?Hero¨ªna o traidora?
La paquistan¨ª Aafia Siddiqui est¨¢ en la c¨¢rcel por agresi¨®n e intento de asesinato a agentes del FBI Su historia es una de las m¨¢s rocambolescas de las ocurridas durante la "guerra contra el terror"
La historia de Aafia Siddiqui, la mujer que los secuestradores de la planta de gas argelina piden a cambio de liberar a los rehenes estadounidenses, es una de las m¨¢s rocambolescas de las que ha producido la ¡°guerra contra el terrorismo¡±. Para EEUU, esta neur¨®loga paquistan¨ª formada en uno de sus centros m¨¢s prestigiosos, el Massachusetts Institute of Technology, y madre de tres hijos, es una destacada y peligrosa miembro de Al Qaeda, organizaci¨®n que habr¨ªa ayudado a financiar mediante la compra-venta de diamantes. Pero cuando finalmente fue presentada ante un tribunal, recibi¨® una condena a 86 a?os de c¨¢rcel por ¡°agresi¨®n e intento de asesinato¡± a los agentes del FBI y militares estadounidenses que la interrogaron en Afganist¨¢n.
Siddiqui, que ahora tiene 40 a?os, fue detenida en la ciudad afgana de Ghazni en julio de 2008 con dos bolsas en una de las cuales guardaba documentos que explicaban c¨®mo fabricar explosivos y armas qu¨ªmicas, y notas sobre un ¡°ataque con multitud de v¨ªctimas¡± que mencionaba varios lugares de EEUU, entre ellos el metro de Nueva York. Iba acompa?ada por su hijo mayor, Ahmed, aunque inicialmente declar¨® que era un hu¨¦rfano que hab¨ªa adoptado.
La polic¨ªa de Ghazni, a la que al parecer confes¨® que intentaba llevar a cabo un ataque suicida contra el gobernador provincial, avis¨® a los responsables estadounidenses en la provincia y al d¨ªa siguiente dos agentes del FBI y varios militares se trasladaron a la comisar¨ªa para interrogarla. De acuerdo con el relato oficial, aprovech¨® que uno de los soldados hab¨ªa dejado su fusil (cargado) en el suelo, para cogerlo, amenazarles y disparar dos r¨¢fagas que no les alcanzaron. Mientras el traductor intentaba quitarle el arma, el soldado que la hab¨ªa perdido, sac¨® su pistola y le dispar¨®.
La historia result¨® demasiado para la opini¨®n p¨²blica paquistan¨ª, humillada por la actitud servil de sus gobernantes hacia EEUU. Los medios en urdu, sobre todo, han insistido en la versi¨®n que ella misma cont¨® a un grupo de senadores que la visit¨® m¨¢s tarde en la c¨¢rcel, ya en EEUU. Seg¨²n ella, mientras sus interrogadores conversaban al otro lado de la cortina, se levant¨® y se asom¨®. Entonces uno de los militares se dio cuenta de que no estaba esposada y le dispar¨®.
Sea cu¨¢l sea la verdadera historia, nadie ha sido capaz de aclarar el misterio que rodea su regreso a Pakist¨¢n tras el 11-S (le dijo a su marido que no estaban seguros en EEUU) y su desaparici¨®n entre 2003 y 2008, despu¨¦s de que, seg¨²n se filtr¨® a la prensa, el presunto cerebro del 11-S, Khalid Sheikh Muhammad, mencionara su nombre en un interrogatorio, al parecer bajo tortura. Ni sus explicaciones ni las de su familia han resultado coherentes. Poco antes, su marido la hab¨ªa acusado de actividades yihadistas y se hab¨ªa divorciado.
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