Morir en S?o Paulo
Centenares de polic¨ªas militares y narcotraficantes libran una batalla en los suburbios de la ciudad
Cae la noche en el suburbio Jardim Sa? Lu¨ªs, en la periferia sur de S?o Paulo. Desde el pasado octubre, una suerte de toque de queda hace que las calles de este lugar se queden pr¨¢cticamente desiertas a partir de las diez de la noche. La sombra fantasmag¨®rica de un perro que camina r¨¢pidamente por una de las v¨ªas de acceso a la comunidad transmite cierto desasosiego. Algunos vecinos comentan que la orden de permanecer en casa proviene de la organizaci¨®n criminal Primer Comando de la Ciudad (PCC), hegem¨®nica en la capital paulista. Otros aseguran que los grupos parapoliciales que llevan meses en pie de guerra son los responsables de este oficioso Estado de excepci¨®n. En cualquier caso, esta psicosis colectiva es la consecuencia directa de la oleada de asesinatos que ha sacudido sin misericordia al Gran S?o Paulo durante los ¨²ltimos meses.
¡°No hace mucho estaba en esta esquina comiendo unas empanadas y de repente vi un tumulto. Cuando me acerqu¨¦, acababan de encontrar en este contenedor dos cabezas humanas¡±, narra Ricardo, un joven vecino de Jardim S?o Lu¨ªs. Cada pocos metros, el muchacho se detiene para se?alar una esquina, una pared, una escalera o una puerta. ¡°Aqu¨ª mataron a uno de mis mejores amigos. Le dieron dos tiros en la cara y a¨²n no sabemos por qu¨¦¡±. Las muescas de los proyectiles en las fachadas son las pruebas irrefutables de esta violencia sin fin. Al igual que ven¨ªa sucediendo en muchas favelas cariocas, aqu¨ª, en la periferia paulista, tambi¨¦n se respira la ausencia del poder p¨²blico: no hay polic¨ªa en las calles y las monta?as de basura se acumulan en las esquinas. Las ratas campan a sus anchas.
De los m¨¢s de 100 agentes asesinados en los primeros 11 meses de 2012, solo tres estaban de servicio
La prensa local se?ala a este complejo de barrios integrado por S?o Lu¨ªs, Cap?o Grande, Campo Lindo o Jardim ?ngela como la zona m¨¢s peligrosa de la ciudad. Aqu¨ª los asesinatos colectivos suelen reproducir el mismo guion: hombres encapuchados disparan a quemarropa con armas cortas, y entre las v¨ªctimas suelen identificarse a miembros del PCC o a polic¨ªas militares fuera de servicio. Las investigaciones llevaron a la conclusi¨®n (nunca de manera oficial) de que se trata de una guerra entre criminales y grupos parapoliciales cuyo origen estar¨ªa en una operaci¨®n lanzada el 29 de mayo de 2012 por el Batall¨®n de Choque ROTA (Rondas Ostensivas Tobias de Aguiar), que se cobr¨® la vida de seis miembros de la red criminal en circunstancias poco claras. Desde la c¨¢rcel, mandos del PCC habr¨ªan dado la orden de responder a la muerte de sus correligionarios con la ejecuci¨®n de varios polic¨ªas militares. Desde entonces, polic¨ªas y narcos se enzarzan en un enfrentamiento al margen de la ley. ¡°Dos elementos nos llevan a se?alar a agentes fuera de servicio como actores del conflicto: primero, la muerte de miembros del PCC y polic¨ªas responde a una secuencia l¨®gica: sabemos que si muere un narco, inmediatamente morir¨¢ un polic¨ªa, y as¨ª sucesivamente. Segundo, existe un m¨¦todo: recogen los casquillos de las balas despu¨¦s de las ejecuciones y limpian la zona de pruebas. Esto denota que los asesinos conocen muy bien los procedimientos de investigaci¨®n de la polic¨ªa¡±, explica Marcio Christino, fiscal y especialista en investigaciones del PCC.
Seg¨²n la Secretar¨ªa de Seguridad P¨²blica de S?o Paulo, esta megal¨®polis de 22 millones de habitantes ha contabilizado alrededor de 1.368 homicidios en 2012, un 34% m¨¢s que durante el mismo periodo del a?o anterior. De los m¨¢s de 100 polic¨ªas que murieron asesinados el a?o pasado, solo tres estaban de servicio en el momento del fallecimiento; 51 presentaron caracter¨ªsticas de ejecuci¨®n (normalmente disparos a quemarropa o por la espalda) y 21 ya estaban jubilados, seg¨²n datos de la Polic¨ªa Militar. Esta insostenible situaci¨®n desencaden¨® el pasado noviembre la salida apresurada del secretario de Seguridad P¨²blica del Estado de S?o Paulo, Antonio Ferreira Pinto, y su sustituci¨®n por Fernando Grella Vieira, el hombre que ha conseguido poner algo de freno a la oleada de asesinatos. Aun tras este relevo, la percepci¨®n de inseguridad contin¨²a siendo sangrante: seg¨²n una estad¨ªstica publicada hace algunos d¨ªas por el Movimento Rede Nossa S?o Paulo, para el 91% de los paulistas su ciudad es un lugar poco o nada seguro.
S?o Paulo ha contabilizado alrededor de 1.368 homicidios en 2012, un 34% m¨¢s que durante el mismo periodo del a?o anterior
Seg¨²n la presidenta de la Asociaci¨®n de Comisarios de Polic¨ªa de S?o Paulo, Marilda Pasonato, ¡°el principal responsable de lo que sucedi¨® fue el Gobierno del Estado de S?o Paulo¡±. ¡°Ha habido un c¨²mulo de equivocaciones. Primero, negando la realidad de lo que est¨¢ sucediendo, y despu¨¦s, dando rienda suelta a una pol¨ªtica de seguridad p¨²blica anclada en el enfrentamiento en lugar de un buen trabajo de inteligencia. Todo esto ha dado como resultado una guerra civil, un Estado de excepci¨®n¡±, denuncia.
A unos 440 kil¨®metros de la capital paulista, R¨ªo de Janeiro vive la situaci¨®n opuesta. Aunque la ciudad contin¨²a registrando preocupantes ¨ªndices de criminalidad, los homicidios no han parado de caer en los ¨²ltimos tres a?os. En t¨¦rminos relativos, en R¨ªo se sigue matando m¨¢s que en S?o Paulo, aunque esta tendencia est¨¦ invirti¨¦ndose radicalmente. Entre enero y noviembre de 2012 R¨ªo capital contabiliz¨® 1.096 homicidios, un 16% menos que en el mismo periodo del a?o anterior. Dos factores explican este cambio: primero, los eventos que se avecinan (Jornada Mundial de la Juventud, Copa Confederaciones, Copa del Mundo y Juegos Ol¨ªmpicos) han convertido a R¨ªo en la principal preocupaci¨®n del Gobierno, volcado en mejorar la imagen de una ciudad paradis¨ªaca, aunque castigada tradicionalmente por truculentos episodios de violencia. En segundo lugar, el Gobierno del Estado de R¨ªo, liderado por el centrista S¨¦rgio Cabral, mantiene una afinad¨ªsima sinton¨ªa pol¨ªtica con la presidenta Dilma Rousseff, algo que ha facilitado la transferencia de ingentes recursos econ¨®micos y log¨ªsticos para combatir el crimen en la ciudad m¨¢s tur¨ªstica de Brasil. Ninguna de estas dos circunstancias se da en S?o Paulo, gobernado por el principal partido de la oposici¨®n (PSDB) y relegado a un segundo plano.
El PCC paulista es una organizaci¨®n criminal mucho m¨¢s sofisticada que los dos principales grupos narcocariocas (Comando Vermelho y Amigos dos Amigos). Su jerarqu¨ªa poco verticalizada y pulverizada en infinidad de c¨¦lulas aut¨®nomas provoca que su combate sea muy complicado. El objetivo del PCC no es vender drogas mediante el control territorial de las favelas, sino dominar todos los puntos de venta de S?o Paulo. Por tanto, su permeabilidad geogr¨¢fica es mucho mayor. Los l¨ªderes del PCC cumplen condena y desde dentro de las c¨¢rceles articulan impunemente las acciones de 2.000 miembros en activo. ¡°El PCC controla el 80% de los presidios de S?o Paulo. Esto quiere decir que son capaces de movilizar a m¨¢s de 120.000 personas dentro de las c¨¢rceles¡±, explica Guaracy Mingardi, del Foro Brasile?o de Seguridad P¨²blica.
En la avenida de acceso a la barriada Jardim ?ngela, una peque?a base de la Polic¨ªa Civil emerge estoica de la oscuridad. Dentro hay cinco agentes pertrechados de chalecos antibala.
¡ª?Qu¨¦ suceder¨ªa si un grupo de encapuchados atacara ahora mismo esta base? ¡ªpregunta el reportero.
Un joven agente enarca las cejas, como sorprendido por la candidez de su interlocutor.
¡ª?T¨² qu¨¦ crees? En medio minuto estar¨ªamos todos muertos.
Lo tiene claro. Y as¨ª transcurren los d¨ªas en los suburbios paulistas.
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