?Ajuste de cuentas o guerra sucia?
El asesinato de las tres activistas kurdas tiene los elementos para entrar de lleno en la categor¨ªa de los cr¨ªmenes pol¨ªticos de Turqu¨ªa
¡°Puede ser un ajuste de cuentas interno pero tambi¨¦n puede ser una provocaci¨®n de quienes no quieren que siga adelante el proceso [de paz]. Nosotros continuaremos adelante¡±. Esta reflexi¨®n en voz alta sali¨® este jueves de labios del primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, nada m¨¢s conocer la muerte por disparos en la cabeza de tres militantes kurdas en Par¨ªs.
El triple asesinato de la calle de Lafayette tiene todos los elementos para escapar a los c¨¢nones de la cr¨®nica negra y entrar de lleno en la categor¨ªa de los cr¨ªmenes pol¨ªticos con consecuencias para el devenir de un pa¨ªs, Turqu¨ªa, y de un pueblo sin Estado, el kurdo.
El Partido de los Trabajadores del Kurdist¨¢n (PKK), la guerrilla separatista que se alz¨® en armas contra el poder central de Ankara en 1984, sigue siendo el principal referente para la minor¨ªa kurda en Turqu¨ªa: m¨¢s de 15 millones de ciudadanos cuya indiscutible identidad cultural no est¨¢ plenamente reconocida por el Estado. No ha surgido otra alternativa pol¨ªtica ni sus jefes militares la han permitido. El Partido para la Paz y la Democracia (BDP), el movimiento de corte nacionalista m¨¢s votado en las provincias del sureste de Anatolia, se ha mantenido al margen de las negociaciones para el desarme del PKK entre los servicios de inteligencia de Turqu¨ªa y el l¨ªder de la guerrilla, Abdul¨¢ Ocalan, encarcelado desde hace 14 a?os tras su captura en Nairobi por un comando de agentes secretos turcos.
Un eventual pacto de desarme a cambio del perd¨®n para quienes abandonen las armas y salgan de Turqu¨ªa y de sus bases en la frontera iraqu¨ª no surtir¨¢ efectos duraderos si la nueva Constituci¨®n que se debate en el Parlamento de Ankara no reconoce a la minor¨ªa kurda. Y los jefes del PKK que pierden su poder de control sobre el contrabando fronterizo tampoco parecen tener gran inter¨¦s en un acuerdo de paz.
Pero en el crimen pol¨ªtico de Par¨ªs la sombra de la sospecha se cierne con mayor intensidad sobre el llamado Estado profundo. El complejo entramado de exmilitares, expolic¨ªas y antiguos funcionarios que ha intentado dinamitar durante los 10 a?os de gobierno del islamista moderado Erdogan las reformas que atentan contra sus principios ultranacionalistas: la defensa a ultranza del Estado laico y unitario. El asesinato del periodista de origen armenio Hrant Dink, tiroteado hace ahora cinco a?os a las puertas de su revista en Estambul, es una buena muestra del terror ejercido por el Estado profundo contra los cambios en Turqu¨ªa.
Qui¨¦n apret¨® el gatillo de un arma con silenciador para disparar en la nuca o en la frente a Sakine Cansiz y a sus dos compa?eras sin duda sab¨ªa que mataba a una de las mujeres m¨¢s cercanas a Ocalan. Despu¨¦s atranc¨® la puerta del centro kurdo de Par¨ªs. Fue una operaci¨®n delineada al detalle, de asesinos profesionales.
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