Wilhelm Brasse, el fot¨®grafo de Auschwitz
Entre sus tareas estaba retratar a las v¨ªctimas de los experimentos cient¨ªficos del m¨¦dico nazi Josef Mengele
¡°Si¨¦ntese c¨®modamente, rel¨¢jese y piense en la patria¡±. El teniente de la SS Maximilian Grabner sonri¨® entonces con el gesto dulce inmortalizado por el fot¨®grafo Wilhelm Brasse. Los presos pol¨ªticos de Auschwitz llamaban a Grabner ¡°Dios nuestro se?or¡±, porque torturaba y fusilaba con tanta iniquidad que hasta la SS investig¨® sus actividades. El castigo le lleg¨® con la derrota alemana, en forma de una condena a muerte por 25.000 asesinatos. El de Grabner ser¨ªa uno de los pocos retratos amables que Brasse pudo hacer durante su encierro en el campo de exterminio de Auschwitz-Birkenau, donde le obligaron a trabajar en el ¡°servicio de identificaci¨®n¡±. Entre sus tareas estaba retratar a las v¨ªctimas de los experimentos cient¨ªficos del m¨¦dico nazi Josef Mengele. En total, unos 50.000 documentos de la vida y la muerte en el campo donde los nazis asesinaron a m¨¢s de un mill¨®n de personas. Este encargo salv¨® su vida.
Brasse naci¨® en 1917 en ?ywiec. Hablaba alem¨¢n, aunque su ciudad natal pas¨® a ser parte de la Polonia independiente al t¨¦rmino de la I Guerra Mundial. Aprendi¨® fotograf¨ªa en Katowice, pero cuando comenz¨® la invasi¨®n alemana en 1939 estaba en el Ej¨¦rcito polaco. Tras la derrota fue apresado cuando intentaba escapara a Hungr¨ªa. Dado que sus antepasados paternos eran austr¨ªacos y ¨¦l hablaba el idioma, los alemanes le propusieron alistarse en las Fuerzas Armadas (Wehrmacht) de Hitler. Se neg¨® porque se ¡°sent¨ªa polaco y era polaco¡±, como su madre. El 31 de agosto de 1940 lo enviaron al reci¨¦n construido campo de concentraci¨®n de Auschwitz, levantado por la SS en la Polonia ocupada. El nombre a¨²n no era sin¨®nimo de los horrores racistas ni de la arbitrariedad criminal de los nazis. Pronto lo ser¨ªa, con Brasse como testigo de primera fila.
Primero le dieron el uniforme de interno y, a golpes, le forzaron a saltar en el patio con otros presos, para humillarlos. ¡°Jugaban con nosotros como si fu¨¦ramos animales¡±. Los jud¨ªos ¡°simplemente eran asesinados¡±. Los curas polacos recib¨ªan trabajos particularmente extenuantes. Los guardas les explicaban a los supervivientes que, si eran fuertes, ten¨ªan por delante algunos meses de vida. Para Brasse fueron dos semanas de cuarentena y algunas m¨¢s de trabajos forzados. Despu¨¦s, un guarda alem¨¢n que era preso pol¨ªtico le facilit¨® un trabajo en la cocina para premiar su biling¨¹ismo y sus dotes como int¨¦rprete. En 1941 lo llamaron al despacho del c¨¦lebre Rudol H??, el comandante de Auschwitz cuyas confesiones sirvieron para reconstruir parte de los sucesos del campo antes de que los aliados lo ahorcaran por sus cr¨ªmenes. Result¨® que los jefes buscaban un fot¨®grafo. Lo eligieron a ¨¦l.
Recordaba en algunas entrevistas que su trabajo no solo le salv¨® de una muerte segura, sino que le proporcion¨® una estancia m¨¢s confortable entre las alambradas del campo. Como ten¨ªa que tratar con los alemanes, ¨¦stos le facilitaban ropa y le permit¨ªan lavarse ¡°para no molestarlos con mal olor¡±. La suerte de Brasse fue la man¨ªa alemana por documentarlo todo con prolijidad, aun aquellas brutalidades.
Despu¨¦s de la guerra le persegu¨ªan pesadillas protagonizadas por las v¨ªctimas de los nazis que tuvo que fotografiar. Sobre todo, por chicas jud¨ªas que sufrieron los experimentos del doctor Mengele. Un d¨ªa, el propio m¨¦dico de Auschwitz lo felicit¨® por el trabajo a trav¨¦s de su jefe en el campo: ¡°Las fotos son exactamente lo que necesitamos¡±.
Explicar¨ªa despu¨¦s Brasse que hab¨ªa cumplido sus tareas ¡°porque no se pod¨ªa decir que no [a la SS] y porque no hac¨ªa da?o a nadie¡±. Despu¨¦s de la guerra no volvi¨® a la profesi¨®n, ¡°porque los muchachos jud¨ªos y las chicas jud¨ªas se aparec¨ªan en flashes constantes ante los ojos¡±. El fot¨®grafo sab¨ªa que su c¨¢mara iba a ser una de las ¨²ltimas cosas que iban a ver antes de que los enviaran al gas.
Tras sobrevivir a una de las ¡°marchas de la muerte¡± de prisioneros de los nazis, Brasse regres¨® a su ciudad natal en Polonia, donde muri¨® el martes a los 95 a?os.
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