Port Said le declara la guerra a Morsi
La ciudad, en el Canal de Suez, se convierte en foco de las protestas contra el Gobierno de Egipto
Ni los tanques, los soldados, el estado de emergencia o el toque de queda han podido doblegar a Port Said. Esta ciudad se ha convertido en avanzadilla y basti¨®n de la resistencia contra Mohamed Morsi y los Hermanos Musulmanes. Es un lugar en rebeld¨ªa, enemigo declarado del Gobierno de Egipto. Sus ciudadanos se sienten injustamente tratados, v¨ªctimas de una conspiraci¨®n para culparles a ellos de los males de los que aqueja la naci¨®n. Creen que Morsi no puede pacificar el pa¨ªs, y ha fracasado en el avance de sus reformas islamistas, y por eso a elegido a Port Said como cabeza de turco, empleando todos los medios a su alcance para desprestigiar a sus ciudadanos, acus¨¢ndolos de radicales, iniciadores de disturbios, rebeldes sin conciencia.
El Ej¨¦rcito guarda los accesos a la ciudad, que aparece en muchos tramos desierta. Coches calcinados bloquean varias calles. Manifestaciones espor¨¢dicas son lo ¨²nico que rompe un tenso silencio. Los soldados han formado un per¨ªmetro de seguridad en torno al centro de detenci¨®n en el que se hallan 21 condenados a muerte, seguidores del club de f¨²tbol local Al Masry, por el linchamiento en su estadio, el a?o pasado, de 74 seguidores de un equipo visitante, el Al Ahly de El Cairo. Cuando un juzgado anunci¨® la sentencia, la semana pasada, una turba intent¨® liberar a los condenados de la prisi¨®n, iniciando una revuelta que se ha cobrado ya m¨¢s de 40 vidas.
Una de ellas, la de Tamer El Fahla, de 30 a?os, exportero del Al Masry. Se hallaba con unos conocidos en una cafeter¨ªa y, al saber de la sentencia, se puso en marcha con un amigo, indignado por las condenas a muerte. Lo siguiente que su padre supo de ¨¦l es que estaba muerto, con dos disparos, en la cabeza y el otro en el est¨®mago. ¡°S¨®lo espero ahora un castigo serio para quien fuera responsable. Ha dejado una mujer, embarazada¡±, dice su padre, Awad, de 58 a?os. Culpa de la p¨¦rdida de su hijo al Gobierno, y especialmente al presidente: ¡°?Qui¨¦n se cree que es? ?A qui¨¦n cree que le est¨¢ imponiendo un toque de queda? ?Al l¨ªder del Canal? ?Nosotros hemos ganado seis guerras! Somos la primera l¨ªnea de defensa!¡±.
Pronto, la historia de Tamer, como la de los otros m¨¢rtires, como se llama aqu¨ª a los muertos en los disturbios, pasa de lo personal a lo pol¨ªtico, y de ah¨ª, a lo hist¨®rico. Hay en Port Said una sensaci¨®n de que los hechos no son aislados, y de que tras la masacre del estadio de f¨²tbol, los recientes disturbios y la declaraci¨®n del estado de emergencia, hay una voluntad de doblegar a una ciudad c¨¦lebre por ser ind¨®mita y rebelde, y por no haber sido amiga ni de Hosni Mubarak, que rigi¨® el pa¨ªs durante 30 a?os, ni de Morsi o los Hermanos Musulmanes, que llegaron despu¨¦s. De hecho, en la primera ronda de elecciones presidenciales Morsi qued¨® aqu¨ª en tercer lugar.
Aun en la tragedia y el estado de excepci¨®n, Port Said se enorgullece de su historia. Por las conversaciones, parecer¨ªa que 1956, cuando Egipto gan¨® la guerra por el Canal de Suez a Israel, Francia y Gran Breta?a, sucedi¨® ayer. Los lugare?os se sienten custodios del Canal, la arteria econ¨®mica que tiene su entrada en la ciudad y que sustenta en una buena parte a Egipto. Se definen como la ¨²ltima l¨ªnea de defensa, en el oriente, frente a Israel. Para ellos, adem¨¢s, el f¨²tbol no es s¨®lo un pasatiempo. Es forma de vida y parte de su ser. El equipo Al Masry se fund¨® en 1920 y su club de seguidores naci¨® en 1960, uno de los primeros en Oriente Pr¨®ximo. Por eso, las condenas a muerte a 21 hinchas se sienten en Port Said como un ofensa a su poblaci¨®n, historia e independencia.
¡°El Gobierno ha empleado el incidente del estadio de f¨²tbol de una forma pol¨ªtica. Las otras 26 Gobernaciones del pa¨ªs se han unido, en conspiraci¨®n, para hacer de Port Said una cabeza de turco¡±, explica Sherif Mazrou, de 42 a?os, amigo y entrenador de Tamer y otros jugadores e hinchas fallecidos. ¡°No me cabe duda de que aquella masacre de hace un a?o fue planificada, no fue algo perpetrado por los hinchas de Al Masry.Fue una conspiraci¨®n. Hubo gente de fuera que vino a provocar la violencia. Y la polic¨ªa se qued¨® plantada sin hacer nada por evitar las muertes. Todo resulta muy sospechoso¡±, a?ade, sin aportar pruebas sin aportar pruebas que confirmen su teor¨ªa.
¡°Esas sentencias son pol¨ªticas. Y lo ¨²nico que han provocado aqu¨ª en Port Said es rabia, rabia y m¨¢s rabia. Tenemos ya m¨¢s de 40 muertos. Y lo que queremos es que se les reconozca como m¨¢rtires, con la ley¡±, a?ade el abogado Gergis Greiss, de 58 a?os, que representa a varias de las familias de los fallecidos. ¡°Port Said es un s¨ªmbolo de la revoluci¨®n. La naturaleza de la gente de Port Said es valiente, somos guerreros, no nos pueden doblegar. Ni lo pudo hacer Mubarak ni lo podr¨¢ hacer Morsi, que opera ahora como cualquier otro dictador¡±.
Morsi intent¨® pacificar Port Said por la fuerza. El 26 de enero declar¨® el estado de emergencia e impuso un toque de queda, desde las 21.00 hasta las 06.00. Fue in¨²til. La prohibici¨®n s¨®lo le dio motivos a los j¨®venes para salir aun m¨¢s a la calle. Humillado, Morsi dio marcha atr¨¢s. Ahora, el toque de queda es de 01.00 a 05.00, cuatro exiguas horas de excepci¨®n que en realidad no son nada. Port Said est¨¢ en estado de rebeld¨ªa. Los tanques, es cierto, pueden estar en las calles, pero se hallan muy lejos de haber tomado realmente la ciudad.
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