Bailes para tiempos de austeridad
El presidente Barack Obama celebrar¨¢ su nuevo mandato con s¨®lo dos bailes frente a los 10 que le dieron la bienvenida a la Casa Blanca en 2009
En 2009, Barack Obama se entreg¨® a un fren¨¦tico marat¨®n para asistir a las 10 fiestas oficiales que se dieron en su honor en distintos lugares de la ciudad en la noche de su inauguraci¨®n como el presidente 44 de la naci¨®n. En esta ocasi¨®n, cuatro a?os despu¨¦s y bajo la tremenda presi¨®n que impone una crisis econ¨®mica, Obama no tendr¨¢ que ser ubicuo. Desde Eisenhower (1953-1961), ning¨²n presidente hab¨ªa tenido nada m¨¢s que dos bailes oficiales de inauguraci¨®n.
Pero con un techo de la deuda a punto de derrumbarse sobre la cabeza del com¨²n de los ciudadanos que se desespera para llegar a fin de mes y la salvaci¨®n en el ¨²ltimo momento de que la naci¨®n no cayera por el abismo fiscal ¨Caunque sea por un par de meses-, el pa¨ªs no est¨¢ para unas celebraciones que necesitan un inmenso gasto en seguridad y planificaci¨®n y desarrollo. Los Obama ¨CBarack y Michelle- s¨®lo tendr¨¢n que acudir a dos fiestas: el Baile del Comandante en Jefe ¨Ctradici¨®n comenzada por George W. Bush para los miembros de las Fuerzas Armadas- y el tradicional Baile de Inauguraci¨®n para invitados y abierto al p¨²blico ¨Cy para el que no quedan entradas desde hace semanas-. Ambos eventos se celebrar¨¢n en el inmenso Centro de Convenciones de Washington.
La historia reciente muestra que los presidentes intentan incrementar las celebraciones si logran un segundo mandato precisamente para eso, para comenzar con brillo, lustre y esplendor su segunda parte. George W. Bush tuvo ocho bailes en su primera Administraci¨®n y nueve en la segunda, a pesar de que no era amante de fiestas ¨Ctras renacer como nuevo creyente y dejar atr¨¢s el alcohol y las juergas- y pas¨® como una exhalaci¨®n por todas ellas. Bill Clinton presidi¨® 11 bailes en 1993 y 14 en 1997.
La tradici¨®n de los bailes tiene sus ra¨ªces en la primera inauguraci¨®n que vivi¨® el pa¨ªs en 1789, cuando un grupo de donantes organiz¨® un baile en honor de George Washington una semana despu¨¦s de que jurara su cargo en Nueva York. Veinte a?os despu¨¦s ¨Cy ya en Washington- se celebraba el primer baile oficial, cuando Dolley, la mujer de James Madison, fue la anfitriona de una gala en un hotel por la que cobr¨® de entrada cuatro d¨®lares a cada invitado.
Fue la esposa de James Madison, cuarto presidente de EEUU, qui¨¦n comenz¨® la tradici¨®n de los bailes
Tras el Watergate, en plena crisis econ¨®mica y petrol¨ªfera de los a?os setenta, el criador de cacahuetes que fue Jimmy Carter intent¨® obviar los bailes y despojarlos de todo glamour. No logr¨® anularlos pero se refer¨ªa a ellos de forma despectiva calific¨¢ndolos como fiestas, por las que impuso que no se cobrara m¨¢s de 25 d¨®lares y donde sirvi¨® galletitas saladas y, como no, cacahuetes. Franklin Pierce (1853-1857); Woodrow Wilson (1913-1921); y Warren Harding (1921-1923) impusieron la pol¨ªtica de No Bailes (no balls).
Lo que sucede a partir de este fin de semana en la capital de la naci¨®n forma parte de la quintaesencia de Washington: un festival de varios d¨ªas dedicado a la pol¨ªtica, al patriotismo y, por qu¨¦ no, al optimismo. La ciudad se cubre de escarapelas blancas, azules y rojas en honor a la bandera y, por supuesto, se blinda. Un primer per¨ªmetro verde de seguridad afecta a seis calles a la redonda de la Casa Blanca. Un segundo per¨ªmetro rojo niega el acceso a cualquier veh¨ªculo y persona que no est¨¦ acreditada en las dos calles adyacentes a toda el ¨¢rea que engloba la secuencia de eventos del presidente desde el Congreso hasta la Casa Blanca: m¨¢s de 20 calles a lo largo y casi las mismas a lo ancho de la ciudad.
Pero si el 20 de enero de 2009, m¨¢s de un mill¨®n ochocientas mil personas batieron un r¨¦cord al asistir a la toma de posesi¨®n del primer presidente negro de la historia de EEUU, en esta ocasi¨®n los organizadores no esperan una presencia superior a las 800.000. ES algo com¨²n en las segundas juras presidenciales. En 1985, el brutal fr¨ªo hizo que Ronald Reagan jurase el cargo y diese su discurso inaugural en el interior del Capitolio en lugar de en las escaleras.
En 2009, hasta el ex senador Fred Thompson ¨Ctambi¨¦n aspirante a la nominaci¨®n republicana a la Casa Blanca en 2008 y actor ¨CLaw and Order- pus¨® en alquiler su casa washingtoniana al precio de 30.000 d¨®lares por cinco d¨ªas de estancia. Tal fue la demanda de alojamiento que la oferta de hoteles qued¨® superada y los ciudadanos salieron al mercado a ganar unos d¨®lares y alejarse de las molestias causadas por una ciudad tomada por la polic¨ªa y los turistas.
Este a?o, a pesar de que los precios de los hoteles no han dejado pasar la oportunidad y quintuplicado en algunos casos sus tarifas, todav¨ªa existen camas libres. Lo mismo sucede en restaurantes de renombre. El famoso The Palm, que ofrece chulet¨®n a 54 d¨®lares y es punto de encuentro de muchos pol¨ªticos del Partido Dem¨®crata, tiene mesas libres para la noche del domingo, el d¨ªa en que a las doce de la tarde Barack Obama jurar¨¢ su cargo como manda la Constituci¨®n. Pero debido a que EEUU no celebra sus fiestas en domingo, Obama volver¨¢ a jurar el cargo el lunes. Despu¨¦s dar¨¢ su discurso; recorrer¨¢ en coche por motivos de seguridad por la Avenida Pensilvania el camino que va desde el Congreso hasta la Casa Blanca; asistir¨¢ desde un palco construido para la ocasi¨®n al desfile en su honor; y luego se ir¨¢ a bailar.
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