La forja del tirano

Bachar el Asad se aferra a un poder casi omn¨ªmodo de manera enfermiza. Nadie sabe cu¨¢nto aguantar¨¢, ni cu¨¢ntos miles de muertos m¨¢s se cobrar¨¢ en su empe?o. El pron¨®stico de los que le conocen es poco alentador. Hablan de un hombre que se dice imbuido por un mandato divino. Convencer a dios en la tierra de que es hora de dar paso a una transici¨®n democr¨¢tica y a un l¨ªder elegido por el pueblo no parece f¨¢cil. Ni la creciente presi¨®n internacional ni el baile de enviados en misi¨®n de paz ni las im¨¢genes de un pa¨ªs que se desangra han conseguido hacerle entrar en raz¨®n.

Pero ?c¨®mo ha llegado hasta este punto? ?C¨®mo un hombre de mundo, joven y educado, que en otra ¨¦poca fue capaz de seducir a Occidente, se enroca ahora hasta la tragedia? Amigos y conocidos de Bachar el Asad repartidos por el mundo cuentan a este diario c¨®mo se ha forjado el tirano que, con un poder heredado, hoy ordena arrasar pueblos y bombardear ciudades.

Su trayectoria vital bien podr¨ªa convertirse en un manual de c¨®mo fabricar un dictador. Porque Bachar no estaba destinado a gobernar. Del oftalm¨®logo Bachar, del tipo t¨ªmido, insulso y sin madera de l¨ªder poco se esperaba. Ha sido y es un dictador accidental. Su hermano mayor, Basil, era el elegido, pero muri¨® joven, de forma inesperada. Bachar se encontr¨® de repente en la primera l¨ªnea. Tocaba aprender a mandar.

Que Basil, el primog¨¦nito, estaba predestinado a triunfar qued¨® claro ya durante los primeros a?os de vida p¨²blica de los Asad. En la ?cole La?que, el colegio de Damasco donde se formaba la ¨¦lite del pa¨ªs, la diferencia de car¨¢cter entre ambos hermanos era algo que no se le escapaba a los peque?os compa?eros. Los cumplea?os de Basil eran sonados. Bachar ni los celebraba.

Basil, el hermano de Bachar el Asad, era un chico campechano y deportista. Trataba de comportarse como uno m¨¢s

Basil era un tipo tremendamente sociable, conocido, admirado. Aprendi¨® a montar a caballo y dominaba el mundo de la inform¨¢tica. Era un modelo para los j¨®venes de la ¨¦poca. ¡°En el colegio quer¨ªa ser amigo de todos y lo consegu¨ªa. Invitaba a los compa?eros a la piscina del club militar. Era un chico campechano, deportista, alegre. Trataba de comportarse como uno m¨¢s¡±, recuerda una persona de su entorno escolar que prefiere no desvelar su identidad.

Luego estaba su hermana Bushra, una mujer alta, rubia, guapa. Era la jefa del clan, la m¨¢s activa pol¨ªticamente, la que mont¨® la uni¨®n de la juventud revolucionaria, la organizaci¨®n juvenil del partido Baaz. Despu¨¦s Majid, del que poco se conoce, y por ¨²ltimo Maher, actual bestia negra del r¨¦gimen, al frente de la IV Divisi¨®n del Ej¨¦rcito sirio y que ya de peque?o apuntaba maneras. En el colegio era conocido por su mal comportamiento.

Frente a estos personajes poderosos, Bachar representaba la otra cara. Era el patito feo. Algunos de sus conocidos de la ¨¦poca dicen que ni siquiera eso, que era simplemente invisible. ¡°No abr¨ªa la boca. Era muy, muy t¨ªmido. Los compa?eros se re¨ªan de ¨¦l. En la ¨¦poca del colegio no ten¨ªa amigos, solo una corte de chicos leales que eran como su sombra¡±, recuerda la misma fuente, quien asegura que el Bachar nervioso se hizo pis encima hasta bien mayor, algo que la crueldad infantil del patio de colegio no pas¨® por alto y convirti¨® en objeto de burla. De los hermanos, Bachar era el m¨¢s necesitado de afecto y al que la hermana y la madre dedicaban especial atenci¨®n.

En la Universidad de Medicina de Damasco, donde estudi¨®, tampoco dej¨® huella. Mohamed Sahloul, uno de sus compa?eros, retrata por tel¨¦fono desde Chicago al joven Bachar: ¡°No destacaba por nada. Era humilde. No sab¨ªa que iba a ser presidente y nadie le trataba como a un futuro l¨ªder¡±. Los guardaespaldas del hijo del presidente se hac¨ªan pasar por estudiantes y amigos ¨ªntimos, aunque todos conoc¨ªan qui¨¦nes eran. Sacaba buenas notas, pero sus compa?eros sab¨ªan que no era un buen estudiante. Su presencia en la universidad era una coreograf¨ªa aceptada por todos. ¡°Era lo normal con los hijos de los poderosos¡±, sostiene Sahloul, quien ahora preside la asociaci¨®n m¨¦dica sirio-estadounidense. Y a?ade: ¡°Ninguno de sus compa?eros sospechamos que un d¨ªa se convertir¨ªa en un asesino en serie¡±.

Ayman Abdel Nour le conoci¨® en 1984, tambi¨¦n en la universidad. Se hicieron amigos y fue su asesor hasta 2004. Hoy este ingeniero de caminos vive exiliado en Dubai, dedicado a informar de las atrocidades que comete el r¨¦gimen. Tambi¨¦n en conversaci¨®n telef¨®nica, Abdel Nour recuerda que cuando le conoci¨® era un hombre que hablaba bajito. Que no hac¨ªa preguntas en clase y que viajaba con frecuencia a Alepo ¨Cla segunda ciudad del pa¨ªs, bombardeada ahora¨C. No ten¨ªa gancho con las chicas y solo gracias a sus contactos consegu¨ªa verse con algunas.

Estudiar medicina tambi¨¦n formaba parte del guion escrito para los hijos de hombres pudientes. Los doctores son muy respetados y gozan de un gran prestigio social en Siria y en el mundo ¨¢rabe. Los mejores estudiantes eleg¨ªan medicina. Los hijos de los ricos, tambi¨¦n. Lo de la oftalmolog¨ªa, dicen, fue una manera de viajar al extranjero.

Mientras su marido ordenaba matar a la poblaci¨®n, asma el asad gastaba miles de euros en joyas y muebles

Bachar el Asad estudi¨® un curso de posgrado en oftalmolog¨ªa en el Western Eye Hospital de Londres. Su estancia de 18 meses en la capital brit¨¢nica es uno de los periodos que la prensa occidental resalta al escribir sobre ¨¦l. Pero quien le conoce asegura que no le cambi¨®. Vivir en un pa¨ªs democr¨¢tico, donde se respetan los derechos humanos y la libertad de expresi¨®n, no tiene por qu¨¦ contagiarse. ¡°Hay sirios que llevan 20 a?os viviendo en EE UU que todav¨ªa defienden a El Asad¡±, dice Sahloul a modo de ilustraci¨®n.

Su paso por Reino Unido s¨ª le sirvi¨® a El Asad para entender c¨®mo piensan los pol¨ªticos y periodistas occidentales; un conocimiento del que hizo uso y abuso durante sus primeros a?os al frente de Siria. Hizo creer al mundo que ¨¦l era diferente de su padre. Que el joven oftalm¨®logo nunca ser¨ªa capaz de permitir y mucho menos ordenar una matanza como la de Hama, en la que murieron 20.000 personas. Nunca. Abdel Nour, el que fuera su asesor, cree que lo que el futuro presidente aprendi¨® en Londres fue ¡°c¨®mo enga?ar a los occidentales. Bachar pensaba que son muy naifs y que resulta muy f¨¢cil seducirles¡±.

David Lesch es probablemente una de las personas que mejor conocen a El Asad en Occidente. El acad¨¦mico estadounidense y el presidente se vieron por primera vez en 2004 y a partir de entonces construyeron una relaci¨®n de confianza mutua. Lesch, como especialista en Oriente Pr¨®ximo, ten¨ªa mucho inter¨¦s en entender hacia d¨®nde caminaba Siria. Bachar, como presidente novato, quer¨ªa saber c¨®mo le ve¨ªa el resto del mundo. Lesch acaba de publicar Syria. The fall of the house of Assad, un libro en el que repasa los ¨²ltimos a?os de gobierno del que hace no tanto consideraba su amigo y con el que ahora marca distancias.

Lesch es de los que creen que el paso de Bachar por Londres es anecd¨®tico. ¡°Mucho m¨¢s que Londres, a Bachar le ha marcado ser hijo del conflicto ¨¢rabe-israel¨ª, de la guerra fr¨ªa, del conflicto en L¨ªbano y sobre todo de Hafez el Asad. [¡­] el entramado faustiano ingeniado por su padre, la idea de que el r¨¦gimen proporciona seguridad y estabilidad a cambio de la sumisi¨®n de su poblaci¨®n¡±, defiende por correo electr¨®nico.

Su paso por el extranjero y su puesto como presidente de la Sociedad de Inform¨¢tica de Siria, cargo que hered¨® de su hermano, fueron dos hitos en su vida que han logrado despistar a no pocos observadores. Algunos l¨ªderes en Occidente creyeron que un hombre apasionado por las nuevas tecnolog¨ªas y el software ten¨ªa a la fuerza que ser un gobernante abierto. Bachar demostrar¨ªa m¨¢s tarde que no era as¨ª.

En la facultad de medicina era una persona que no ten¨ªa nada especial. Nadie le trataba como futuro l¨ªder

Pero si hay un hecho en la vida de El Asad que contribuy¨® m¨¢s que ninguno a forjar su imagen de hombre decidido a cortar con los excesos pol¨ªticos del pasado, fue su matrimonio. Un amigo de la infancia fue a visitarle a Londres y le present¨® a su prima Asma, una joven guapa, sonriente y cosmopolita. En el a?o 2000 se casaron. Como marido y mujer, rompieron con la imagen tradicional de los matrimonios gobernantes en Siria. Se dejaban ver en los restaurantes de Damasco con los ni?os, posaban para la prensa y proyectaban una imagen de modernidad. El mensaje estaba claro: El Asad y su mujer hac¨ªan las cosas de otra manera.

Dicen los que los conocen que Asma ejerci¨® cierta influencia en los iniciales impulsos reformistas de la econom¨ªa del presidente. Asma hab¨ªa trabajado como asesora en J. P. Morgan, y para ella, modernizar el sistema financiero sirio era una necesidad acuciante. ¡°La rosa del desierto¡±, la bautiz¨® un desafortunado art¨ªculo de la revista Vogue publicado el mismo mes que estall¨® la revuelta prodemocr¨¢tica en Siria y que hablaba de ella como el motor modernizador del r¨¦gimen de Damasco. Los meses han pasado y ha quedado claro que ni ella ha ejercido una influencia significativa a la hora de frenar la maquinaria represiva del r¨¦gimen, ni tampoco ha marcado distancias con su marido una vez desatada la campa?a de terror que ensangrienta el pa¨ªs.

Un a?o despu¨¦s de la publicaci¨®n en Vogue, el brit¨¢nico The Guardian termin¨® de destrozar la imagen de Asma el Asad. El rotativo divulg¨® supuestos correos electr¨®nicos que marido y mujer intercambiaron bien entrada la revuelta. En ellos, Asma da cuenta de su afici¨®n por el lujo. Mientras su marido ordenaba masacrar a la poblaci¨®n, ella gastaba decenas de miles de euros en compras por Internet. Joyas y muebles fueron algunos de los objetos que Asma mand¨® enviar desde Londres a su residencia de Damasco, seg¨²n los correos interceptados.

Sus compa?eros sab¨ªan que no era buen estudiante. Su presencia en la universidad era una coreograf¨ªa aceptada por todos

Fue en Londres donde Bachar recibi¨® la llamada que cambi¨® su vida una ma?ana de 1994. Su hermano Basil, el llamado a gobernar, hab¨ªa muerto en accidente de coche. Conduc¨ªa r¨¢pido y sufri¨® un golpe mortal en una glorieta a las afueras de Damasco. Bachar volvi¨® a su pa¨ªs, donde comenzaron los preparativos para que gobernara el d¨ªa que su padre no estuviera. ¡°A partir de entonces, Bachar empez¨® a ser m¨¢s agresivo. Empez¨® a hablar m¨¢s alto¡±, recuerda Abdel Nour. El resorte que transforma la inseguridad en agresividad empez¨® a funcionar cada vez con m¨¢s asiduidad.

El 10 de junio de 2000 muere Hafez el Asad. Al t¨ªmido oftalm¨®logo de entonces 34 a?os le entregaron el cetro del poder. Sus primeros pasos fueron alentadores. Jur¨® el cargo prometiendo reformas ¨Csobre todo econ¨®micas¨C e hizo creer que la dictadura ten¨ªa los d¨ªas contados en Siria. Liber¨® a cientos de presos pol¨ªticos y qued¨® declarada la que despu¨¦s result¨® hiperbreve primavera de Damasco. Pero enseguida volvieron los a?os de plomo, la omnipresencia de los esp¨ªas y el terror. Hay quien, como Lesch, cree que su aparente e inicial voluntad reformadora era hasta cierto punto genuina. Otros, como Abdel Nour, sostienen que todo ha sido una farsa. ¡°S¨ª, ¨¦l cre¨ªa en las reformas, pero en las que resultaran en un fortalecimiento del r¨¦gimen y enriquecieran a su c¨ªrculo familiar¡±.

Pero ambos coinciden en la manera en que el poder ha transformado al v¨¢stago, hasta alcanzar el actual desvar¨ªo. Lesch lo vio con sus propios ojos a medida que pasaban los a?os. El tono de sus encuentros fue cambiando al ritmo que la personalidad de El Asad mutaba. ¡°Fue sinti¨¦ndose cada vez m¨¢s c¨®modo con el poder y creo que empez¨® a creer a la corte de aduladores que le rodeaban y que le dec¨ªan que el bienestar del pa¨ªs equival¨ªa a su propio bienestar¡±.

Gan¨® en asertividad, en autoestima. Empez¨® a creer en s¨ª mismo hasta extremos delirantes, cuenta Abdel Nour. ¡°Tras la muerte de su padre se rode¨® de cl¨¦rigos que le dec¨ªan que ¨¦l era el enviado de Dios en la tierra¡±. Fue entonces, en 2004, cuando los caminos de El Asad y Abdel Nour se separaron. ¡°Hasta entonces fui su amigo y su asesor. Fui su o¨ªdo y su hombro. Pero lleg¨® un punto en el que me di cuenta de que Dios no necesita asesores¡±.

Muchos de los que le rodeaban eran y son aduladores. Otros est¨¢n donde est¨¢n fruto de sucesivas remodelaciones en las que Bachar se fue deshaciendo de la vieja guardia leal a su padre, capaz de hacerle sombra. Cuando la televisi¨®n siria retransmite ahora algunos de sus discursos, lo que aparece es un fiel reflejo de la din¨¢mica que desmenuzan sus conocidos. El presidente habla y los que escuchan le interrumpen con aplausos y ovaciones. Bachar no pide perd¨®n, se muestra chulesco, desafiante¡­ ?l est¨¢ en posesi¨®n de la verdad, y el resto del mundo, el que ha enloquecido.

Fui su o¨ªdo y su hombro, pero lleg¨® un punto en el que me di cuenta de que dios no necesita el consejo de asesores

Junto a la influencia de la corte de aduladores hay, seg¨²n Lesch, algunos momentos clave para entender c¨®mo el dictador se ha crecido hasta los extremos actuales. ¡°Tras sobrevivir a la presi¨®n de EE UU y de Occidente tras la invasi¨®n de Irak y especialmente despu¨¦s del asesinato del ex primer ministro liban¨¦s Rafiq Hariri en 2005, Bachar desarroll¨® un cierto triunfalismo. Se aliment¨® su instinto de supervivencia y su sentimiento de omnipotencia¡±. Como gobernante, hab¨ªa cometido errores de manual y, sin embargo, segu¨ªa en su puesto, m¨¢s consolidado que nunca. Su supervivencia, dicen, le hizo sentirse invencible.

Invencible y de vuelta de todo; poco dispuesto a dejarse influir por las opiniones de los expertos. Sahloul, el m¨¦dico de Chicago, ha mantenido un par de encuentros con el presidente en los ¨²ltimos a?os. Lo describe como un gestor que desoye los consejos de sus asesores y que al final decide por s¨ª solo y a menudo de manera irracional. Recuerda que en una ocasi¨®n, durante un encuentro de dos horas, le dej¨® claro que ¨¦l era el que decid¨ªa. Le dijo que el Parlamento era poco menos que una farsa y que era ¨¦l quien dictaba las leyes. Tambi¨¦n le dijo que Siria no estaba preparada para la democracia, que la sociedad no estaba madura.

En marzo de 2011, las fuerzas del r¨¦gimen detuvieron a 15 chavales que hab¨ªan pintado consignas antigubernamentales en Deraa, una poblaci¨®n del sur de Siria. Los habitantes de la ciudad protestaron al calor de las primaveras ¨¢rabes que ya triunfaban en la regi¨®n y aquello fue el inicio de una represi¨®n que dura ya 19 meses y se ha llevado por delante la vida de m¨¢s de 30.000 personas, la gran mayor¨ªa civiles.

Los que conocen c¨®mo se toman las decisiones en Damasco dicen que no hay duda de que el presidente est¨¢ al mando. ?l controla qu¨¦ ciudad se bombardea y cu¨¢l no. Es ¨¦l, por tanto, el responsable directo y ¨²ltimo de los cr¨ªmenes de los que Naciones Unidas y un rosario de organizaciones humanitarias acusan al r¨¦gimen.

La comunidad internacional se lleva las manos a la cabeza. El cerco diplom¨¢tico en torno a El Asad se estrecha y las voces que piden la salida del dictador se multiplican. En los despachos oficiales de Damasco hacen, sin embargo, caso omiso a los gritos de socorro. Se enrocan en sus posiciones y repiten las mismas teor¨ªas conspirativas que a su juicio justifican la respuesta militar.

Da la impresi¨®n a veces de que el presidente y los que le rodean viven en un mundo paralelo. O sufren alg¨²n tipo de distorsi¨®n cognitiva. O simplemente se r¨ªen del resto del mundo con sus argumentos peregrinos. Pero los que conocen al presidente dicen que, al margen de una buena dosis de propaganda, El Asad y los suyos se creen lo que dicen. Piensan que hay una conspiraci¨®n orquestada de las potencias occidentales y de las fuerzas islamistas financiadas y armadas por algunos pa¨ªses ¨¢rabes.

A Abdel Nour, el antiguo asesor del presidente sirio, nada de lo que ve le sorprende. Al contrario. Dice que le encaja a la perfecci¨®n con los rasgos de la personalidad del hombre del que fue inseparable. ¡°Vive en una burbuja. Cree que su poder emana directamente de Dios y que lucha contra terroristas, esp¨ªas extranjeros y enviados del emir de Catar. Le puedo asegurar que Bachar el Asad duerme bien por la noche¡±.