Una Europa brit¨¢nica
El debate pol¨ªtico entre eur¨®fobos y eur¨®filos en el Reino Unido adquiere un tono cada vez m¨¢s grueso
Regreso de Londres impresionado por la intensidad del debate pol¨ªtico entre eurof¨®bos y eur¨®filos. En el fragor de la batalla, los argumentos adquieren un tono cada vez m¨¢s grueso. La UE es un ente corrupto y antidemocr¨¢tico que nos roba, dicen unos al calor del debate presupuestario. Si abandonamos la UE, seremos como Singapur, dicen otros al hilo del debate sobre la posici¨®n del Reino Unido en el mundo. Bien mirado, la pasi¨®n del debate no deber¨ªa ser motivo de extra?eza. Los brit¨¢nicos se encaminan hacia dos referendos en los que se dilucidar¨¢n dos cuestiones de singular importancia: la continuidad de la pertenencia de Escocia al Reino Unido y la permanencia del Reino Unido en la Uni¨®n Europea. Si la identidad nacional de un pa¨ªs versa en torno a las preguntas de qui¨¦nes somos, qu¨¦ queremos y con qui¨¦nes estamos dispuestos a lograrlo, es evidente que estamos ante la puesta en cuesti¨®n de dos de los principales anclajes de cualquier pa¨ªs: el interno (?qui¨¦n forma parte de la comunidad?) y el internacional (?de qui¨¦n forma parte la comunidad?).
Desde fuera, lo com¨²n es concluir que este debate muestra el escaso grado de europeizaci¨®n del Reino Unido, un pa¨ªs que lleg¨® a la UE a su pesar, como consecuencia de una concatenaci¨®n de fracasos internos y externos, pero sin el apoyo ni la comprensi¨®n ni del p¨²blico ni de sus elites, y menos de sus medios de comunicaci¨®n. Como dijo el General de Gaulle en su momento, su adhesi¨®n era "contra natura, contra estructura y contra coyuntura". Desde ese punto de vista, una eventual salida no s¨®lo enmendar¨ªa de una vez por todas el error que supuso aceptar al Reino Unido en la entonces Comunidad Econ¨®mica Europea, sino que permitir¨ªa corregirlo, para bien de los brit¨¢nicos, que podr¨ªan dedicarse a aquello que mejor se les da (?flotar en el Atl¨¢ntico, no tener ataduras pol¨ªticas y comerciar con todo el mundo?) y del resto de los europeos, que por fin podr¨ªan dedicarse a aquello a lo que siempre habr¨ªan aspirado (?conformar una uni¨®n pol¨ªtica estructurada en torno a Par¨ªs y Berl¨ªn?). Pero el debate sobre la europeizaci¨®n sobre el Reino Unido es s¨®lo la mitad de la historia, y quiz¨¢ no la m¨¢s relevante. Si examinamos con cierta atenci¨®n la huella que el Reino Unido ha dejado en Europa, veremos que la lista es de todo menos peque?a.
En primer lugar, el n¨²mero de miembros. Si somos 27 (pr¨®ximamente 28) es debido en gran parte al apoyo sostenido del Reino Unido a las ampliaciones de la Uni¨®n. Fuera un plan para frenar la integraci¨®n o el resultado de una lectura inteligente de la historia y el futuro, el caso es que somos una Europa grande y abierta en gran parte gracias a ellos. Lo mismo puede decirse del mercado interior, que junto con las ampliaciones, es otro de los grandes proyectos europeos. Nadie como el Reino Unido ha impulsado ese proyecto, que ha sido y es una de las principales fuentes de riqueza y bienestar de las que disponemos los europeos y, tambi¨¦n, el principal activo y atractivo de la presencia europea en el mundo. Desde los a?os ochenta del siglo pasado, gracias a la visi¨®n del Reino Unido, que apoy¨® el uso de la mayor¨ªa cualificada para las cuestiones relacionadas con el mercado interior, hemos avanzado r¨¢pidamente por la senda de la creaci¨®n de mercados, hacia dentro y hacia fuera, a la vez que mantenido bajo constante control presupuestario pol¨ªticas como la agr¨ªcola, que llegaron a desmandarse y a absorber m¨¢s de la mitad del presupuesto europeo. Desgraciadamente, la UE tiene un presupuesto demasiado peque?o, en gran parte por culpa del Reino Unido, pero tambi¨¦n m¨¢s racional, transparente y orientado a la innovaci¨®n y el empleo gracias al empe?o brit¨¢nico en cortar las alas a la alianza entre grupos de inter¨¦s agr¨ªcolas o regionales y la burocracia europea. Y no es menos cierto que esta UE, con su geometr¨ªa variable, en la que daneses, irlandeses, suecos y brit¨¢nicos pueden acomodar sus deseos de no ser parte del euro, la defensa, la libre circulaci¨®n o la pol¨ªtica social, es tambi¨¦n responsabilidad de Londres. Por no hablar de la pol¨ªtica exterior y de seguridad europea, inconcebible sin el concurso del Reino Unido, pues los alemanes, como han demostrado tantas veces, no est¨¢n por la labor de ayudar a la UE a ser un actor global. El caso es que, para bien y para mal, nos guste o no, el legado del Reino Unido, es un legado impresionante y muy vivo. No deja por eso de resultar parad¨®jico que el Reino Unido se disponga a abandonar la UE despu¨¦s de haberla moldeado tan profundamente. Y encima, despu¨¦s de que se vayan, seguiremos utilizando el ingl¨¦s para entendernos en una Europa brit¨¢nica sin brit¨¢nicos.
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