco para volver a vivir solo, pero espero que la v¨ªa que he emprendido sea acertada. Qui¨¦n sabe, tal vez sea precisamente la crisis lo que me permita reescribir mi futuro.
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