Barroso: ¡°Los Gobiernos nacionalizan los ¨¦xitos y europe¨ªzan los fracasos¡±
Un d¨ªa antes de que la UE reciba el Premio Nobel de la Paz por d¨¦cadas de estabilidad, el presidente de la Comisi¨®n Europea reflexiona sobre el futuro del Viejo Continente.
Los abismos existen tambi¨¦n en las distancias cortas. Para salvarlos, a veces basta tirar de un hilo, de una humilde referencia musical, de un amago de conversaci¨®n sobre f¨²tbol, de cualquiera de esas cosas capaces de crear extra?os lazos en un santiam¨¦n. Jos¨¦ Manuel Dur?o Barroso (Lisboa, 1956) entra en una espaciosa sala anexa a su despacho y decide tirar de uno de esos hilos. Para romper el hielo, el presidente de la Comisi¨®n Europea cuenta que la historia de esta enloquecida crisis europea le recuerda al free jazz de Ornette Coleman, saxofonista a quien ha visto en acci¨®n hace poco y a quien este corresponsal desconoce absolutamente, a pesar de poner cara de lo contrario en aras de saltar el dichoso abismo. ¡°Ese tipo es extraordinario, avanza en una direcci¨®n y de repente se detiene, y sin embargo se mueve, a pesar de todo sigue adelante: como nuestra Europa¡±. El octogenario Coleman, dicen quienes de veras saben de esto, forj¨® su leyenda con un estilo que sorprende por su querencia hacia un caos atonal, con melod¨ªas inveros¨ªmiles que justo al final, cuando ya parece que van a despe?arse por el precipicio, abren paso a un destello de armon¨ªa. Exactamente as¨ª, desafinando y a trompicones, parece avanzar la UE: veremos si con ese destello de armon¨ªa final.
Exmao¨ªsta y exrevolucionario de los claveles, tataranieto de un gallego de Tuy del que hered¨® el apellido Dur?o, abogado, pol¨ªglota y ex primer ministro de corte centroderechista, Barroso reflexiona en un impecable castellano sobre Europa y sus desvelos. A medida que avanza la conversaci¨®n, va cayendo en Bruselas una de esas tardes oto?ales como pintada a la acuarela, con r¨¢fagas de viento y chaparrones repentinos, y cielos inmensos y de vez en cuando enjuagados, m¨¢s o menos como esta crisis inh¨®spita. Al acabar, el presidente vuelve a agarrarse a aquel hilo invisible antiabismos para terminar la charla con el f¨²tbol: sonr¨ªe para las fotos mientras presume de su selecci¨®n portuguesa y echa flores a La Roja. Y cuando ya parece que va a ser intachablemente diplom¨¢tico hasta el pitido final, saca el ramalazo jazz¨ªstico del comienzo y se atreve con una teor¨ªa sobre el car¨¢cter, poco portugu¨¦s, del entrenador del Real Madrid, su compatriota Jos¨¦ Mourinho. Aunque para eso habr¨¢ que esperar hasta el final de este texto.
A la UE le han concedido el Nobel por d¨¦cadas de paz. Resulta tentador glosar la incre¨ªble reacci¨®n despu¨¦s de 1945 como una historia de prosperidad y optimismo, pero la crisis hace sospechar que es un relato gastado. ?El premio no es tambi¨¦n una llamada de atenci¨®n ante la crisis econ¨®mica, ante una pol¨ªtica exterior que ha perdido peso? La UE fue para sus padres fundadores un proyecto de paz; entre los pa¨ªses de la Uni¨®n no ha habido un solo conflicto armado desde 1945. El comit¨¦ del Nobel valora tambi¨¦n la transmisi¨®n de valores democr¨¢ticos: la UE tuvo y tiene un gran poder de atracci¨®n dentro y fuera de aqu¨ª. Para mi generaci¨®n, Europa fue un soplo de libertad en Portugal y en Espa?a. Tras caer el Muro, decir Europa en el Este era decir democracia, era perseguir ese modelo de econom¨ªa social de mercado. Tambi¨¦n ahora, cuando hay europeos que dudan en este momento cr¨ªtico, es interesante la mirada fresca que viene de fuera: llega el Nobel, gente como el expresidente Lula dice que la UE es patrimonio de la humanidad, el G-20 entero pide m¨¢s uni¨®n a los europeos.
Sin embargo, la magnitud de la crisis hace mella en la imagen interna de la Uni¨®n. Y eso hace imprescindible una potente narrativa europea, que debe tener como leitmotiv la globalizaci¨®n. Al oeste hay una superpotencia, EE UU. Y los vientos del Este son irresistibles: China. En medio de dos gigantes, pa¨ªses de 10 millones de habitantes, incluso de 80 millones, ya no pueden ser potencias globales en solitario. La disyuntiva es m¨¢s Europa o la irrelevancia. M¨¢s a¨²n cuando casi ning¨²n europeo quiere seguir otros modelos: nos gusta, nos encanta nuestro Estado de bienestar.
La senda del exrevolucionario
Jos¨¦ Manuel Dur?o Barroso (Lisboa, 1956. En la imagen, junto a Javier Solana en 1994), exmao¨ªsta, exrevolucionario de los claveles, abogado, pol¨ªglota, ex primer ministro portugu¨¦s de corte centroderechista, es el actual presidente de la Comisi¨®n Europea.
Reelegido en 2009 para un segundo mandato de cinco a?os al frente de la Comisi¨®n Europea, lleg¨® a la presidencia de la Comisi¨®n tras intensas negociaciones en el seno de la Uni¨®n Europea, donde se contemplaron otros candidatos en liza para ocupar el actual puesto de Dur?o Barroso.
¡°Conozco bien a Rajoy. Es prudente, pero determinado. Si puede, evitar¨¢ pedir ayuda. Le garantic¨¦ que est¨¢ todo listo por si lo pide. El resto est¨¢ en sus manos¡±, concede en esta entrevista sobre una posible solicitud de segundo rescate econ¨®mico por parte de Espa?a a la Uni¨®n Europea.
Entre los intelectuales arrecian las voces cr¨ªticas: George Steiner alerta de que la UE va a sacrificar a una generaci¨®n, denuncia que Europa ¡°apesta a dinero¡±. ?Falta impulso pol¨ªtico? Me interesan las reflexiones de gente como J¨¹rgen Habermas o Steiner, con esa atractiva idea con la que describe a Europa en uno de sus ¨²ltimos libros como un enorme caf¨¦ donde las gentes discuten, filosofan, avanzan. Pero rechazo este glamour intelectual del pesimismo que se ha instalado en Europa y que no lleva a nada bueno.
La tentaci¨®n del fracaso. Esa tentativa sadomasoquista de caer en un discurso destructivo, donde cada intelectual supuestamente europe¨ªsta pretende ser m¨¢s brillante que el anterior ennegreciendo su an¨¢lisis¡ Siempre hemos tenido euroesc¨¦pticos y eur¨®fobos, xen¨®fobos, nacionalistas extremos, todo tipo de gentes dispuestas a ejercer esa eurohostilidad. Si incluso los intelectuales proeuropeos se apuntan a esa ola, el proyecto acabar¨¢ teniendo problemas de sostenibilidad pol¨ªtica. Atravesamos dificultades, pero desde una perspectiva hist¨®rica la UE tiene cada vez m¨¢s sentido. Cada vez que leo a intelectuales como Tony Judt refuerzo esa opini¨®n: cuanto m¨¢s pienso en las consecuencias de una vuelta a la fragmentaci¨®n, menos atractivos me parecen esos guiones que supuran europesimismo. Contra la tentaci¨®n de desmontar est¨¢ la intuici¨®n de los l¨ªderes europeos: a pesar de todo, y aun cuando la Comisi¨®n hubiese preferido m¨¢s audacia y m¨¢s rapidez, las decisiones que hemos tomado han ido siempre hacia m¨¢s integraci¨®n y han servido para corregir carencias del proyecto.
?Falta un liderazgo para ello que s¨ª exist¨ªa en el pasado? Como ministro, trabaj¨¦ con la generaci¨®n de los Kohl, Mitterrand y Gonz¨¢lez. En ese momento ¨¦ramos 12: el a?o pr¨®ximo seremos 28 socios. Se olvida que en esa ¨¦poca los l¨ªderes tambi¨¦n eran criticados: Jacques Delors suele contar que estuvo al borde de la dimisi¨®n varias veces por el grado de obstinaci¨®n de algunos de esos l¨ªderes. Cuando analizamos la pol¨ªtica a la luz del pasado surge una especie de deformaci¨®n ¨®ptica: el c¨®digo de Hammurabi, hace casi 4.000 a?os, ya dec¨ªa que aquella generaci¨®n ¡°no era como las de antes¡±¡ Y no, no creo que la calidad de los l¨ªderes de hoy sea generalmente peor.
?Qu¨¦ responsabilidad tiene Bruselas? El liderazgo europeo tambi¨¦n est¨¢ sometido a un test de estr¨¦s. La Comisi¨®n se ha visto reforzada, pero en la toma de decisiones finales siguen siendo fundamentales los Estados. Y ah¨ª se equivocan quienes se empe?an, por ejemplo, en presentar las cumbres como batallas con ganadores y perdedores: esa cultura es venenosa, puede acabar con el m¨¦todo europeo de pactos y compromisos. Con una renacionalizaci¨®n de las pol¨ªticas saldr¨ªamos perdiendo, y cuidado porque con la crisis resurge esa tendencia, con ciertos pol¨ªticos de derechas e izquierdas propensos a explotar el miedo, lo que los alemanes llaman angst.
Rechazo el ¡®glamour¡¯ intelectual del pesimismo instalado en Europa
En mayo de 2010 critic¨® que Berl¨ªn quisiera imponer un nuevo libro de reglas a la Uni¨®n: lo consider¨® ¡°na¨ªf¡±. ?Opina lo mismo hoy? Cuando revent¨® la crisis, la Comisi¨®n propuso una federalizaci¨®n, una mutualizaci¨®n de los riesgos. Nosotros quer¨ªamos que las decisiones de los rescates fueran comunitarias, no intergubernamentales. Pero las capitales, y no solo Berl¨ªn, no quisieron seguir por esa v¨ªa. Dicho esto, puedo entender a Merkel: Alemania no solo no es anti-UE; es uno de los pa¨ªses que se toman m¨¢s en serio la cuesti¨®n europea, el euro ocupa un lugar destacad¨ªsimo en los debates. Berl¨ªn apuesta por la v¨ªa federal, la uni¨®n pol¨ªtica, aunque se muestre exigente con las contrapartidas. Y ha aprobado las ayudas, pese a la oposici¨®n inicial.
En el Sur la opini¨®n general viene a decir que Berl¨ªn no fue ejemplar con sus finanzas p¨²blicas cuando le convino. Que el ¡®diktat¡¯ en pol¨ªtica econ¨®mica es demasiado. Que su gesti¨®n de la crisis es discutible. Merkel dice que no puede aceptar compartir los beneficios de su reputaci¨®n sin contar con garant¨ªas sobre el comportamiento de los socios. Y que no puede traspasar competencias a Bruselas sin estricto control. No sucede solo con Berl¨ªn: los Estados son generosos para que la Comisi¨®n ejerza tareas disciplinarias, pero mucho m¨¢s t¨ªmidos para ceder las pol¨ªticas de solidaridad. Para corregir esa percepci¨®n necesitamos las dos cosas, instrumentos de control y tambi¨¦n de solidaridad. Necesitamos s¨ªntesis entre los que quieren m¨¢s responsabilidad y los que quieren m¨¢s solidaridad, entre lo que a veces aparece como la visi¨®n del Norte y del Sur. Tendremos un problema si solo damos una imagen de disciplina y sanci¨®n.
EE UU y hasta el FMI tienen una visi¨®n diferente del equilibrio austeridad-crecimiento. ?No ve necesario un viraje europeo? La Comisi¨®n propone, pero los pa¨ªses disponen. Seguimos pensando que es indispensable corregir los desequilibrios fiscales y emprender reformas. Pero en nuestro enfoque tambi¨¦n hay inversi¨®n: hay que reequilibrar urgentemente austeridad y crecimiento.
Ah¨ª se va a topar con Berl¨ªn, otra vez. Merkel siempre dijo que no pod¨ªa tomar inmediatamente algunas medidas que parec¨ªan indispensables por razones pol¨ªticas y constitucionales. Y que algunas decisiones solo podr¨ªan tomarse en caso de extrema necesidad. Ha habido progresos en su posici¨®n, aunque nos gustar¨ªa mayor rapidez.
El viejo r¨¦gimen se resiste a desaparecer; el nuevo no acaba de llegar: la paradoja recurrente es que la Comisi¨®n asume competencias, pero a la vez debe esperar a los Estados. Estamos en fase de transici¨®n: los Estados no tienen ya por s¨ª solos la capacidad de actuar y aportar la soluci¨®n; las instituciones europeas carecen a¨²n de los instrumentos necesarios. El euro exige un impulso adicional: no solo lo piden los europe¨ªstas; nos lo reclaman los mercados. Si hemos entendido algo es que el statu quo no se sostiene, que de este aprieto solo se saldr¨¢ hacia atr¨¢s o hacia delante; hacia atr¨¢s ser¨ªa una vuelta a tiempos oscuros, hacia delante significa m¨¢s integraci¨®n.
M¨¢s Europa: todo desemboca en cesi¨®n de soberan¨ªa. ?Hacia d¨®nde? El proyecto europeo no puede ser ni tecnocr¨¢tico, ni burocr¨¢tico, ni siquiera diplom¨¢tico, sino democr¨¢tico: la integraci¨®n europea, precisamente porque la integraci¨®n econ¨®mica de la zona euro es indispensable, debe completarse con uni¨®n pol¨ªtica y mecanismos de control democr¨¢tico.
La crisis puede ser ¨²til en la creaci¨®n de un espacio pol¨ªtico europeo
Los cr¨ªticos dicen que la tr¨ªada formada por Parlamento, Consejo y Comisi¨®n produce un agujero negro en el que desaparece la democracia. ?Es partidario de que su cargo se vote, por ejemplo? S¨ª. Contribuir¨ªa al debate pol¨ªtico. Hoy en los caf¨¦s de Atenas ya no solo se habla de pol¨ªtica griega: las gentes conocen la postura de cada partido alem¨¢n sobre el rescate. Es mal consuelo, pero al menos la crisis puede ser ¨²til en eso, en la creaci¨®n de un aut¨¦ntico espacio pol¨ªtico europeo. De hecho, el debate pol¨ªtico se ha europeizado.
?Teme un progresivo deslizamiento de Reino Unido fuera de la Uni¨®n? Ese problema no es nuevo: desde la era de Thatcher, Londres siempre quiere reafirmarse en su excepcionalidad, ahora quiz¨¢ con m¨¢s intensidad. Por el inter¨¦s com¨²n es necesario que Reino Unido siga dentro. Pese a todo, ha contribuido notablemente a la construcci¨®n europea. Con un matiz: siempre que Reino Unido quiera; siempre que no se enroque en el no.
Pues hubo un ¡°no¡± al pacto fiscal. Luego, a la uni¨®n bancaria y a la tasa financiera. Y ahora, una amenaza de veto a los presupuestos. Los tratados permiten cooperaciones reforzadas. Esa v¨ªa tiene que explotarse, aunque conf¨ªo en que encontraremos acomodo a los puntos de vista de Londres.
Al llegar a la presidencia dijo que estaba de moda atacar a la Comisi¨®n. ?Ha cambiado algo? Nada: ah¨ª est¨¢n nuestras propuestas de regulaci¨®n financiera, que yo mismo llev¨¦ al G-20. Ah¨ª est¨¢ nuestro proyecto de presupuesto, m¨¢s ambicioso que otros, o la tasa financiera. Pero la opini¨®n p¨²blica europea sigue siendo nacional, los Gobiernos nacionalizan los ¨¦xitos y europe¨ªzan los fracasos. No es serio culpar del estallido de la crisis financiera a la Comisi¨®n, cuando el poder a la hora de limitar el comportamiento irresponsable de la banca estaba en manos de bancos centrales nacionales. Supongo que va con el cargo.
Espa?a. ?Espa?a?
P¨®ngase en los zapatos de Mariano Rajoy. ?Debe pedir un segundo rescate? Conozco bien a Rajoy. Es prudente, pero determinado. Si puede, evitar¨¢ pedir ayuda, porque siempre es una decisi¨®n dif¨ªcil de tomar. Si al final es necesario, ser¨¢ valiente. Habl¨¦ con ¨¦l en C¨¢diz, hace poco, y conoce mi opini¨®n sincera.
?Cu¨¢l es? Le di todos los elementos de los que dispongo para que tome su decisi¨®n con la m¨¢xima informaci¨®n. Le garantic¨¦ que est¨¢ todo listo por si lo pide. El resto est¨¢ en sus manos.
?No necesita Espa?a suavizar la austeridad por la recesi¨®n? Conozco perfectamente el sacrificio que est¨¢n haciendo los espa?oles. Pero la banca est¨¢ pagando la burbuja inmobiliaria, y ser¨ªa irresponsable abandonar las reformas y el ajuste fiscal. Es cierto que son necesarias inversiones y ah¨ª hace falta un plan europeo ambicioso, que estoy tratando de impulsar. Tambi¨¦n es esencial el m¨¢ximo consenso pol¨ªtico y social, y ah¨ª los espa?oles deben hacer esfuerzos suplementarios. En cuanto al ritmo del ajuste, ya hemos decidido que lo importante es que este tenga en cuenta el ciclo econ¨®mico: eso va a ayudar. La Comisi¨®n ya hizo recomendaciones un a?o m¨¢s para el ajuste presupuestario en Espa?a. Pero seamos claros, si un pa¨ªs no es capaz de controlar su gasto, la prima de riesgo subir¨¢. Y no hay nada m¨¢s antisocial que destinar el presupuesto a pagar intereses de la deuda en lugar de gastar en educaci¨®n, en sanidad y en servicios para los m¨¢s vulnerables.
Lo que ven los m¨¢s vulnerables es que las inyecciones a la banca son inmediatas, que los recortes son fulminantes y, en cambio, cuesta horrores poner en marcha la pol¨ªtica de crecimiento que usted cita. El problema es que la sensaci¨®n de urgencia en esta crisis es muy diferente seg¨²n el pa¨ªs. Y que los bancos tienen efectos sist¨¦micos sobre la econom¨ªa en su conjunto, incluso sobre el euro, mientras que en otras cuestiones los efectos son menos visibles. Pero insisto, la Comisi¨®n quiere reequilibrar consolidaci¨®n y crecimiento; pero muchos de los instrumentos necesarios est¨¢n en manos de los Estados.
?Hay que acometer m¨¢s reformas en Espa?a? Si hay un m¨ªnimo de condiciones sociales, las reformas aplicadas tendr¨¢n efectos positivos.
?Qu¨¦ significa eso? ?Ve riesgos de una grave crisis social? Ya la tenemos. Hay una situaci¨®n de emergencia social en muchos pa¨ªses: Espa?a y Portugal, por no hablar de Grecia. Y hay un preocupante fen¨®meno de nueva pobreza: por eso es tan importante disponer de mecanismos adecuados, y es tan preocupante que en los presupuestos europeos solo se hable de recortes. La indispensable pol¨ªtica de reformas y la respuesta social, que est¨¢ en el ADN de Europa, deber¨ªan ir de la mano.
Se acaba la entrevista. Barroso se lanza a hablar de f¨²tbol y de su Sporting de Lisboa (en horas bajas), y sobre todo, de la estupenda selecci¨®n portuguesa. El presidente pregunta sobre Messi y el periodista le devuelve la pelota con Mourinho. Y ah¨ª, lo prometido es deuda, Barroso se lanza a lo que considera ¡°una teor¨ªa sociopsicol¨®gica¡±: ¡°Mou?rinho no tiene el t¨ªpico car¨¢cter portugu¨¦s. Tengo mi propia tesis al respecto: recuerdo una fotograf¨ªa de su padre, que fue portero en un club mediano. En la imagen acaban de meterle un gol a su equipo, el Set¨²bal: los aficionados le increpan, y junto a la porter¨ªa se ve a un ni?o cabizbajo, Jos¨¦ Mourinho, molesto por los gritos, que seguramente est¨¢ forjando ese car¨¢cter¡¡±.
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