Bienvenido a la izquierda, se?or presidente
En su discurso de investidura, Barack Obama abraz¨® las reivindicaciones m¨¢s ambiciosas del ala m¨¢s progresista de EE UU
La izquierda norteamericana ha dado la bienvenida a su campo al presidente Barack Obama, enganchado s¨²bitamente a la causa progresista en el discurso de inauguraci¨®n de su segundo mandato despu¨¦s de cuatro a?os intentando navegar sin demasiada fortuna las turbulentas aguas del bipartidismo y el consenso.
¡°Tenemos que actuar, sabiendo que nuestro trabajo ser¨¢ imperfecto. Tenemos que actuar, sabiendo que las victorias de hoy ser¨¢n solo parciales¡±, dijo Obama, para regocijo de los progresistas, cansados de la par¨¢lisis causada por su constante inclinaci¨®n al pacto. ¡°Medicare, Medicaid y Seguridad Social [los m¨¢s importantes programas p¨²blicos de ayuda a los pobres y la clase media] no lastran nuestra iniciativa, nos fortalecen¡±, asegur¨® el presidente, para satisfacci¨®n de quienes tem¨ªan que ahora cediera a la presi¨®n conservadora para reducir a toda costa el d¨¦ficit del estado.
Los mejores presidentes de EE UU son aquellos que, contracorriente, arriesgaron, apostaron fuerte y triunfaron
Obama abraz¨® la m¨¢s ambiciosa de las reivindicaciones de la izquierda moderna, la lucha por el medio ambiente, mencion¨® por primera vez en la historia en un acto de investidura los derechos de los homosexuales y traslad¨® el sue?o revolucionario de los padres fundadores a las actuales necesidades de igualdad y justicia social. En medio de la desorientaci¨®n ideol¨®gica que caracteriza el tiempo presente, esta fue una contundente apuesta por un determinado modelo de sociedad.
El presidente ha conseguido lo que parec¨ªa imposible, que sus seguidores recuperen la esperanza de cambio con la que naci¨® su candidatura y que se perdi¨® en el duro trasiego de la gesti¨®n de gobierno. Incluso la derecha moderada, aunque discrepe con algunas de las ideas expuestas, agradece que el pa¨ªs tenga un proyecto y un horizonte hacia el que dirigirse.
La caracter¨ªstica m¨¢s destacada del primer mandato de Obama fue la prudencia, una virtud apreciable en cualquier ¨¢mbito de la vida, y tambi¨¦n en la pol¨ªtica, sobre todo, trat¨¢ndose de un presidente de Estados Unidos, en la pol¨ªtica exterior. Pero la prudencia no suele hacer historia, y a esta naci¨®n le gusta pensar a lo grande, las gestas heroicas, construir la historia.
Desde hac¨ªa tiempo se le reclamaba a Obama una gran visi¨®n. Los mejores presidentes de EE UU son aquellos que, contracorriente, arriesgaron, apostaron fuerte y triunfaron. Los intelectuales dubitativos y atormentados son apreciados en otras latitudes y en otros c¨ªrculos, pero no en una naci¨®n que aspira siempre a ser la primera en todo.
Obama ha tardado en entender que sus compatriotas, aunque apreciaban el trabajo hecho hasta ahora, echaban de menos la determinaci¨®n, el coraje, el atrevimiento que han tenido otros l¨ªderes. Con muchas menos condiciones, Ronald Reagan consigui¨®, a base de osad¨ªa, una comuni¨®n sentimental con los ciudadanos que lo convirti¨® en un presidente muy querido.
Obama puede intentar ahora lo mismo desde la izquierda. Tiene a favor una sociedad que ha evolucionado en los ¨²ltimos a?os hacia posiciones m¨¢s progresistas, y ¨¦l ha sabido verlo a tiempo. Tiene en contra una dif¨ªcil realidad econ¨®mica y pol¨ªtica ¨Cdeuda, d¨¦bil crecimiento, polarizaci¨®n- y, sobre todo, una personalidad naturalmente inclinada al di¨¢logo. Obama tendr¨¢ ahora traicionar su propio car¨¢cter para construir un legado, pero ese es un extraordinario incentivo para cualquier sacrificio.
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