Paisaje despu¨¦s del hurac¨¢n
Escribo desde los pabellones de una feria agraria de Virginia, muy cerca de Richmond, la capital del Estado y la vieja capital confederal, derrotada en la guerra civil americana hace siglo y medio. Una gran pancarta anuncia ya el resultado de la elecci¨®n presidencial en la entrada misma: Victory in Virginia. Dentro de dos horas mitinear¨¢ Mitt Romney. Virginia es uno de los tres Estados considerados como decisivos, que vot¨® a favor de Obama en 2008 pero se ha convertido ahora en un Estado bisagra o indeciso.
El ritmo de la campa?a pertenec¨ªa hasta el lunes a Mitt Romney, que consigui¨® vencer a Obama en el primer debate y presentarse con una imagen moderada y presidenciable en los otros dos enfrentamientos dial¨¦cticos ante las c¨¢maras de televisi¨®n. Los sondeos de opini¨®n y los pron¨®sticos de los gur¨²s acompa?aban al candidato republicano, que aparec¨ªa empatado con el presidente y en actitud desafiante y vencedora. Los spin doctors republicanos hab¨ªan conseguido crear una espiral de optimismo con la que esperaban llegar con Romney como favorito a la jornada electoral.
Hasta el lunes. Hasta que lleg¨® Sandy. Es la sorpresa de octubre, un t¨®pico muy elaborado sobre las campa?as electorales que anuncia un hecho imprevisible capaz de cambiar todos los planes y pron¨®sticos antes del primer martes despu¨¦s del primer lunes de noviembre. La naturaleza es especialmente sabia en proporcionar este tipo de sustos. Los antecedentes pol¨ªticos son notables, especialmente con el Katrina en el verano de 2005, en v¨ªsperas de unas elecciones de mitad de mandato que azotaron al partido republicano y a su jefe, George W. Bush con tanta crueldad como lo hizo el hurac¨¢n con las costas y la ciudad de New Orleans.
La pol¨ªtica es el arte de gobernar la crisis, el accidente, lo imprevisible. De ah¨ª que ninguna circunstancia sea m¨¢s adecuada para demostrar la capacidad de convicci¨®n y de liderazgo de un gobernante como una cat¨¢strofe. Quien sabe encontrar el tono y la actitud adecuada, sobre todo de empat¨ªa con los damnificados y con las preocupaciones de los ciudadanos tiene casi todo ganado. No todo el mundo sabe hacerlo: Bush no supo. Obama, en cambio, ha demostrado que s¨ª sabe y que adem¨¢s funciona.
Obama ha suspendido la campa?a durante tres d¨ªas y se ha dedicado exclusivamente a la gesti¨®n de la cat¨¢strofe y a hacerse visible, aunque evitando proyectar la imagen de aprovechamiento pol¨ªtico. La respuesta de Romney ha sido d¨¦bil e insuficiente para contrarrestar al presidente. Con un inconveniente adicional: no tiene responsabilidades de gobierno y los ciudadanos quieren ver como sus gobernantes se hacen cargo de los problemas, aunque sea en mitad de una campa?a electoral. Las im¨¢genes de Obama enfrentado al hurac¨¢n Sandy son la campa?a m¨¢s redonda y menos programada. Ser¨¢ dif¨ªcil que sus efectos sean captados por los sondeos. El estado mayor de Romney sigue con sus aires victoriosos, pero despu¨¦s del hurac¨¢n suenan m¨¢s a hueco.
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