La rev¨¢lida de Obama
La mejor arma del presidente para su reelecci¨®n son los logros de su mandato
Enfrentado al desaf¨ªo de su propia leyenda y a la m¨¢s espantosa herencia de que se tiene recuerdo, Barack Obama se somete el martes a la rev¨¢lida de las urnas. Lo hace en un clima pol¨ªtico muy polarizado, que ha prolongado la incertidumbre sobre el resultado hasta el ¨²ltimo momento, y con el saldo de una magn¨ªfica gesti¨®n, que le ha permitido, por encima de debates y estrategias, fluctuaciones y sorpresas, llegar hasta aqu¨ª en posici¨®n de favorito.
Cuando una largu¨ªsima campa?a electoral dispara las ¨²ltima tracas, queda el trabajo hecho durante cuatro a?os. Ese trabajo puede ser cuestionado o desvirtuado desde la legitimidad de una ideolog¨ªa diferente o desde las exigencias de una batalla democr¨¢tica en la que los pol¨ªticos persiguen su fin natural, ganar. Pero, en ¨²ltima instancia, incluso aunque no le fuese suficiente para la victoria, son los logros de su presidencia lo mejor que Obama puede ofrecer a sus compatriotas, y es eso lo que ser¨¢ sometido a refer¨¦ndum pasado ma?ana.
Otros factores cuentan en unas elecciones: la calidad del rival, el momento hist¨®rico en el que se celebran, incluso sucesos imprevistos, como el del hurac¨¢n Sandy. Algunos malos presidentes han sido reelegidos y otros buenos no lo han conseguido ¨Cel apellido Bush salta a la memoria en ambos casos-. Pero, en el conjunto, no hay nada mejor que un gobernante pueda hacer por su reelecci¨®n que una buena gesti¨®n.
La gesti¨®n de Obama ha estado condicionada por dos circunstancias fundamentales: las descomunales expectativas desatadas por su elecci¨®n en 2008 y el estado desastroso del pa¨ªs que encontr¨® a su llegada a la Casa Blanca. Si se compara con lo primero, el balance de Obama puede considerarse mediocre. Pero si se compara con lo segundo, puede incluso alcanzar la categor¨ªa de extraordinario.
Cuando Obama asumi¨® la presidencia, Estados Unidos sucumb¨ªa a una de las peores crisis econ¨®micas desde la Gran Depresi¨®n. S¨®lo en ese enero de 2009, se perdieron m¨¢s de 800.000 puestos de trabajo. En su primer a?o en el cargo, se destruyeron 4,3 millones de empleos. El plan de est¨ªmulo aprobado en esos meses, no s¨®lo contuvo la hemorragia, sino que contribuy¨® a la creaci¨®n de 5,5 millones de empleos durante el resto del mandato.
La gesti¨®n de Obama ha estado condicionada por dos circunstancias fundamentales: las descomunales expectativas desatadas por su elecci¨®n en 2008 y el estado desastroso del pa¨ªs que encontr¨® a su llegada a la Casa Blanca
La industria financiera, al borde del precipicio, est¨¢ de nuevo en pi¨¦ y algo mejor regulada. La industria del autom¨®vil, en la antesala de la quiebra, vuelve a dar beneficios. El PIB crece al 2% y el mercado de la vivienda empieza a ofrecer signos positivos. A¨²n existen dudas y no ha desaparecido del todo el peligro de una reca¨ªda, pero el optimismo es hoy mayor y la Bolsa de Nueva York se acerca a su m¨¢ximo hist¨®rico.
La extensi¨®n de la cobertura sanitaria a toda la poblaci¨®n, el nombramiento de dos brillantes mujeres ¨Cambas comprometidas con la defensa del aborto- para el Tribunal Supremo, la eliminaci¨®n de las trabas para los homosexuales en el Ej¨¦rcito, las ayudas a los universitarios, la protecci¨®n del derecho a la educaci¨®n para los inmigrantes sin papeles, las restricciones, todav¨ªa t¨ªmidas, impuestas a las industrias m¨¢s contaminantes son, entre otras, las razones de Obama este martes.
El progreso es a¨²n m¨¢s notable en el ¨¢mbito internacional. Sin debilitar el liderazgo de EE UU, Obama le ha devuelto el honor al cargo de comandante en jefe, el prestigio a su pa¨ªs y, al mismo tiempo, ha creado un entorno mucho m¨¢s favorable para la cooperaci¨®n entre los pa¨ªses. Igualmente hay puntos oscuros en esta materia. El uso desmedido de los drones y la prolongaci¨®n del di¨¢logo est¨¦ril con Ir¨¢n son l¨®gicos motivos de preocupaci¨®n.
Todos esos m¨¦ritos pueden verse degradados desde la perspectiva de lo que se esperaba de Obama, que fue elegido en medio de una ola de entusiasmo popular como no se ha conocido en la historia. Se contaba con un presidente transformador que cambiara la pol¨ªtica en Washington y en el mundo. El propio Obama es responsable de haber desatado esas expectativas. Pero no s¨®lo ¨¦l. En una ¨¦poca de desasosiego y ausencia de liderazgo, Obama fue el espejo en el que cada cu¨¢l reflej¨® sus propios deseos.
Era dif¨ªcil que eso no desembocase en cierta frustraci¨®n. Desde el punto de vista de la derecha, Obama no ha procedido a la renovaci¨®n de un modelo de estado generador de d¨¦ficit y deuda insostenibles. Desde el punto de vista de la izquierda, no ha cerrado Guant¨¢namo ni ha acabado con el poder de los lobbys de las armas y las grandes corporaciones. Tampoco ha cumplido sus promesas de bipartidismo, obstaculizado por una oposici¨®n cerril que le niega incluso su derecho a ser norteamericano.
Obama ha sido, ciertamente, diferente en la Casa Blanca, de lo que fue como candidato
Obama ha sido, ciertamente, diferente en la Casa Blanca, de lo que fue como candidato. El gran orador, el gran inspirador de esperanza, ha resultado ser un presidente fr¨ªo y distante. Lo ha pagado con la disoluci¨®n de su carisma. Condicionado por la complejidad de su propia biograf¨ªa, Obama ha resultado ser tambi¨¦n un presidente con aversi¨®n al riesgo. Esa prudencia, en cambio, se ha convertido en un plus en el manejo de la guerra de Afganist¨¢n o de crisis envenenadas, como las de Egipto, Libia o Siria. El Obama de hoy ha perdido encanto, pero ha ganado confiabilidad, un valor mucho m¨¢s estimable en su posici¨®n.
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