La tumba nunca cerrada del general
Una pel¨ªcula saca a la luz los puntos oscuros del asesinato de Humberto Delgado, el crimen pol¨ªtico m¨¢s famoso de la reciente historia de Portugal, ocurrido en un pueblo de Badajoz
Felipe Porra, de 62 a?os, agricultor de Villanueva del Fresno (Badajoz), se?ala con el dedo un punto del paso seco del regato flanqueado por hileras de eucaliptos y dice: ¡°Por ah¨ª ¨ªbamos mi amigo y yo. ?l ten¨ªa 13 a?os y yo 15¡±. Era una ma?ana calurosa de abril de 1965. Los dos adolescentes buscaban nidos entre las ramas de los ¨¢rboles. Felipe vio en el suelo una cabeza descompuesta, semienterrada, desfigurada y desgarrada por mordiscos de perros, y le dijo a su amigo, sin darle mucha importancia: ¡°Mira, un burro muerto¡±. El amigo avanzaba unos pasos por delante y vio en otro agujero otra confusi¨®n de huesos y carne ennegrecida y putrefacta, y a?adi¨®, con la misma indiferencia, que hab¨ªa otro burro ah¨ª. Felipe se acerc¨®, mir¨® con algo m¨¢s de atenci¨®n y exclam¨®:
¡ªEso no es un burro. Los burros no tienen muelas de oro.
El general Delgado lleg¨® enga?ado a Villanueva del Fresno. Exiliado en Argel, era el l¨ªder de la disidencia a Salazar
Los dos adolescentes acababan de descubrir los cad¨¢veres del crimen pol¨ªtico m¨¢s famoso de la reciente historia de Portugal: el de Humberto Delgado, general de aviaci¨®n y enemigo n¨²mero uno de la dictadura portuguesa, y el de su secretaria y amante, la moderna brasile?a Arajaryr Campos, la propietaria de la muela de oro. De paso, los dos chicos acababan de desbaratar la estrategia de la PIDE, la siniestra polic¨ªa secreta del r¨¦gimen de Ant¨®nio de Salazar, interesada en que los cad¨¢veres durmieran para siempre en ese rinc¨®n perdido de Badajoz poblado de caminos de contrabandistas, a un paso de la frontera. Su descubrimiento supuso la demostraci¨®n universal de c¨®mo actuaba Salazar y su ej¨¦rcito silencioso de prebostes y tambi¨¦n una pesadilla diplom¨¢tica con Espa?a para el r¨¦gimen portugu¨¦s. Ahora, una pel¨ªcula recientemente estrenada en Portugal, Opera??o Outono, dirigida por el cineasta Bruno de Almeida, ha vuelto a poner el caso de actualidad y ha sacado a la luz algunos puntos oscuros del proceso judicial que, tras la Revoluci¨®n de los Claveles, se celebr¨® contra los agentes secretos implicados en el crimen. La pel¨ªcula, basada en la monumental biograf¨ªa publicada hace dos a?os por el nieto de Delgado, Frederico Delgado Rosa, Biograf¨ªa do general sem medo, constituye una reconstrucci¨®n meticulosa y milim¨¦trica de la trampa dispuesta por la PIDE para acabar con el general, llevada a cabo por una brigada terror¨ªfica dirigida por un jefe cojo y compuesta, entre otros, por un gigante gordo especializado en asesinar a palos a la gente.
Delgado, que ten¨ªa entonces 59 a?os y viv¨ªa exiliado en Argel, se hab¨ªa convertido ¡ªtras haber sido un miembro destacado del r¨¦gimen de Salazar¡ª en la cabeza visible de la disidencia y el m¨¢s molesto opositor a la dictadura. A mediados de los sesenta, a la polic¨ªa secreta portuguesa se le present¨® la oportunidad de neutralizarlo. Por medio de un escurridizo y turbio personaje radicado en Roma, M¨¢rio de Carvalho, que se hab¨ªa ganado la confianza de Delgado y que se vendi¨® a la PIDE por dinero, lograron atraerle hasta Badajoz con el se?uelo de una entrevista secreta con unos militares opuestos a Salazar. ?l acudi¨® con su secretaria al lugar de la cita el d¨ªa y la hora indicados, el 13 de febrero a las tres de la tarde de 1965 en el and¨¦n de la estaci¨®n de Badajoz. Un falso teniente (en realidad el subinspector policial Ernesto Lopes Ramos) le volvi¨® a convencer para llevarlo, en coche, hasta un paraje apartado donde, en teor¨ªa, se encontrar¨ªa con los militares. Lopes Ramos, a fin de evitar testigos engorrosos, trat¨® de evitar en el ¨²ltimo momento que la mujer les acompa?ase al lugar donde les aguardaban los otros tres miembros del grupo, pero Delgado, que segu¨ªa sin sospechar nada, insisti¨® en que les acompa?ara.
El general solo se dio cuenta de que hab¨ªa ca¨ªdo en la trampa cuando, ya en un sembrado lejos de todo, vio a Casimiro Monteiro, un tipo enorme con pinta de mat¨®n a sueldo y ninguna de militar conspirador. Seg¨²n la versi¨®n de Lopes Ramos (y de los otros dos polic¨ªas procesados despu¨¦s de la llegada de la democracia), Monteiro (que huy¨® a ?frica del Sur sin ser detenido nunca, quedando para siempre en paradero desconocido), sin permiso de nadie, dispar¨® a Delgado en la cabeza, mat¨¢ndolo al instante. Despu¨¦s, siempre seg¨²n los polic¨ªas, hizo lo mismo con la secretaria, que acudi¨® en ayuda del general. Luego, a¨²n estupefactos por lo que hab¨ªa pasado, ya que, seg¨²n testificaron, su intenci¨®n era simplemente apresar al general y no matarlo, escondieron los cad¨¢veres en los coches, buscaron un paraje rec¨®ndito y los enterraron, apresuradamente, en un lugar aparentemente des¨¦rtico donde supon¨ªan que no ser¨ªan encontrados nunca. Los jueces que examinaron el caso despu¨¦s de 1974 dieron por buena esta versi¨®n y exculparon a todos menos a Monteiro.
Ahora, la pel¨ªcula revela algo muy distinto que transforma radicalmente la historia, sus consecuencias y sus ¨²ltimos culpables o responsables. ¡°Monteiro era el chivo expiatorio perfecto: huido e imposible de localizar, carg¨® con todo. De esa manera los otros se salvaban. Y lo m¨¢s importante: se salvaba al r¨¦gimen, a la memoria de Salazar. Nadie dio la orden de asesinato. No hay que olvidar que el tribunal militar que juzg¨® el caso era proclive a Salazar. Por eso no utilizaron la documentaci¨®n recopilada por la polic¨ªa espa?ola, que era crucial¡±, explica Frederico Delgado. El nieto del general, un antrop¨®logo reconvertido en historiador y casi en detective, estudi¨® las autopsias elaboradas por los m¨¦dicos espa?oles de la ¨¦poca y lleg¨® a la conclusi¨®n de que su abuelo fue asesinado a golpes, despu¨¦s de un forcejeo, y no de una herida de bala. ¡°Como fue una pelea, los otros polic¨ªas, si en verdad no buscaban el asesinato, pudieron evitar que Monteiro matara a mi abuelo y si no lo hicieron fue porque la orden recibida, llegada de arriba, era la de matarlo. No fue nada improvisado, ni Monteiro actu¨® por su cuenta obedeciendo a un impulso repentino. De ah¨ª que llevaran en el coche picos, palas y cal para enterrarlo¡±, a?ade.
¡°Todos se escaparon. Monteiro en ?frica y los otros, absueltos por el tribunal. Y los mandos y los directores de la PIDE, tambi¨¦n exculpados. Por eso la pel¨ªcula, a mi juicio, es actual, porque trata de la corrupci¨®n, el silencio y la mentira¡±, explica el director del filme, Bruno de Almeida.
Almeida recuerda que ni siquiera la familia de Delgado supo nunca la verdad hasta que el nieto, pista a pista, legajo a legajo, la reconstruy¨® a base de tirar de un hilo fr¨¢gil que nadie hab¨ªa remontado y que terminaba, de casualidad, en el regato seco de Villanueva del Fresno.
¡°Mire, encontramos los cad¨¢veres porque aquel a?o fue un a?o seco¡±, dice Felipe Porra, el agricultor que hall¨® los cuerpos casi 50 a?os atr¨¢s. ¡°Si hubiera llovido, yo le digo que el arroyo se los hubiera llevado corriente abajo y nadie habr¨ªa sabido nada de esos muertos¡±.
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